BIO. Nació en San Isidro el 28 de abril de 1944. Museólogo. Máster en Cultura Argentina. Docente universitario. Becario Internacional de la UNESCO. Director del Museo del Bicentenario. Ex director de Patrimonio Cultural y de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la provincia de Buenos Aires. Miembro titular de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y de la Comisión Coordinadora del Programa “Bicentenario y Obra Pública Patrimonial" bonaerense. Vocal del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Eva Perón”. Asesor consulto del “Museo Evita”. Miembro del International Council of Museums de la UNESCO y del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio. Trabajó en museos e instituciones culturales de Washington, Nueva York, París, Bogotá, Madrid, Río de Janeiro y Oxfordshire. Conferencista y autor de múltiples ensayos, monografías, artículos y publicacionessobre sobre gestión del patrimonio cultural e Historia de las Artes Decorativas.
Foto: AGLP
-¿Qué cambios vio en la Casa Rosada a lo largo de esos 40 años?
-La época de los militares fue desastrosa, espantosa. La Casa fue diseñada por Francisco Tamburini para alojar a 500 o 600 personas, mil como mucho, y en ese tiempo llegó a tener cinco mil personas. Se hicieron tabiques y sanitarios por toda la casa, fue una calamidad. (Raul) Alfonsín no pudo hacer obras. Estaba en otra cosa, pobre. Después se empezó a recuperar con (Carlos) Menem. (Fernando) de la Rúa estuvo poco. (Eduardo) Duhalde se ocupó algo en el tiempo en que estuvo. Con Néstor Kirchner se pudo trabajar. Y después se hizo un plan maravilloso en la época de Cristina, se recuperaron los salones, era estupendo.
-¿Usted participó del proceso?
-Cuando llegó Cristina, yo estaba de licencia en la Casa Rosada. Trabajaba en la provincia de Buenos Aires como director de Patrimonio. Cuando ella decide hacer la obra del museo, me llama. No nos conocíamos. Después me contó que en realidad su intención había sido convocar a una mujer, que en lo posible fuera joven. Pero finalmente me convocó a mí por referencias y me nombró director del Museo del Bicentenario. En ese momento, el museo era pequeño, ocupaba unos 200 metros cuadrados y estaba dentro de la Casa. Tenía bajo su dependencia las galerías históricas de la aduana Taylor y un sector del fuerte de Buenos Aires en un estado desastroso. Cristina me contó lo que quería hacer y yo pensé: “Esta señora no debe saber la obra gigantesca que va a demandar hacer esto”. Pero lo sabía, hizo un museo internacionalmente muy prestigioso, que recibió muchos premios. Se hizo un proyecto estupendo de recuperación arquitectónica, arqueológica, museológica y patrimonial. Llegamos a tener un millón de visitantes por año. Lo mantuvimos hasta que llegó Mauricio Macri y hubo un abandono terrible. Yo igual ya tenía el antecedente de que a Macri no le interesaba el partrimonio para nada.
-¿Por qué?
-Soy muy amigo de Claudia Sánchez y de (Alberto) “el Nono” Pugliese, que vivían en la mejor casa de Buenos Aires desde el punto de vista patrimonial, que había sido de Victoria Ocampo. La casa está en Barrio Parque y ahora pertenece al Fondo Nacional de las Artes, había sido fotografiada en revistas nacionales e internacionales. Ellos la arreglaron estupendamente, eran patrimonialistas. Después de la muerte del “Nono”, Claudia se la alquiló a Macri, que entonces estaba casado con Isabel Menditeguy. Cuando le entregaron la casa, me llamó Claudia desesperada porque Macri había tirado abajo la cocina, que era enorme, lo más fotografiado de la casa. Tenía azulejos blancos y mesas de mármol en el centro y Macri le había puesto piso de porcelanato, había sacado las mesadas y había puesto muebles de Cucina Bella. Había hecho una calamidad y nunca se pudo recuperar. O sea, yo ya sabía que Macri era una persona bruta.
