La vuelta de tuerca aplicada reciente recientemente a la operatoria con el dólar paralelo tuvo vida corta. En lo que va de la semana, las cotizaciones crecen alrededor del 5%, lo que elevó la brecha con el tipo de cambio oficial al 80% y pone renovada presión sobre la política económica, cuyos niveles de libertad están tan restringidos como los de los ciudadanos en medio de la cuarentena.
Pasado el mediodía de este martes, el dólar “contado con liquidación” (CCL) y el “dólar bolsa” o “MEP” (Mercado Electrónico de Pagos) cotizaban en torno a 120 pesos, recortando avances que habían llegado en la apertura al 2%, esto es con paridades superiores a 122. Cabe recordar que ambas operatorias son legales y que surgen de la compra de activos financieros en pesos para su reventa en dólares, conversión de la que surge la cotización. El CCL se completa en el exterior, por lo que los dólares resultantes quedan depositados fuera del país, al revés del “bolsa”, cuyo producto queda en la Argentina. Ninguna de esas modalidades afecta las reservas del Banco Central.
Por otra parte, en vista de los crecientes controles, el blue, ilegal, se mantenía firme en 127 pesos.
Julia Segoviano, economista de la consultora LCG, explicó en diálogo con Letra P que “con un cepo tan restrictivo, que limita las compras a 200 dólares, era esperable que el dólar paralelo no se mantuviera mucho tiempo por debajo del oficial”. “Que la brecha se ampliara era cuestión de tiempo –enfatizó–, pero el problema es que se aceleró mucho en el último tiempo y ya está en niveles bastante altos”.
Sobran las razones para dar cuenta de esta tendencia. Lucía Pezzarini, analista de Ecolatina, comienza por el contexto internacional, dado por “un apetito creciente por el dólar y una devaluación de las monedas de todos los países de la región. Esto se agrava en el plano local porque toma al país en medio de un proceso de reestructuración de la deuda, que si bien en los últimos días generó un poco más de optimismo en el mercado por la extensión del plazo de negociación, este no alcanza para frenar los incentivos a dolarizarse”.
“En la Argentina, a quien le sobra un peso, lo pasa a dólares y los controles tienen un efecto muy limitado que pueden servir al principio pero que finalmente no alcanzan”, le dijo a Letra P.
En el plano más estrictamente local, Segoviano menciona, en primer lugar y en vinculación con las necesidades de gasto impuestas por la pandemia, “la mayor emisión de pesos, que es la forma de financiamiento que encuentra hoy el Estado pero que se pueden volcar al dólar. Esto, tal vez, no es un problema tan grave en lo inmediato, pero influye y puede hacerlo más en el futuro”.
Asimismo, en la misma línea que su colega de Ecolatina, la economista de LCG alude a la recortada efectividad de las medidas crecientes de control. En el vuelo de los paralelos, “también impacta la represión financiera, dada por la vigencia de tasas reales negativas (NdR.: descontada la inflación) y medidas como las que obligan a los fondos comunes de inversión a conservar el 75% de sus tenencias en pesos, por más que los inversores no prefieran esos instrumentos. Esto se ve se combina con la mayor emisión y lleva a que muchos busquen refugiarse en el dólar paralelo”.
“Todos estos factores se combinan para presionar continuamente sobre la brecha y las medidas del Banco Central fueron parches, no unas capaces de evitar que los pesos se vuelquen al dólar”, completó Segoviano. “Los contextos de incertidumbre siempre llaman a refugiarse en lo más seguro, que hoy sería el dólar”.
Lucía Pezzarini, en tanto, explicó el dilema que la ampliación de la brecha cambiaria impone a la política oficial.
“El problemas pasa, en primer lugar, por la generación de expectativas de devaluación. Además, estos niveles de brecha, cercanos al 80%, la cotización del dólar paralelo empieza a entrar en la ecuación de la formación de precios”, dijo.
“Además hay que analizar cómo impacta esta tendencia sobre el comercio exterior. Por un lado, desincentiva la liquidación de exportaciones, lo que se tiene que hacer a 67 pesos menos retenciones, cuando los tipos de cambio paralelos se acercan a 120. Así, el que tiene espalda espera a que se devalúe un poco el tipo de cambio oficia, explicó.
Por otra parte, “quien puede adelantar una importación porque percibe que el tipo de cambio esta atrasado y cree que se va a seguir moviendo, lo va a hacer”, algo tal vez menos relevante en lo inmediato debido a la parálisis del consumo y la producción que requiere de partes e insumos provenientes del exterior.
“Toda esta tendencia impacta sobre el tipo de cambio oficial, porque el Central tiene que hacer un mayor esfuerzo para controlar la cotización vendiendo reservas, algo que por ahora puede hacer porque el acceso al dólar oficial está muy restringido”, señaló Pezzarini.
Ante este escenario, surgen más versiones sobre nuevas medidas de control del Banco Central. Como eso no corregiría los incentivos de fondo para dolarizar carteras, solo supondría un capítulo más de Tom y Jerry, en el que el dólar, después de frenarse momentáneamente, siempre se vuelve a escapar.
En esa puja se dirime la posibilidad de que el Gobierno evite una tormenta económica perfecta o que, limitado por las urgencias y el contexto, no pueda evitar introducirse de lleno en ella.