CÓRDOBA (Corresponsalía) En el inicio de su instalación provincial, Martín Llaryora enfrenta un conflicto sindical que parece calcado al que lo recibió en la Municipalidad de Córdoba cuando daba sus primeros pasos en la gestión a comienzos de 2020. Aunque con discusiones distintas, el intendente que quiere ser gobernador enfrenta horas en que las movilizaciones callejeras del gremio de municipales, el SUOEM, paralizan la actividad en diversas áreas de la administración, alteran el desarrollo cotidiano y le ponen un freno al concepto de “orden” que busca ser una de las marcas registradas del alcalde cordobés a la hora de poner en valor su paso por la oficina más importante del Palacio 6 de Julio.
En la vereda de enfrente, literalmente en las calles, está Rubén Daniele, uno de los dirigentes sindicales más combativos de la historia cordobesa contemporánea, que a comienzos de este año regresó a la conducción del gremio luego de torcer ante la Justicia la suerte a la que lo había querido arrojar el radical Ramón Mestre, cuando lo jubiló compulsivamente durante su última gestión.
El conflicto, que se presenta a partir de razones de corte paritario, alcanzó esta semana altos voltajes de conflictividad pública y, sobre todo, discursiva. En la previa del fin de semana largo, el gremio movilizó filas en una veintena de reparticiones. En cada una de ellas, la actividad se paralizó y trabajadores y trabajadores salieron a manifestarse a la calle, provocando innumerables problemas en una ciudad que sintió el rigor de la capacidad de daño del sindicato municipal.
Horas antes, el intendente había dicho que confiaba en que la negociación llegaría a buen puerto pero que no iba a “entregar las arcas del municipio al SUOEM”. “La guita la tienen y les sobra plata para atender nuestro reclamo”, había señalado Daniele durante una masiva movilización que tuvo lugar este miércoles, en la que también redobló la apuesta al advertirle al intendente sobre la “intensidad” que podía alcanzar el reclamo de no mediar soluciones. “Al lugar público donde se presente el intendente, va a ir el gremio protestando pacíficamente”, afirmó. Vale recalcar que las protestas se desarrollan mientras que en los alrededores del Palacio municipal se concentran las actividades de la Feria del Libro de Córdoba, uno de los eventos culturales más importantes de la ciudad, que la gestión Llaryora también utiliza como vidriera provincial y, por qué no, nacional.
En el ida y vuelta público que se tomará uno días de descanso por los cuatro días sin actividad que se vienen en todo el país, el viceintendente Daniel Passerini advirtió que la mesa de diálogo está abierta y que solo resta que el sindicato vuelva a sentarse en ella. “El lugar para resolver los conflictos no será la calle”, dijo el titular del Concejo Deliberante, que levantó su perfil ante el silencio de la mayoría del funcionariado municipal.
Tal como lo plantea el intendente, en la gestión creen que en la próxima semana las aguas podrían calmarse e ingresar en un camino de resolución que deje conformes a las dos partes. Para eso, la pata política del gabinete llaryorista debería accionar algún gesto contundente para evitar tener al gremio en la calle el próximo martes. Ahí es donde entra a jugar el actual secretario de Gobierno y Gestión General del Gabinete, Miguel Siciliano. “No podemos hacer que el estado municipal gaste lo que gastó", dijo en una entrevista este jueves al afirmar que, durante la gestión Mestre, el 80% de presupuesto iba destinado al pago de salarios. Ese gasto, se redujo a la actualidad a un 50%.
Si bien no lo consideran un opositor, en la Municipalidad esperan que el perfil intansigente de Daniele no termine por estirar un conflicto que, dicen, "no le conviene a nadie, ni a los trabajadores, ni a la gestión, ni a los vecinos". Como ya contó Letra P, algunas de las miradas que sospechan de las intencionalidades políticas que podrían esconderse detrás de las acciones sindicales advierten que esas acciones "se mueven por debajo", y presionan a la conducción, que no hace otra cosa que canalizar el supuesto descontento de las bases. Más cerca o más lejos de la realidad, esa lectura no contempla que el presente económico tampoco ayuda demasiado y que, cuando se trata de salarios, como ya advirtió en reiteradas oportunidades el propio sindicato, todo lo demás queda a un costado.