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-¿Cómo era el contacto con los ex funcionarios?
-Llamaba yo, pero siempre con resultado evasivo. Hablé alguna vez con (el ex secretario general de la Presidencia) Fernando de Andreis y con sus subsecretarios. Pero todos eran funcionales al máster plan famoso, que llevaba la arquitecta Marité Berdasco, conocida en la Casa por lo inescrupulosa. Esto lo he visto mucho: cuando llega un gobierno nuevo, se siente todopoderoso, cree que puede hacer cualquier cosa. Yo hice una pasantía en la Casa Blanca y, para cambiar una cortina, mover un cuadro o pintar una pared, hay que consultar a una comisión de artes, tienen un comité de preservación. A Macri no le interesaba nada, todos tenían esa falta de sensibilidad cultural, entendiendo por cultura, arte y patrimonio artístico, historia y patrimonio histórico y ciencias y patrimonio científico. En el Salón de las Mujeres había una obra gigante de Pérez Célis y colgaban los sacos encima. Era horroroso. Todo lo descuidaron.
"Todos (los funcionarios del gobierno de Macri) tenían esa falta de sensibilidad cultural. En el Salón de las Mujeres había una obra gigante de Pérez Célis y colgaban los sacos encima."
-Cuando llegó el gobierno de Macri se dijo que la Casa estaba deteriorada.
-Mentira total. En cualquier casa hay alguna cosa que está mal. Los grandes salones estaban perfectos. Podía haber algún problema arriba, en el segundo piso, donde está la cocina. Faltaba terminar algunas cosas y también había algún problema en los sanitarios. Pero era una obra que estaba en proceso. Todo se había hecho con calidad excepcional. Ahora vemos que tiraron abajo lo que era el Salón Azul, donde estaban los pintores del Bicentenario... es una falta de respeto total. Que no se haya hecho nada es una cosa, pero que se hayan hecho cosas para romper lo que había me da indignación, tristeza, me parece inaceptable.
-¿Habló particularmente con algún funcionario sobre las cuestiones de patrimonio?
-Había indiferencia total. A mí me decían “a vos que te gustan las cosas viejas”. Un día veo en el pasillo que lleva hacia la salida los sillones victorianos que eran de la época de (Julio Argentino) Roca y que usaron todos los presidentes, hasta Macri. Hice entrar los que pude al museo, y los otros 20 fueron a parar no sé dónde. Otro día encuentro un conjunto de sillas de estilo inglés lusobrasileño, que eran las del comedor de Olivos. Las estaban tirando y también entré las que pude.
Los sillones estilo victoriano que se conservaban desde la época de Roca. (Foto: AGLP)
-Pero todo eso debe estar patrimoniado y registrado.
-Se supone que sí. Cuando llegó Macri, alguna gente dijo “se robaron todo, se llevaron cosas”. Los funcionarios que habían puesto sus cuadros en sus despachos los habían sacado, lógicamente. Entonces, me llamaron y me pidieron que hiciéramos ese mismo día un inventario de todos los cuadros de la Casa con un escribano. Ningún problema. Vino toda la gente del museo, con escribanos y gente de ellos. Se revisaron todos los cuadros de la Casa y estaban absolutamente todos. Nadie se había robado nada. Al revés, los que hicieron el desastre fueron ellos. Nosotros todos los meses hacíamos el contralor de los cuadros. Después, ellos mudaron el patrimonio del museo, pinturas, esculturas, una enorme cantidad de obras de todo tipo, mobiliario, al segundo piso de la Casa. Esas cosas tienen un protocolo de cuidado, de luz, temperatura, limpieza, y está todo mal depositado en el segundo piso.
-También se retiraron los cuadros de los patriotas latinoamericanos y Macri cambió los cuadros del despacho presidencial. ¿Se lo comunicaron?
