No hay pelea entre Alberto Fernández y el CEO de Techint, Paolo Rocca. O no al menos en los términos que, desde afuera, algún sector de la tribuna espera. El capítulo de los despidos en la constructora de la firma siderúrgica es uno más en el libro de conflictos con el Círculo Rojo en plena pandemia. El Gobierno afronta un problema serio: pelearse y romper, o conservar aunque duela. Cerca del Presidente sugirieron que, aún con la bronca que generaron las cesantías, lo mejor sería no hacer nombres en la conferencia de prensa.
Esa posición tiene un doble objetivo. El primero, negociar lo que haya que negociar (mientras el Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria) en privado y sin estridencias. El segundo y más importante, dejar en claro cuál es el mensaje cuando se habla de los “que tienen que ganar menos” y no despedir. Que el vicio del holding de Rocca no se propague como otra pandemia. Que las empresas grandes aguanten el parate y que los más pequeños tomen las herramientas dispuestas para pagar salarios hasta que el Gobierno les de nuevas soluciones a los que pasaron a vender cero pesos de un día a otro.
No son pocas las empresas que se vieron envalentonadas por el despido de Techint. El Gobierno está conteniendo una sangría que, a esta altura, debería ser selectiva. Lo que más le impactó al Presidente es que haya arrancado en la transnacional argentina más grande del mundo, junto con Arcor, mentras miles de pymes penan cada hora para sostener los puestos de trabajo.
El tema de Techint se coló en cada grupo de WhatsApp del Círculo Rojo. La lectura que se hizo del caso es curiosa. “Acá el asunto es que nosotros solos no podemos sostener esto, hacer el esfuerzo. El Estado se tiene que achicar también”, señaló un CEO del Grupo Nuestra Voz a Letra P. No justificaron a Rocca, pero le rodearon la manzana al Presidente dando vuelta la premisa: el problema no son los despidos de la constructora, sino que el Gobierno no le baja los impuestos. Algunos, de hecho, compartieron profusamente un video del presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, anunciando reducción de los salarios de la administración pública. Otro de los empresarios, en tanto, recordó que Paolo está haciendo una obra importante en sus zonas de influencia, donde operan sus empresas. Y que una de sus hermanas dirige un centro médico en el que él mismo paga los insumos.
Las historias, sueltas, muestran que detrás de la comunión en la pandemia, empiezan a verse grietas políticas que van más allá de la dicotomía oficialismo-oposición. Hay una parte del sector empresario que considera que el Estado no está bajando impuestos y que, eso, es bastante más que la asistencia para pagar salarios. La presión va a seguir, aminore o no la curva de contagio del virus. Y el Gobierno tiene un estrecho desfiladero para poner ciertas situaciones en caja.
Algunos ejemplos: entre el 17 y el 28 de marzo la Secretaría de Comercio y la AFIP realizaron 1.860 fiscalizaciones y, aunque hubo fuertes irregularidades, debieron dejar abiertos locales que deberían haber sido cerrados en condiciones normales. Las especulaciones, los abusos y las irregularidades están naturalmente suavizadas en un contexto de necesidad mutua. Esa es la idea del Gobierno, que hace equilibrio para administrar tensiones a diario. El caso Techint, como dijo Héctor Daer, de la CGT en una entrevista con este portal, “es la punta del iceberg”.