“No voy a ser candidata a nada”, avisó la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el cierre de su transmisión online en la que hizo su descargo tras la condena que le impuso este martes el Tribunal Oral Federal N°2, que la condenó a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos por defraudación al Estado. La bomba política que la expresidenta arrojó sobre la arena electoral del año próximo impactó en diferentes dimensiones. La primera, en la agenda post #6D, instalando (de mínima) una pantalla partida entre la corrupción y la política, entre los debates sobre los vericuetos del proceso judicial de la denominada causa Vialidad, que dista de haber finalizado, y las discusiones acerca de las perspectivas electorales de las presidenciales de 2023.
El segundo impacto se asemeja a un socavón en el asfalto en el que súbitamente se hunden los planes y las estrategias a ambos lados de la grieta. Oficialismo y oposición, abrazados a la fuerza centrífuga de su figura durante años, de pronto, inesperadamente, se quedan sin referencia para jugar su juego.
En la oposición, quienes, como Miguel Pichetto, anhelaban la batalla final entre "los titulares" en un mano a mano entre CFK y Mauricio Macri, se muerden las manos ante la oportunidad perdida. Los grupos de Whatsapp de los laboratorios del ala paloma que buscaban un camino intermedio en medio de la polarización ya se citan a una call para evaluar si hay que recalcular la estrategia. Los halcones, afilan las garras. Siempre.
En el oficialismo, hay que decirlo, en algunos despachos seguramente se respiró con alivio al escuchar la parrafada enérgica con que la vice cerró su exposición de casi una hora. Aquella suelta de "PASO para Todos" que el presidente Alberto Fernández remontó en plena Plaza de Mayo el Día de la Militancia de 2021, que le traería varios dolores de cabeza, ahora se allanó en vivo y en directo de la propia boca de Cristina.
Para el kirchnerismo, fue un baldazo de agua fría, inclusive para aquellas almas frías y calculadoras que, en lugar de enfervorizarse con una candidatura presidencial en 2023, apostaban a una postulación al Senado por la provincia de Buenos Aires. Si la palabra de La Jefa es santa en la tropa propia, ahora solo cabe la herejía de un operativo clamor 24/7 que arrase con la confesión pública, tuerza la voluntad de CFK y reviva una candidatura.
Al cierre de esta nota, el peronismo de los gobernadores no había dicho ni mu, al menos respecto de la condena, salvo algunas excepciones. Se verá qué opinan de la autoexclusión de la vice de la contienda 2023 y si el cambio de escenario detiene el Operativo Despegue para desdoblar los comicios provinciales del calendario nacional.
En cualquier caso, la declaración en caliente de CFK sobre una de las mayores incógnitas políticas sobre las que giraba la escena electoral, así, de golpe, sin decir agua va, habilita algunas preguntas respecto de la manera de comunicarla. ¿Fue premeditado? ¿Tenía pensado Cristina su renunciamiento antes de comenzar la transmisión? ¿Fue la calentura con la que fue tomando envión a medida que desarrollaba su defensa la que provocó una confesión que no estaba planificada? ¿Se fue de boca?
Sin importar los motivos, lo cierto es que CFK tiró la bomba y, con ella, una información clave sobre la que giraba el escenario electoral. Una información que ahora tiene en su poder el oficialismo y la oposición, con la ventaja que implica transparentar la intención a propios y extraños. Casi como mostrar el as en la manga en plena partida de tahúres. ¿Emoción violenta o cálculo? Anecdótico. El offside semiautomático de blanquear un plan a un año de las elecciones presidenciales, de volea, parece una falta demasiado sensible para un peronismo al borde del descenso.