PASO 2021

La amenaza libertaria en unas primarias sin agenda de género

Con el aborto fuera de la discusión, qué pasó con las demandas feministas. El fenómeno Milei.

No hubo ola celeste que se enfrentara a la marea verde en las PASO 2021. Tampoco hubo agenda de género en la descolorida campaña previa al domingo 12. El Gobierno perdió por razones que no tienen nada que ver con el impulso a las leyes y políticas de ampliación de derechos, como sugirieron algunas (pocas) personas de adentro y de afuera, pero, en una respuesta desordenada y magra para las demandas de la población, el crecimiento de Javier Milei en la Ciudad de Buenos Aires y su posicionamiento como tercera fuerza deberían ser motivo de preocupación tanto para la Casa Rosada como para la oposición, que ya le da el abrazo de halcón.

 

Para alegría de los feminismos, con excepción de Encuentro Vecinal en Córdoba, los partidos identificados sólo con las propuestas antiaborto no llegaron, en general, ni a arañar los votos necesarios para competir en noviembre. En la provincia de Buenos Aires, ni Más Valores, de Cynthia Hotton, ni el Partido Celeste, cuya lista se denominaba “En contra del aborto”, por mencionar algunos, pasaron a las legislativas. Con ley de interrupción voluntaria del embarazo aprobada, los reclamos de los partidos celestes quedan en gritos ahogados sin mayor resonancia, pero la agenda del descontento que lidera Milei es bastante más amplia.

 

Para Julieta Waisgold, especialista en comunicación política, la alianza La Libertad Avanza puede incluirse entre las llamadas “nuevas derechas” cuya reacción frente a la agenda de género y de derechos humanos no es el origen sino el síntoma. “Debajo de eso hay razones que tienen que ver con que los partidos tradicionales no terminan de canalizar determinadas demandas sociales”, evalúa. La incógnita sobre el futuro de este espacio de la ultraderecha es cómo y quién responde a ese descontento.

 

Mariana Gené, socióloga y autora de La rosca política, coincide. “Es difícil saber si Milei es un fenómeno que llegó para quedarse o no, porque se monta en distintas cosas, no sólo en la reacción contra la agenda de género y diversidades sino, también, en un malestar con la situación. La crisis económica es un buen momento para discursos antipolítica muy disruptivos”, advierte. De algún modo, sostiene la doctora en Ciencias Sociales, esa fuerza se vislumbraba ya en 2019 con los movimientos de Mauricio Macri después de las PASO. “Empezó con las marchas del Sí, se puede; hizo un giro más a la derecha para tratar de contener los votos que se iban por ese lado”, recuerda. “De hecho -amplía-, fue cuando se manifestó en contra del aborto y profundizó algunos de los guiños hacia ese electorado”.

 

“La diferencia, en el caso de Milei, es que agranda mucho esa agenda con un discurso económico muy agresivo, muy antipolítico”, agrega Gené. La novedad,  además, incluye altos niveles de violencia y transnacionalización del fenómeno: desde el Brasil de Bolsonaro hasta el merchandising con símbolos iguales a los que portan seguidores de grupos ultraderechistas como QAnon en Estados Unidos, responsables de la toma del Capitolio.

 

Igual que Gené, a Waisgold no arriesga si esta alianza de derecha radical permanecerá en el tiempo o será algo pasajero y sugiere prestarle atención. “Hay un caldo de cultivo que se está gestando hace bastante y la respuesta es política, siempre”, asegura.

 

Más allá de la paridad

El temor a espantar votos por impulsar leyes como el aborto legal quedó en el pasado. En estas elecciones, los feminismos no impusieron agenda pública y los avances del movimiento de mujeres no necesariamente se cristalizaron en votos. La conclusión parece obvia: es la economía. En el marco de la profunda crisis, las más perjudicadas son las mujeres y las infancias. 

 

Según la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, las mujeres menores de 29 años son las más afectadas del mercado de trabajo, con un 26% de desocupación, lo que implica que una de cada cuatro está buscando un empleo y no lo consigue. En la Argentina, las mujeres están sobrerrepresentadas en el 10% de la población de ingresos más bajos (entre el 69% y el 70%), es decir que siete de cada diez personas en el decil más pobre son mujeres. Al revés, en el 10% de personas con ingresos más altos, las mujeres están subrepresentadas, con el 37%. A esto se suma que seis de cada diez hogares monomarentales (en ocho de cada diez hogares a cargo de una persona con niños, niñas y adolescentes a cargo es una mujer) son pobres.

 

Las feministas en el Gobierno llaman la atención sobre este sector que debe ser escuchado y atendido con políticas públicas de largo aliento, más allá de las ayudas puntuales o los programas específicos. De hecho, la mayoría de las beneficiarias del IFE son mujeres y, en pandemia, se contabilizó por lo menos un millón de mujeres que abandonaron su actividad laboral.

 

Mientras tanto, salvo excepciones, siguen con poca participación en los espacios de poder. No hay lectura lineal en estas afirmaciones, sino la convicción de que, a mayor cantidad de feministas con lugar para tomar decisiones, aumenta la calidad de políticas públicas para atender la demanda de uno de los sectores más empobrecidos y en peores condiciones de desigualdad. Así lo expresa Gené: “La falta de mujeres en muchos espacios de poder, más allá de la paridad y de los lugares a los que van accediendo, es un problema. La rosca es uno de los lugares donde se negocian cargos, presupuestos, poder real. Tiene que haber más mujeres y eso va a hacer que sea mejor la política”.

 

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