"Horacio, ¿cuál es tu posición sobre la suspensión del pacto fiscal? Te lo pregunto porque estaría bueno que nos dijeras la orientación del partido, así en el bloque contamos con una línea clara". La frase pertenece a un diputado del PRO que este martes se cruzó a Horacio Rodríguez Larreta cuando el jefe de Gobierno porteño ingresaba por segunda vez en un día a la Cámara de Diputados. La escena reflejó dos datos reveladores sobre la actual intimidad Cambiemos como fuerza opositora: el inédito desembarco dentro del Poder Legislativo del alcalde para negociar con el oficialismo y la ausencia de un liderazgo monolítico que pueda ordenar a las tribus de macristas, lilitos y radicales que conviven dentro de la principal fuerza opositora tras la salida del poder del expresidente Mauricio Macri.
APROBADO. La oposición finalmente le dio este miércoles amplia legitimidad política al proyecto del Gobierno para reestructurar títulos de deuda pública externa, que fue aprobado por amplia mayoría en la Cámara de Diputados y será girado al Senado para su sanción definitiva. Tras un debate de poco más de cinco horas, la votación culminó con 224 votos positivos (24 más que el piso que se había fijado como meta la Casa Rosada) y sólo dos negativos.
"Falta que se acomoden los melones, pero el carro está andando y no es poco", le dijo un diputado de Cambiemos a Letra P.
Sin la conducción del Estado como eje ordenador, la verticalidad que Macri ejerció desde la Casa Rosada para arbitrar la vida interna de Juntos por el Cambio ahora es reemplazada por una horizontalidad inestable, que no tiene su epicentro en la sede de sus tres partidos sino dentro del Congreso. Los protagonistas de esa mesa imperfecta, que cambia semana a semana, son los diputados que mantienen la interlocución del interbloque con los dos líderes del oficialismo y los cables de acero que lo comunican con Balcarce 50: el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y el titular del bloque de Diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner.
El unicato que Macri detentó entre 2015 y 2019 sobre Cambiemos ahora está disperso en un directorio de composición cambiante, virtualmente fortalecido por la decisión del oficialismo de erigir a sus miembros como interlocutores y negociadores. Es un puñado de viejos dirigentes macristas y radicales que, así como obedecieron a Macri, también resistieron el corrosivo desdén por la política del exjefe de Gabinete Marcos Peña.
Entre los malos recuerdos del destrato amarillo y la sorpresa que les provoca el trato que reciben por parte de Massa y Kirchner, la era del post macrismo en el Congreso tuvo una inflexión este miércoles, luego de la negociación que mantuvieron con el Frente de Todos para sumar el voto opositor a la aprobación de la ley para renegociar la deuda externa soberana.
Ante la densidad de las deudas provinciales, el peso de los cuatro gobernadores de la oposición en esa negociación fue clave para destrabarla, pero también comenzó a definir quiénes tienen poder decisión y consenso dentro de la alianza opositora, en un momento donde la jefatura del PRO está vacante hasta que sea designada la ex ministra Patricia Bullrich como presidenta del partido por decisión de Macri.
Sin embargo, la pirotecnia verbal que utiliza la exministra en las redes sociales y en los medios no alcanza a ordenar a los miembros de su propio partido, una debilidad similar a la que padece el excandidato a vicepresidente y exsenador nacional Miguel Pichetto, que forma parte de la troika, pero ninguno de los voceros consultados pudo explicar en calidad de qué.
En su lugar, la conducción cotidiana corre por cuenta del titular del bloque PRO, Cristian Ritondo, y el vice tercero de la Cámara baja, Álvaro González, que administran las sordas internas que laten dentro del bloque amarillo, especialmente con la decena de diputados que provienen del interior del país y reclaman, desde diciembre pasado, la creación de un subloque dentro del PRO que podría estar liderado por el exviceministro del Interior Sebastián García De Luca. Sus colegas piden pista para corporizar sus posiciones y diferencias, sin sacar los pies del plato, pero con la posibilidad de tomar distancia del núcleo más duro de ese conglomerado, que prefiere evitar negociaciones con el oficialismo. Es el caso de los diputados Carmen Polledo, Waldo Wolff y Fernando Iglesias, junto a una parte de los escaños provenientes de la provincia de Buenos Aires.
