SANTA FE EN LLAMAS

Perotti, en la encerrona de la inseguridad y los demonios internos

La violencia en Rosario y sus consecuencias políticas lo arrinconan. Graves acusaciones de espionaje condimentan una interna feroz. El karma Sain.

La inseguridad en Santa Fe pasó de ser un problema central de gestión a uno neurálgico político que empuja hacia una crisis al gobierno de Omar Perotti. Al escenario de la violencia desbocada, se le sumó una interna salvaje en el Ministerio de Seguridad que explotó con una denuncia de espionaje ilegal contra los funcionarios que dejó el exministro de Seguridad, Marcelo Sain. Toda esa bomba depositada en el centro de la política santafesina no puede ser ajena al gobernador, quien se ve en una encerrona para desactivarla en lo inmediato.

 

Perotti parece no poder salir del tema desde que lo puso como eje central de su campaña. Le da vueltas y vueltas, y no sólo no puede ponerle el cascabel al gato, sino que el gato se pone más salvaje. Parece estancado por más que haya intentado salir por arriba y abrirle la mesa a la oposición. No alcanza para un problema que no sólo es de pólvora. “No hay crisis institucional, ni política, ni sistémica”, repartieron desde el gobierno para intentar bajarle el tono a la situación.

 

La cuestión es más compleja que los números de la violencia. Tiene un trasfondo que se juega en el Ministerio de Seguridad, también con la policía santafesina que aún mantiene su pata oscura y dañina, y con el Ministerio Público de la Acusación (MPA) que puso el dedo en la llaga con los allanamientos en la sede de Seguridad para determinar si las personas que llegaron con Sain a la provincia realizaron tareas de espionaje ilegales. No solo salpicaría a la docena de figuras que acaban de renunciar sino que será un incordio para la responsabilidad de Perotti, jefe del gobierno. 

 

Lo cierto es que la crisis no se limita sólo al área de Seguridad sino que termina exponenciando el déficit y vacío de otras carteras, por ejemplo, en el ministerio de Gobierno, hoy al mando del rossista Roberto Sukerman, quien terminó desdibujado a la fuerza y sabiendo que en diciembre habría un recambio. La renovación se demoró y tuvo sus consecuencias. 

 

El gobernador demuestra estar rengo en el Gabinete justo cuando le estalla una crisis de semejante gravitación. Lo agarra sin reacción, sin alguien que contenga, ni un funcionario que hable o ponga la cara. Vuelve a pagar los costos de no abrir el juego y centralizar su política.

 

Además, el problema del Gabinete rengo no es sencillo de solucionar: primero, convencer a alguien que no sea paracaidista a que agarre este fierro caliente; y segundo, cómo conseguir una docena de funcionarios con conocimiento profundo en Seguridad para llenar esa cartera que no puede estar vacante muchos días. El ministro Jorge Lagna se mantiene y para el resto es todo una incógnita. Quizás se recueste en la experiencia de la policía, algo contradictorio después del experimento Sain.

 

A la hora de intentar salir de esta situación, Perotti se choca con dos cuestiones. Por un lado se expone el vínculo del gobernador con el resto del PJ. ¿Habla con dirigentes? ¿Se apoya en ellos? ¿Paga el costo de centralizar todo?

 

El otro tema que asoma es la embestida de parte de la oposición, que no se sabe hasta qué punto podría estar dispuesta a avanzar en un escenario institucional por momentos turbio. Diputados dijo sí a la convocatoria con el gobernador para el miércoles; una eternidad con todo lo precipitado. Allí buscará respaldo político en algunas leyes, como la de emergencia en seguridad. Se prometen trapitos al sol más allá de la vocación de colaboración. 

 

Probablemente, Perotti haya acertado con la idea de reestructurar la policía, acabar con los vicios y purgarla, pero calibró mal. Creyó que con el conocimiento de Sain más su conducción alcanzaba, pero entre desavenencias, embarradas propias y ajenas, la ineficiencia, y los violentos sin límites, naufragó en un mar de olas gigantes. 

 

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