Carlos Caserio está más relajado de lo que podría imaginarse luego del resultado adverso en las PASO y una campaña en la que al Frente de Todos (FdT) cordobés las cosas no se le hicieron más fáciles. Sabe que su continuidad en el Senado, en el que busca retener su banca al tope de la boleta del oficialismo nacional, depende de un milagro electoral, pero eso no parece perturbarlo. “Siento que voy a tener continuidad desde el lugar en el que me toque estar”, dice a Letra P, horas antes de la elección del domingo.
-¿Esperaba esta postura opositora de Schiaretti en la segunda parte de la campaña?
-Siempre tuvo ese sesgo. Se confirmó cuando en 2019 dijo que cualquier Presidente le daba lo mismo, en plena campaña. Al principio, parecía una estrategia para seguir aislando a Córdoba en pos de negociar algún tipo de beneficio, pero ahora me parece que se corrió el disfraz y dejó muy claro que es un opositor al Gobierno. No comparte ni el proyecto ni las políticas. Puede que haya sido sorpresiva su decisión de poner las cosas blanco sobre negro, pero es muy difícil volver de ese tipo de posturas.
-¿Schiaretti tenía otra actitud con Mauricio Macri, cuando usted presidía el PJ local? ¿Cómo se comprendía eso dentro del partido?
-Más allá de lo institucional, había una relación muy cálida entre Schiaretti y Macri. De hecho, el Gobernador es una persona muy parca y Macri lo subía al escenario para hacerlo bailar y a hacer toda esa huevada que hacían cuando estaban juntos. Repito que eso podría entenderse en el marco de una estrategia de tipo especulativa, que es algo muy común en la política; pero la cosa cambió con Alberto Fernández, un Presidente que lo trató de un modo extraordinario. Córdoba es una de las provincias más beneficiadas por la actual gestión. Sin embargo, el gobernador salió con una hostilidad tremenda contra el Gobierno.
-¿Es contra Fernández o contra Cristina Kirchner?
-Decirle “kirchnerismo” al Gobierno es un verso cordobés para que crean que los peronistas son otra cosa. Lo hacen para tratar de disimular la hostilidad contra el Presidente, que es realmente muy grande.
-¿Qué tan difícil fue esta campaña para el FdT en Córdoba?
-Es muy difícil defender a un Gobierno que no comunica bien. Le costó mucho a la administración nacional comunicar todo lo que se hizo en Córdoba y, por más que uno sea vocero de esa gestión, se dificultó mucho llevar el mensaje cuando la mayor parte de los medios no te amplifica.
-¿Es posible que, tras los resultados del domingo, aparezcan condiciones para pensar en la unidad del peronismo cordobés?
-La militancia peronista siempre está pensando en la unidad, el problema son los dirigentes. Schiaretti ya comunicó que va a conformar un partido provincial, por lo que esto no será más el peronismo de Córdoba, sino una mezcla de diferentes fuerzas. Entonces, esa unidad desde lo ideológico y lo conceptual con un proyecto común para el futuro del país está cada vez más lejos.
-¿Qué piensan en el resto del país de Schiaretti y esta cruzada antiporteña que decidió emprender?
-Yo no sé lo que piensa el país, pero los dirigentes políticos del peronismo nacional tienen claro que Schiaretti ya fue, no lo consideran un gobernador peronista. Cualquiera puede decirse peronista, pero si estás con Macri no podés serlo. Por otro lado, la cruzada antipuerto es para la gilada, para levantarle la autoestima al hombre del interior que ve a un Gobierno con la mayor parte del gabinete del AMBA y siente que eso es centralismo. En ese sentido, la llegada de Juan Manzur le dio una impronta más federal al Gobierno. Nos vino muy bien.
-Luis Juez también es un viejo conocido suyo. ¿Cómo explica su resurgimiento en la política cordobesa?
-Siempre fue y vino, y resurgió muchas veces. En 2019 entró al Congreso de casualidad, colgado en la lista de diputados de Juntos por el Cambio. Con todo respeto, el electorado cordobés no termina de definir su perfil y Juez se aprovecha. Es un dirigente que tiene un modo chistoso pero incisivo, que pega duro pero lo hace desde el chiste cordobés, cae bien en las barriadas populares, pero me parece que siempre es un gran enigma. Es un fenómeno que crece en los momentos de dificultades. Hay que ver si puede sostenerse en las primeras planas fuera de las elecciones legislativas.
-¿Cómo imagina el país del lunes 15?
-Vamos a despertar en un país que habrá superado la tensión electoral. El peronismo seguirá gobernando y tenemos un Presidente y una vicepresidenta sumamente capaces para encabezar la recuperación, que ya se está observando. Soy muy optimista y pienso que en los dos años que quedan el Gobierno va a desarrollar todo el potencial que tiene para llegar a 2023 con un pueblo argentino que va a reconocer nuestro trabajo. Estoy convencido de que vamos a dejar un país mejor que el que recibimos.
-¿Cómo se imagina usted después de las elecciones?
-Soy un militante político, más allá participar en las diferentes estructuras del Estado. Me encanta la política y siento que voy a tener continuidad desde el lugar en el que me toque. En política no siempre tenés posibilidad de elegir, y tenés que estar en el lugar en el que los compañeros que están al lado tuyo te impulsan y te sostienen. Siempre voy a estar dispuesto a trabajar para llevar adelante las políticas públicas que se necesiten para impulsar un proyecto de país.
-¿Qué tan lejos está 2023?
-Está cada vez más cerca, sobre todo a partir del momento en que dejemos atrás la pandemia. Todo se va a acelerar y creo que va volver la esperanza y renacerá la previsibilidad. A la gente se le irá yendo la bronca y las cosas van a ir mejorando. Vamos a hacer muchas cosas que antes no pudimos. Me parece que la vida de las personas, de la política y la gestión van a tener una dinámica excepcional.