Con la experiencia de haber estado al frente de 500 campañas electorales en más de 40 países, el consultor español Antonio Sola analizó el escenario político de la Argentina de cara a las elecciones de 2023 y negó que los comicios presidenciales vaya a estar marcadas por la ideología, pese al surgimiento de sectores que parecieran haber corrido el eje “peronismo-antiperonismo”.
Previo a su participación en la Cumbre de Comunicación Política, que se desarrollará del 19 al 21 de octubre en Puerto Madero, el estratega político dialogó con Letra P. En un clima atravesado por el reciente atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y en medio del crecimiento de los denominados “discursos de odio” a nivel global, aventuró que el próximo año "Argentina va a vivir un proceso híbrido de campaña".
En ese contexto, advirtió que el camino más complicado para quien desee consolidar su liderazgo será "creer que sabe todo" y no pueda adaptarse "al mundo que está llegando". La importancia de las redes sociales, las nuevas democracias y el rol del periodismo, claves en una nueva dinámica política y comunicacional que no conoce fronteras.
- ¿Cómo se prepara para la Cumbre Mundial de Comunicación Política?
- La cumbre aglutina al mundo del marketing político y reúne experiencias sobre lo que está pasando en el mundo de la comunicación política. Es un intercambio fundamental para fortalecer aspectos que tienen mucha importancia y valor en un mundo que se está acabando frente a otro que está llegando, en el cual el marketing político está sufriendo procesos de cambio y renovación.
- ¿Cómo evalúa el impacto de las nuevas tecnologías y las redes sociales en la comunicación política?
-Hay cuatro transformaciones que afectan al marketing político. La primera es que antes la pandemia trabajábamos con la inteligencia individual de candidatos y votantes y hoy empezamos a trabajar con la inteligencia ‘tecnocerebral’; el segundo es que la concentración del voto va pasando del voto popular al voto cerebral, un voto absolutamente emocional; el tercer aspecto es que las normas de juego están variando a partir de una democracia que está quedando exhausta, una democracia muy estrecha para un futuro tan grande; y el cuarto punto tiene que ver con la necesidad de crear y construir un nuevo lenguaje en un momento en el que la política es una "politictament", una política del entretenimiento que incluso compite contra el entretenimiento.
-¿Qué rol tiene el periodismo en este contexto?
-El rol del periodismo clásico está siendo modificado en su intermediación habitual, en línea con la transformación de la intermediación política respecto del elector. El fin de la intermediación de los cuatro poderes, el religioso, político, económico y el periodístico, está transformando a un ciudadano que hoy, por las nuevas tecnologías y las redes sociales, se dedica a ser una espora de sí mismo, una espora de conocimiento, comunicación e información. El cliente final de todas estas intermediaciones ha tomado el poder en su mano y el papel del periodismo se ha venido a menos y se tiene que repensar.
- ¿Cómo juegan las redes sociales en la propagación de los discursos de odio o de ultraderecha?
-Las redes sociales son réplicas de lo que fue el periodismo tradicional, que también fue actor garante de la grieta. Hoy hay muchos más intereses en las redes. El punto más importante en esta nueva era es que las redes son expansivas a efectos de trasladar la conversación, que se ha hecho más múltiple y más compleja. En los próximos cinco años, por primera vez, se van a convertir en prescriptoras del voto como ahora lo son los medios tradicionales.
- ¿En esta dinámica, cómo se construyen los liderazgos políticos?
-Los liderazgos están pasando de ser verticales a ser horizontales. Eso tiene que ver con la inteligencia tecnocerebral y con el comportamiento de los ciudadanos. Los nuevos liderazgos van a estar obligados a enfrentarse a los problemas, van a tener que poner al frente de las personas. Además, van a verse enmarcados en lo que llamo ‘valores asociado a lo femenino’, que se relaciona con la empatía, la capacidad de abrazo, el pensamiento multisituación y la sensibilidad con la que se abordan los problemas que rigen las sociedades. Esos elementos van a obligar a los liderazgos tradicionales a adaptarse o a morir.
-¿Cuáles son los errores más comunes al momento de comunicar en la política?
-Uno de los errores clásicos es adoptar un lenguaje inapropiado que lleva a los candidatos a tener campañas estructuradas y con una dinámica poco fluida. La mayoría ha perdido el sentido de causa o de propósito y, más que comunicando, están informando. El tercer punto es que, no solo han perdido la capacidad casuística, sino que han perdido la capacidad persuasiva en esta mezcla de comunicación-información.
-¿Cómo imagina la campaña electoral argentina de 2023?
-Argentina vivirá un proceso híbrido de campaña, en donde liderazgos emergentes tendrán algo que decir. La recomposición de las fuerzas políticas clásicas -divididas antes por el peronismo/no peronismo- se van a ver fragmentadas en fuerzas alternas que, dada la velocidad de las propias redes sociales, podrán construir alternativas viables de poder. Desde esa perspectiva, lo que está pasando en Argentina, con un gobierno complejo y complicado y con una oposición compleja y complicada, pondrá la mesa nuevos actores o nuevas actrices. Será un proceso muy apasionante y muy innovador.
-¿Los sectores libertarios son los que pueden romper este esquema de peronismo-antiperonismo?
-No tiene que ver con la ideología, que es un elemento que ha significado pan para hoy y hambre para mañana. En 2023, la ideología no estará en juego en la Argentina, es un factor que va estar en la mesa de discusión pero no es el factor clave para votar. Estas clasificaciones de libertarias o conservadores están en el pasado y cada día tienen menos peso.
-¿El ataque a Cristina Fernández de Kirchner profundiza la grieta?
-Que intenten asesinar a la vicepresidenta, algo absolutamente despreciable y condenable, tiene que llevarnos a preguntarnos qué es lo que estamos haciendo, qué es lo que nos está pasando en nuestras democracias. Como sucedió en Haití, cuando matan aun presidente hay que preguntarse hasta qué punto la debilidad institucional, la grieta y el dolor es tan grande como para llevarlo a la práctica.