-Sí, Cristina había hecho el Salón de los Patriotas Latinoamericanos y les había pedido a los presidentes que eligieran qué prócer representaba mejor al país. Los cuadros fueron donados por los países. Cuando asumió Macri, sacó todos los cuadros y los mandó a la ex ESMA, con poco cuidado. Es una falta de respeto a los países que los donaron. Y en el despacho presidencial, Cristina tenía cuadros de próceres. Estaban Mariano Moreno, Juan José Castelli, Cornelio Saavedra, José de San Martín, Manuel Belgrano, Martín de Güemes, Macacha Güemes y Manuel Dorrego. Macri puso unos cuadros que eran del sobrino de Teresa de Anchorena, que es amiga mía y dice que hizo lo que pudo, pero, digámoslo, se los mandó ella y eran espantosos.
El despacho presidencial en tiempos de Macri. ( Foto: AGLP)
-¿Y el Museo?
-No le dieron bolilla en términos de mantenimiento. Hay que cumplir protocolos internacionales. Y el sector del fuerte, que es el edificio civil más antiguo que hay en Buenos Aires, se inundó por filtraciones y mal mantenimiento. Está inhabilitado desde hace dos años. El museo tenía además una cafetería, de acuerdo al protocolo de la Unesco, que también se inundó y está inhabilitada. Y el resto del museo está con filtraciones.
-¿Se involucraron los presidentes con el museo a lo largo de la historia?
-A Menem le interesaba, iba bastante. Siempre preguntaba y yo pensaba “qué le importará y qué se va a acordar lo que le digo”. Un día me llaman y me avisan que bajaban al museo el presidente Menem con el presidente Luis Lacalle, de Uruguay. Estaba esperando y de pronto los veo pasar del brazo. Salgo de mi oficina y estaba Menem haciéndole la visita a Lacalle, explicándole todas las cosas. Se acordaba de todo. Después, Cristina fue la que más se involucró, obviamente. Oscar Parrilli fue el ejecutor de todo, con una minucia total. Tres veces por semana me llamaba al despacho para saber cómo iba todo. Es hosco en el trato, gritón, pero yo me llevaba estupendo. Primero me gritaba “usted siempre pidiendo cosas” y después me daba lo que pedía para el museo porque sabía que era criterioso. Si robaban o no, no es asunto que a mí me haya ocupado. Nunca me metí en esos temas. En el Museo se hacía con tres presupuestos y se rendía todo, era transparente.
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-Se le criticó mucho al museo que la muestra estaba partidizada en tiempos de Cristina.
-Sí, es verdad. Cuando se inauguró el Museo del Bicentenario, nosotros habíamos preparado un guion. Y poco tiempo antes de la inauguración nos cayó un guion armado por un historiador que era un pelele. Tuve muchas discusiones. Estaban vedados presidentes argentinos de la talla de (Bartolomé) Mitre, (Domingo) Sarmiento, (Julio) Roca y no se puede… Y había otros que estaban extendidos mal, como (Héctor) Cámpora. Pero nosotros estábamos tan contentos con la obra que se había hecho que zafábamos. Yo a veces lo decía directamente. “El museo tiene un guion tendencioso, cada uno lo mira y juzga”. Nunca negué nada. Después, cuando llegó Macri, le dije que había que cambiar el guion y él estuvo de acuerdo. El nuevo guion lo hice yo y pedí que vinieran la Academia Nacional de Historia y la Asociación Argentina de Historiadores a decirme si algo era tendencioso o había algo de más o de menos. Me sugirieron solo dos cambios pequeños. Después, debo decir que, cuando el museo estuvo listo para la reinauguración, en 2016, le avisé a Macri que estaban los famosos zapatos y el traje de Néstor, le pregunté si tenía algún problema y me dijo “no, de ninguna manera, vos tenés una birome Bic suya, ponela también”. En eso estuvo ecuánime.