"Ellos se olvidan de que perdimos, dicen que no hay que negociar con el oficialismo y tienen posiciones ultra porque no tienen que regresar a sus territorios a dar explicaciones", confió un miembro del bloque para confirmar la fragilidad que se respira dentro del PRO. Otro destacado integrante no negó esas diferencias en diálogo con Letra P, pero opina que el escenario es mucho mejor luego de la aprobación de este miércoles que en el comienzo del año. "Falta que se acomoden los melones y que los liderazgos decanten, pero puedo decir que el carro ya está andando y eso no es poco", reflejó con lenguaje campechano.
La unidad durará hasta que el Ejecutivo envíe proyectos que aumenten los debates internos. Cuando eso suceda, pronostican dentro del PRO, los esfuerzos para mantener la unidad del bloque serán mayores. "Si no alcanzan, es posible que sobrevenga la ruptura", explicó a Letra P uno de los testigos de la escena que afrontó Larreta este martes, cuando le pidieron definiciones como si fuera el jefe del partido.
Larreta, Ritondo y González gozan de una excelente relación con Massa, aunque los dos primeros comparten con el tigrense una relación de amistad que les permite agilizar las negociaciones calientes. En el radicalismo, el desdén que les prodigó Macri durante cuatro años también alimenta los buenos oficios de sus caciques con artes negociadoras, como el jefe del Interbloque y titular del bloque de la UCR, Mario Negri y el gobernador jujeño, Gerardo Morales, que también goza de una estrecha relación con Massa.
Entre ambos aliados políticos dentro del partido, el rol de Negri fue determinante para torcer la negociación: apenas el Ejecutivo envió la ley al Congreso, el diputado cordobés propuso invitar al ministro de Economía, Martín Guzmán, para que explique el proyecto. A sabiendas de su ausencia por el viaje que tenía previsto a Nueva York este martes, el Interbloque insistió igual con el gesto. De ese modo ganó tiempo hasta que articuló una negociación con los gobernadores de Cambiemos orientada a buscar salvavidas frente a las asfixias financieras que padecen por las deudas en dólares y en pesos que contrajeron durante los últimos cuatro años.
Para sellar la propiedad de la iniciativa, Negri fue el único firmante ddel proyecto de declaración que este miércoles creó una comisión entre el Gobierno y su tropa para "analizar la sustentabilidad" de los pasivos provinciales en el exterior, que también servirá como una ventana para postergar los vencimientos con la Nación hasta 2024. Todo a cambio de aportar los votos para respaldar, casi por unanimidad, la renegociación de la deuda que impulsa el Gobierno.
La UCR tiene a tres gobernadores en la mesa de decisiones, pero las acciones de oro están en manos de Morales y del diputado nacional y titular del Comité Nacional Alfredo Cornejo, que, si bien le entregó la banda de gobernador a su delfín, Rodolfo Suárez, en diciembre pasado, sigue manteniendo un poder que le permite moverse en la mesa de negociaciones con una influencia que su sucesor todavía no logra consolidar.
De salida. Renunciada, Carrio deja a la Coalición Cívica con influencia relativa en la mesa de Cambiemos.
La mesa de decisiones cambia sus sillas todas las semanas y define su composición en base al comportamiento de cada tribu frente a los planteos del oficialismo. En ese armado, la posición de la Coalición Cívica pierde fuerza ante la inminente partida de Elisa Carrió, que hará efectiva su renuncia a partir del 1° de marzo. Su lugar ya es ocupado por el diputado Maximiliano Ferraro, pero el titular del bloque tiene un largo camino por delante para consolidar su liderazgo en una alianza donde los cacicazgos están más definidos por la negociación política que por los discursos estridentes que amenazan con tempestades.