Lo primero que Gabriel Somaglia les sugirió a los jueces en charlas informales a poco de asumir como secretario de Justicia del gobierno de Omar Perotti fue “salgan del Facebook”. Les estaba señalando que las fotos de los magistrados con la torre Eiffel de fondo o bajo las luces londinenses de Piccadilly Circus alimentan la ardiente percepción ciudadana sobre la justicia y sus privilegios, un punto que la administración santafesina quiere revertir. Ese tipo de intermediación es la carta fuerte de Somaglia, que volvió a la Secretaría de Justicia tras ocuparla de 2003 a 2007 durante el último gobierno peronista antes de los 12 años del socialismo en el poder. Perotti lo tiró de nuevo a la cancha para que articule los consensos con el Poder Judicial y amortigue los conflictos políticos-judiciales que abundan en Santa Fe.
Todo gobierno necesita un mecánico judicial que mantenga el auto encaminado en la ruta y, en lo posible, sin tener que engrasarse las manos ni bajar a la fosa. Perotti lo tiene. Para esa tarea, despliega los más de 30 años de ejercicio profesional, los kilómetros de pasillo de Tribunales caminados, las horas renegando en mesa de entrada o el tanteo de una causa con un prosecretario porque el juez estaba ausente. Saludar, conversar, hacer nexos en la mole judicial, ese ha sido su patrón. El otro que implementa como secretario: tratar de ‘su señoría’, pero con cercanía de cafetín.
Una máxima no escrita del arte del operador judicial es conceder cuando sea necesario, dar algo de cuerda. Otra es confrontar solamente lo que el nivel jerárquico judicial permita y no mucho más. Hay mucho de tacto y empatía en esa labor silenciosa y Somaglia sabe caminar sobre el riesgo de quedar bien con todos. También gravita con los pocos con quienes no se debe quedar mal. Por ejemplo, su clave en el vínculo con la Corte Suprema santafesina es que doma el contraste explícito de sus ministros.
Tiene una buena llegada con el actual presidente del máximo tribunal, Roberto Falistocco, quien representa a Rosario en la grieta que se hace con la ciudad de Santa Fe. Y, por el otro lado, sabe mantener el vínculo con Rafael Gutiérrez y no perder el rumbo con el ministro que más adoba con política su cargo y viceversa. Incluso, Somaglia repite ese equilibrio amable con los supremos de la Corte nacional Horacio Rosatti y Ricardo Lorenzetti, ambos santafesinos.
Hizo las buenas migas en un amplio mantel judicial: desde manejar la Caja Forense a estar al frente del Colegio de Abogados. También llenó el determinante casillero del Consejo de la Magistratura de Santa Fe como presidente y jurado.
El barro político
El Ministerio de Justicia se unificó con el de Gobierno y su ministro, Roberto Sukerman, les pone confrontación pública a los conflictos. Somaglia no aporta ese perfil, no arma puentes en silencio para convertirlos en un patíbulo público. Esquiva a los rivales con soltura, como comentan que hacía cuando jugaba al fútbol. Esto se evidenció en la serie de avances de parte del Senado contra el Ejecutivo y el Ministerio Público de la Acusación (MPA).
La comisión de seguimiento del desempeño a fiscales y la resolución que pide a un juez cerrar la causa contra el senador Armando Traferri desataron un escándalo institucional que no tuvo la centralidad ni la atención pública requeridas por parte del ministerio ni la Secretaría de Justicia. Por otro lado, los problemas del gobierno en seguridad exponen una carencia vital: las áreas de Justicia y Seguridad no trabajan en tándem como muchas gestiones modernas lo hacen. La persecución criminal debe tener una pata política y hoy está en falta.
Libros y Vicentin
Somaglia resalta su experiencia académica para que su perfil no se limite a un articulador de intereses. Es abogado especializado en Derecho Comercial y docente universitario desde hace 30 años. Ha publicado artículos en revistas jurídicas sobre su especialidad y ha dado asistencia legal para empresas desde su propio estudio jurídico. Todo esto lo logró volcar en la gestión pública, por ejemplo, en el caso Vicentin.
Cuando el conflicto se ahogaba en la grieta política, logró darle un marco de esperanza a la novela. Ante las indefiniciones que reinaban en el gobierno santafesino y nacional, propuso salir por arriba: esto se resuelve con el libro de Sociedades en la mano. Sumó puntos al margen de frustrarse los planes por los obstáculos de los dueños de la compañía. Le dio a Perotti herramientas para pararse al frente del conflicto que tomó repercusión nacional.
El secretario repite que la reformulación del sistema procesal penal la estructuró su área durante el gobierno de Jorge Obeid (2003-2007). Así, le quita la medalla al socialismo de hacedor, quien fue quien la puso en funcionamiento en 2014. A raíz de esa reforma nació el Ministerio Público de la Acusación (MPA), institución que, entre la impronta estructural que le dio el socialismo y las falencias por una autonomía que no termina de hacer pie, genera ciertas tensiones con el oficialismo que no son conducentes.
Esta semana Somaglia sintetizó toda su labor con la presentación de una interesante hoja de ruta denominada Santa Fe + Justicia, un programa estructural para la integración y acceso ciudadano. Metió mano a sus hilos y logró la firma de todos los actores del Poder Judicial, desde la Corte al gremio, y también del presidente de la Cámara de Diputados y Diputadas, el opositor Miguel Lifschitz, pero no invitó al Senado. Así, contuvo al Poder Judicial y le hizo el vacío a las ofensiva de Traferri y compañía.