LETRA P EN EUROPA

Bitácora, día 2: el misterio del peronismo y el pavo real

Alberto Fernández y el primer ministro portugués, Antonio Costa, compartieron más de tres horas en Lisboa, un almuerzo y una jugosa charla sobre política.

LISBOA (Enviada especial) No todo fue deuda y pandemia. En el extensísimo encuentro que compartieron el presidente Alberto Fernández y el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, en el Palacete São Bento de esta ciudad, también hubo tiempo para hablar de cultura, tango, fado, Astor Piazzolla y literatura y para dedicarle un tiempo a tratar de explicar y comprender el peronismo.

 

“El ser humano evoluciona y tiende a ser peronista”. El canciller Felipe Solá citó a Pedro Saborido durante el almuerzo en el que Costa, como en la gira anterior Ángela Merkel, fue en busca de explicaciones sobre la doctrina del justicialismo. El primer ministro escuchó, se rio y cerró con una broma: “Bueno, denme tiempo”.

 

El almuerzo transcurrió en una charla más que amena. Fernández remarcó en varias oportunidades durante la gira la sintonía política que siente con el gobierno de Portugal y la mirada que comparte con Costa sobre el mundo. La relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la visión sobre la salida de la crisis económica, la pandemia y la necesidad de trabajar en la justa distribución de vacunas en el mundo fueron marcan las coincidencias formales, que los dos jefes de Estado analizaron en la reunión previa al almuerzo que mantuvieron junto a funcionarios de los dos gobiernos.

 

El encuentro comenzó apenas pasadas las 11.35, cuando Fernández arribó a la residencia lusa y Costa salió a su encuentro al grito de “Alberto, qué placer verte, esta vez como Presidente". El mandatario argentino había bajado del auto llamándolo “mi amigo Antonio”. La calidez del saludo inicial marcó el resto de la jornada.

 

Como el domingo con el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, Costa y Fernández mantuvieron primero un encuentro a solas, que se extendió durante 45 minutos, antes de pasar al salón donde mantuvieron una reunión ampliada, que duró más de una hora, de la participaron Solá, el ministro de Economía, Martín Guzmán; los secretarios general de Presidencia, Julio Vitobello; de Comunicación y Prensa, Juan Pablo Biondi, y de Culto, Guillermo Oliveri, y el embajador en Portugal, Rodolfo Gil.

 

Después, los mandatarios dieron una declaración conjunta y respondieron preguntas a la prensa, en una conferencia de la que participaron medios portugueses y los argentinos que viajaron desde Buenos Aires con el Presidente, entre los cuales está Letra P. Durante la rueda de prensa se escuchó en varias oportunidades y tapó en algunas ocasiones la voz del Presidente el sonido que hacía el pavo real que habita en el jardín de la residencia, que se llevó la atención de todos los visitantes. Terminada la conferencia, se retiraron para almorzar junto a los funcionarios.

 

Durante el almuerzo que ofreció el portugués, que consistió en abadejo con papines, las delegaciones dejaron de lado las cuestiones económicas y la política coyuntural para adentrarse en asuntos culturales. Fue Costa quien hizo sonar unos fados en su teléfono celular y los comparó con el lamento que transmite el tango.

 

Eso llevó a una mención a Astor Piazzolla, a quien el Presidente refirió como un conocido antiperonista y Costa comenzó con las preguntas sobre el Perón, Evita y el peronismo.

 

Como a Rebelo de Sousa, el Presidente también le relató a Costa sus varias visitas a Portugal mientras ejercía como profesor en la Universidad de Salamanca, en España. Fernández contó que, en aquel entonces, solía manejar con frecuencia su auto por la costa hasta Oporto, una ciudad portuguesa que queda a unos 200 kilómetros de Salamanca.

 

Luego del almuerzo, Fernández y la comitiva se dirigieron directamente hacia el aeropuerto Humberto Delgado, desde donde salió el vuelo hacia Madrid. La comitiva arribó a Barajas a las 18.35, hora española.

 

La sede central de la UCR bonaerense.
Juan Schiaretti y Javier Milei se vieron hace un año en los debates. No volvieron a cruzarse.

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