El frenesí que el gobierno provincial le estaba imprimiendo a la aprobación de las emergencias, rebautizadas ley de Necesidad Pública, sufrió esta semana un estratégico freno por parte de los popes de la Legislatura. Cuando todo hacía prever que los plazos se acelerarían para que el oficialismo tuviera su ley la semana entrante, los referentes opositores del Senado y de Diputados le recordaron al gobernador santafesino Omar Perotti que son ellos los portadores de la llave legislativa.
Los senadores Armando Traferri, del PJ no oficialista, y el radical Felipe Michlig fueron los encargados de marcar el pulso de la negociación, acorde también a las pretensiones de los diputados Miguel Lifschitz como presidente de la Cámara a través de su articulador Joaquín Blanco y el presidente del bloque radical, Maximiliano Pullaro. Si bien la semana pasada se limaron asperezas con el gobierno para encauzar la iniciativa, los bloques mayoritarios no habilitarán de manera tan sencilla la obstinación oficialista. Así tomó forma un puente de cristal entre los dirigentes mencionados.
El apuro demostrado por el gobierno en las últimas semanas con la intención de dimensionar la necesidad de sacar cuanto antes la ley no incidió en las energías del Senado, que giró a seis comisiones el texto y trasladó la sesión del jueves que viene a la última semana de febrero, es decir, al menos dos semanas más de intensa rosca.
Todo se justifica en la necesidad de no naufragar nuevamente, como sucedió en diciembre, según explicó el senador radical Michlig. “Lo que se está buscando es consenso y diálogo profundo de un texto alternativo que sea posible votar por las partes, aunque se tenga que demorar un poco”, aclaró a Letra P. Todo en el marco de un informal y previo acuerdo del texto entre las cámaras para que no se empantane en el futuro.
Traferri, que sigue dándole vida al grupo de los díscolos peronistas, se manifestó en la misma línea que el radical. Si bien admitió que el gobierno tiene “premura”, “a veces es importante darse 72 horas de diálogo y escuchar a la oposición para lograr el consenso”. Entendió que, si esto no sucede, podría repetirse el revés de la ley de fin de año, cuando “Diputados la mandó al archivo”. “Si queremos la ley tenemos que estar dispuestos a negociar”, agregó.
Tres senadores peronistas no oficialistas encabezados por Armando Traferri (izquierda)
En esa frase se evidencia un corporativismo transitorio de las intensiones tanto del Frente Progresista como de parte del peronismo del Senado, que, si bien pone a la aprobación en el umbral de lo posible, también avisa que la pelota la paran y distribuyen ellos.
LOS TIEMPISTAS. Una jugada de experimentados legisladores que en la superficie no demuestra negación al diálogo pero que labra fino la arena política. Más tiempo pasa, más apuro del gobierno. Y este apuro influirá a la hora de ceder en la negociación. Esto empuña la oposición.
Hasta ahora, el gobierno provincial se cansó de avisar que la esperada reactivación del Estado está supeditadas al éxito de la iniciativa. Por eso es que siente el tiempo de descuento con una ley que le está costando más de lo esperado: un revés en diciembre, forzado cambio de estrategia y, ahora, dependencia con los tiempos de la Legislatura.
Esto tampoco es gratis. El frente de tormenta se armará con la postergación de las ya postergadas promesas. Obras, cancelaciones, erogaciones. El ejemplo claro es la incidencia en la recién iniciada paritaria docente. El propio ministro de Trabajo provincial, Roberto Sukerman, puso como mojón el resultado de la emergencia para definir números.
La demostración de poder puede ser doble si es que el texto bajado por el Ejecutivo sufre grandes cambios que no convenzan al oficialismo. “Esperemos que no piensen en tantas modificaciones como en diciembre. Que salga, pero parecido a lo que manda el Ejecutivo”, sostuvo un senador peronista alineado con la Casa Gris.
De por sí, el Ejecutivo cedió en varios puntos que no le cerraban al Frente Progresista, como los llamados superpoderes. Entonces, si sobre llovido, mojado, las aspiraciones del gobierno podrían ser castigadas, no sólo en los tiempos sino en el alcance.