El aumento sostenido de los casos del nuevo coronavirus, la constatación de que ya circulan en el país las nuevas variantes y las advertencias del gobierno nacional y las medidas anunciadas por el bonaerense ante lo que considera una situación “casi explosiva” provocan un déjà vu de lo que el país vivió un año atrás. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido entonces, las autoridades no dan muestras de avanzar hacia una cuarentena estricta. Las limitaciones son tres: la menor –¿nula?– tolerancia social a un aislamiento duro, el ínfimo margen que da la economía y la inminencia de la elecciones legislativas.
Para el Gobierno es crucial que las señales de recuperación se consoliden, con un rebote de la actividad que el ministro Martín Guzmán cifró hace poco en una base del 7%. Asimismo, que la inflación no se aparte demasiado de la meta presupuestada del 29 al 33% y que el déficit fiscal primario –antes del pago de deuda– no escale por encima del 4,5% del producto bruto interno (PBI) o resulte algo menor, para allanar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), al parecer, después de los comicios.
El economista Gustavo Reija le dijo a Letra P que “el comienzo de la segunda ola de covid-19, ahora complejizado por la aparición de nuevas cepas, hace surgir una presión adicional sobre la economía. Si bien la vuelta a un cese de actividades como el de abril del año pasado no parece hoy viable ni social ni políticamente, sin dudas habrá que considerar restricciones parciales y apoyo económico a sectores y personas”.
“No veo la posibilidad de un cierre generalizado como el de 2020 porque este es un año electoral en el que se va a priorizar la economía", señaló en diálogo con este medio Federico Furiase, director de la consultora Eco Go y profesor en la Maestría de Finanzas en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Y agregó que "por otro lado, no hay financiamiento disponible como para respaldar un nuevo incremento del gasto público, ni posibilidad de emitir pesos sin que se vayan rápidamente al dólar, generando mayor brecha cambiaria e inflación. Recordemos que tampoco hay nafta en el tanque de las reservas del Banco Central. Por último, la gente no lo acataría; esa es una herramienta que ya se perdió”.
“Si los contagios siguieran escalando y una segunda ola se instalara plenamente, sí parecería posible que el Gobierno realice cierres parciales, acotados a ciertos lugares y por un tiempo determinado”, añadió.
Julia Segoviano, economista de la consultora LCG, puso el dedo en una llaga abierta al señalar que más allá de las cuestiones macroeconómicas, “el principal riesgo es la situación social. En realidad, se trata de un combo porque si hubiera un riesgo cambiario y siguieran cayendo las reservas, eso quizás motivaría una devaluación que empeoraría la inflación y la pobreza”.
“En ningún país, y en Argentina menos por el nivel de pobreza que tiene, superior al 40%, hay espacio para un lockdown fuerte que vuelva a dejar a tanta gente sin trabajo y sin ingresos. Sin embargo, si los contagios recrudecieran mucho, entraríamos en el trade-off conocido, que lleva a evitar un colapso sanitario”, explicó en diálogo con Letra P.
Ante ese escenario eventual, Reija recordó que “el Presupuesto no contempla partidas específicas para atender gastos por covid-19. En su momento planteé esto como un error”.
De acuerdo con este economista, “cualquier apoyo económico repercutiría en mayor déficit fiscal por aumento del gasto y menor recaudación por la restricción de actividades. ¿Podría ese mayor gasto financiarse con colocación de deuda en pesos en el mercado interno? Eso dependería del volumen. Si bien el Tesoro viene obteniendo buenos resultados en materia de financiamiento, la poca profundidad de nuestro mercado hace que el peligro de desplazamiento de crédito desde el sector privado hacia el público, efecto conocido como crowding out, sea creciente”.
“La emisión monetaria, a través de adelantos transitorios, seguramente financiaría el faltante, agregando pesos a una economía en la que la demanda no crece. La política de administración del dólar oficial, con crawling peg por debajo de la inflación, y la intervención con venta de reservas para comprar bonos y controlar los mercados de dólar MEP y CCL vienen siendo efectivas, pero son frágiles y transitorias”, completó.
“Si hubiera un lockdown duro, el Gobierno volvería a pensar en cierta asistencia, pero eso implicaría más emisión sobre un nivel de inflación realmente preocupante como el actual, que les pega sobre todo a los estratos más pobres”, advirtió Julia Segoviano.
El economista de Eco Go llamó la atención sobre un punto interesante: ¿qué ocurriría si la pandemia se acelerara en el país incluso en el caso en que el Gobierno evite las medidas de restricción más lesivas para la actividad?
“Por más que el Gobierno no cierre la actividad, habría un impacto macroeconómico. En concreto, aunque un restaurante esté abierto, en ese escenario la gente no iría. Eso implicaría un riesgo en términos de la recuperación de la recaudación y de la trayectoria fiscal, lo que probablemente exigiría al Banco Central realizar una emisión mayor que la proyectada. Toda esa incertidumbre, eventualmente, derivaría en mayor presión sobre la brecha cambiaria. Claro que ese escenario implicaría, en principio, un enfriamiento de la inflación, pero eso no necesariamente sería así dada la inercia de precios actual”, alertó.
Furiase da en la tecla. Con o sin cuarentena dura, si el cuadro sanitario se agravara, los efectos económicos serían los mismos en lo conceptual, aunque sí variarían en magnitud.
Sin embargo, lo anterior también presenta matices. En la primera ola, la era del Gran Confinamiento, la recesión resultó muy dura tanto en los países que cerraron más la actividad como en los que fueron más cautelosos. Suele decirse que la Argentina sufrió más que el resto con su recesión del 9,9%, pero ese argumento omite el hecho de que la economía nacional caía al 4% incluso antes de la pandemia, por lo que el efecto covid-19 no resultó muy diferente al de otras naciones.