Empecemos con las dos ideas que no funcionaron, funcionan ni funcionarán.
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Empecemos con las dos ideas que no funcionaron, funcionan ni funcionarán.
Uno. Controlar precios como pilar de un plan de desinflación: no. La inflación es el aumento generalizado de precios. Si pudiéramos controlar todos los precios y mantenerlos fijos, automáticamente lograríamos frenar la inflación. Esta estrategia es tan bonita como imposible. De hecho, dos estudiosos de los planes de estabilización nombraron como poetas a quienes pretenden frenar el fenómeno inflacionario únicamente con controles de precios.[1]
Más allá de lo evidente que resulta darse cuenta que los precios no son algo que un decisor o decisora de política puede definir a discreción e indefinidamente, es necesario resaltar que además los controles temporarios pueden volver como un boomerang cuando se los libere, acelerando la inflación.
Dos. Omitir la relevancia de la política monetaria y fiscal en un plan de desinflación: no. Esta idea suele sostenerse en contraposición de quienes aseguran que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Sin embargo, no reconocer los canales por los cuales la política monetaria afecta la inflación, solo te ubica en el lugar de quienes... no logran bajar la inflación.
La expansión de la oferta de dinero en un contexto donde su demanda no crece al mismo ritmo es una de las causas inflacionarias. Los pesos no demandados presionarán al dólar en el mercado de cambios provocando una devaluación. Esto es independiente de si tienen razón quienes afirman que la inflación es monocausal (monetaria) o multicausal.
Ahora vayamos a los dos hechos que sí sabemos que son relevantes para el diseño de un plan.
Anclas nominales y la precondición para una estabilización exitosa. La experiencia muestra que siempre en los procesos de estabilización el tipo de cambio real se aprecia. Esto sucede tanto si se utiliza el tipo de cambio como ancla o se procura estabilizar a través de un ancla monetaria. Dado que el tipo de cambio se aprecia, el déficit de cuenta corriente se incrementa pudiendo generar tensiones en el mercado de cambios.
El diseño de un plan de desinflación exitoso debe procurar que haya margen para que esto suceda sin que ocurra una crisis cambiaria luego. Es decir, es necesario que al momento del lanzamiento del plan el tipo de cambio se encuentre en un nivel depreciado y con margen para perseguir un sendero de apreciación sin que el déficit de cuenta corriente se torne insostenible.
Un punto similar debe hacerse con el nivel inicial en el cual deben partir las tarifas de los servicios públicos para luego poder ser utilizado como ancla inflacionaria. La corrección debe ser previa al lanzamiento del plan.
Se va a necesitar financiamiento externo: si me creen el hecho estilizado que les conté en el punto anterior, resulta evidente que durante el proceso de desinflación se va a necesitar financiamiento externo. Este financiamiento externo es el que permite incurrir en déficit de cuenta corriente por el período de tiempo necesario para que el ancla cambiaria actúe, la desinflación se consolide y las expectativas inflacionarias se anclen en un nivel bajo. Es decir, sin financiamiento externo, la desinflación es una tarea de muy difícil concreción ya que el tipo de cambio tendrá poco margen para apreciarse sin tornarse insostenible.
¿Qué sacamos en limpio? Sabemos que la utilización de controles de precios como principal herramienta de desinflación no serán efectivos y que tampoco es posible lograr la estabilidad de precios si la política monetaria y fiscal no acompaña. Por otro lado, hay evidencia de que un plan de estabilización exitoso requiere que los precios relativos relevantes (tipo de cambio) se encuentren en niveles altos al inicio del plan para poder apreciarse a lo largo del proceso de desinflación. Esta trayectoria provocará déficit de cuenta corriente que deberá ser financiado con endeudamiento externo (público o privado) durante todo el proceso de estabilización.
En resumen, para que 2022 sea un año de estabilización tenemos que: (1) abandonar las historias de poetas; (2) asumir que la consolidación monetaria y fiscal es necesaria; (3) procurar que el tipo de cambio real no comience el año apreciado; (4) hacer los deberes para volver a tener acceso al financiamiento externo a tasas de interés razonables.
[1] Dornbusch, Rudiger y Mario Henrique Simonsen. "Inflation Stabilization with Incomes Policy Support," Inflation Stabilization with Incomes Policy Support, pp. 1-48. New York: Group of Thirty, 1987.