Los mercados financieros internacionales rebotaban módicamente este lunes después de su más reciente "viernes negro". El sube y baja seguía la cadencia de los estados de ánimo de los inversores acerca de la más reciente e inquietante noticia sobre el nuevo coronavirus: la detección de la variante ómicron en Sudáfrica, plagada de mutaciones que la harían mucho más transmisible que la ya supercontagiosa delta y acaso menos sensible a las vacunas disponibles. La posibilidad de nuevos cierres de fronteras –algo que ya se empieza a observar– y hasta de una reedición de los confinamientos a gran escala no es solo el desvelo de quienes mueven dinero. Tal escenario –por ahora hipotético– resultaría dramático para el gobierno del Frente de Todos en momentos en que busca consolidar el rebote de la actividad, ordenar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), contener la corrida contra el peso y los títulos públicos y, en definitiva, mejorar su desempeño y dar vuelta la reciente derrota electoral en 2023.
La variante delta había suscitado fantasmas similares a mediados de año. Comprobadamente mucho más transmisible que las anteriores, sin embargo, siguió mostrando sensibilidad a las vacunas.
Eso permitió a países como la Argentina acelerar con las campañas de inoculación, al punto de que nuestro país hoy muestra una cobertura similar o incluso mayor que las de potencias como Estados Unidos o Alemania. Eso y no otra cosa explica el respiro de la temporada primavera-verano que la ómicron viene a poner en peligro.
Debido al gran número de mutaciones que presenta, la variante ómicron –decimoquinta letra del alfabeto griego sobre un total de 24– "podría tener la capacidad de escapar a una respuesta inmunitaria y darle una ventaja en términos de transmisibilidad", advirtió este lunes la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un comunicado. "La probabilidad de que se extienda a nivel mundial es elevada", añadió, por lo que "podría haber en el futuro picos de covid-19 de consecuencias severas".
Los mercados respondieron el viernes a la novedad de la peor manera. Wall Street sufrió su mayor caída del año, 2,53%. En Europa, los desplomes fueron del 4 al 5 por ciento, mientras que la cotización del petróleo se destrozó más de 10%. En medio del miedo, los inversores buscaron el refugio de los Bonos del Tesoro estadounidense, cuyos rendimientos a diez años cayeron bruscamente del 1,64% a 1,48%. Este lunes, el rebote resultaba natural, aunque quedaba lejos de recuperar todo lo perdido en esa rueda aciaga.
En el último reporte que envió a sus inversores, el fondo XP Investments dijo que cree "con mucha fuerza" que "ya no hay capacidad política para que los gobiernos de todo el mundo apliquen cuarentenas draconianas".
"Una prohibición de los desplazamientos internacionales sí es posible", agregó.
De hecho, numerosos países ya cancelaron los vuelos desde el sur de África –desde Sudáfrica, Namibia, Lesoto, Suazilandia, Botsuana, Mozambique, Zimbabue y Malaui– y, al cierre de este artículo, al menos dos –Israel y Marruecos– se habían aislado de todo el mundo. La ómicron, en tanto, ya está presente en los cinco continentes aunque, por ahora, solo ha sido detectada en viajeros y, con la excepción de África, sin circulación comunitaria. Todo indica que, cuando eso ocurra, se hará predominante a gran velocidad.
Sin embargo, no se descarta que las vacunas actuales sigan sirviendo para la nueva variante, aunque sea de modo acotado. Además, al menos en Italia, ya se trabaja en un suero que la incluya y, según se reporta desde Sudáfrica, hasta ahora parece estar provocando cuadros clínicos leves o moderados. El problema es que la ómicron llega cuando varios estados de EE.UU. con bajo nivel de vacunación y países como Alemania, Austria, Reino Unido y otros de Europa experimentan récords de contagios e internaciones por la delta, lo que les deja nulo margen para asumir una dificultad que se superponga.
Si el futuro cercano fuera tan malo como algunos temen, el mundo podría volver a los días del Gran Confinamiento de 2020, algo que sería letal para la recuperación argentina.
Los viajes podrían frenarse, el sector turístico podría naufragar de nuevo y el comercio internacional se interrumpiría en buena medida, todo lo cual limitaría el ingreso de dólares a la Argentina justo cuando más lo necesita para contener las expectativas de megadevaluación.
Con menor comercio, los precios de las materias primas que exporta el país podrían mermar, así como las inversiones en el gas y el petróleo no convencionales de Vaca Muerta, toda una complicación para el objetivo de nutrir reservas internacionales escasas.
En dicho escenario, las necesidades sociales deberían ser abordadas con una nueva ronda de subsidios amplios, lo que volvería a disparar el rojo fiscal y provocaría un problema serio en la negociación con el Fondo. El exceso de pesos sería, además, un seguro de sobreendeudamiento –dada la necesidad de que el Banco Central salga más adelante a absorberlo– y de mayores presiones sobre los tipos de cambio paralelos.
Pero esas son posibilidades que explican los temores de quienes mueven dinero y tironean del piso debajo de los pies de gobernantes y de las sociedades que sufren las consecuencias en todo el mundo. Lo que sí es claro es que, mientras no se aborde la pandemia como lo que es, un fenómeno global, y mientras África tenga un promedio de vacunación de solo el 7%, el virus SARS-CoV-2 seguirá circulando y mutando libremente y ningún país, por rico que sea para acopiar vacunas, estará a salvo.
Por ahora, sin embargo, es mejor mantener la calma. Todavía no son las 12 de la noche y es muy temprano para el corchazo. En Argentina, lo mejor será vivir el alivio actual con cuidado y más vacunas, mientras se mira de reojo la situación y se piensan eventuales planes B.