“Hay que estar todo el día en la calle, buscando votos. No puede haber ratos libres”. Para algunos fue un pedido explícito -mezclado con pase de factura-; para otros, una frase típica de arenga. Pero el mensaje que Horacio Rodríguez Larreta bajó a su equipo de campaña en las últimas horas esconde una preocupación: mientras la campaña para las PASO fue liviana en el territorio, el oficialismo porteño volcará todos sus recursos humanos, materiales y financieros a la calle para ganar en primera vuelta y evitar un riesgoso ballotage, el fantasma que se acerca a las costas de la Ciudad de Buenos Aires cada cuatro años y complica al gobierno de turno.
Para coordinar el despliegue de todo el aparato oficial sobre las 15 comunas, Larreta designó cuatro jefes zonales, divididos entre el sur, el norte, la zona centro y el noroeste. Como contó Letra P, el vicejefe de Gobierno, Diego Santilli, tomó el control de la campaña y el territorio en las comunas del sur, próximas al conurbano y donde el oficialismo perdió frente al candidato del Frente de Todos, Matías Lammens. El corredor norte, donde el PRO arrasó en las PASO, quedó a cargo del secretario de Atención y Gestión Ciudadana, Facundo Carrillo.
El centro tendrá una conducción compartida: por el radicalismo, el control lo tendrá Emiliano Yacobitti, ex presidente de la UCR porteña y candidato a diputado nacional. Dentro del PRO, Rodríguez Larreta delegó la tarea en la subsecretaria de Administración de Seguridad, Genoveva Ferrero. El corredor noroeste lo tomará el subsecretario de Trabajo, Ezequiel Jarvis.
Aunque municipalizará al máximo la campaña y la disputa electoral, el jefe de Gobierno sufre y transita por el vector que rige la campaña nacional: continuidad o cambio, como definen los expertos en comunicación política. Una discusión que Lammens, subido a la campaña de Alberto Fernández, busca trasladar a la Ciudad y capitalizar con la cumbia "Si vos querés".
La estrategia del larretismo implica un doble despegue: de Mauricio Macri como figura política y de la tensión macrismo versus kirchnerismo, que inunda la campaña nacional que se repite como un disco rayado desde la Jefatura de Gabinete. El desafío del alcalde es escapar públicamente a esa conversación; es decir, evitar opiniones sobre economía y esquivar confrontaciones abiertas con el peronismo, así sea en un set de televisión, una entrevista radial o en el debate público de candidatos.
A la luz del larretismo, el oficialismo enfrenta una "ola antimacrista" que amenaza con volar por los aires la hegemonía amarilla sobre el pago chico en el que Rodríguez Larreta pensó, ideó y construyó su estructura para proyectarse hacia la Casa Rosada. Bajo esa lógica, el mensaje de Larreta, más terrenal que el "vamos a darla vuelta" que propone Marcos Peña, es “a la calle de vuelta”.
"Saben qué hacer y cómo. No puede haber ratos libres para nadie. Hay que caminar el doble", soltó Rodríguez Larreta este martes durante un paso fugaz por una reunión de campaña a la que convocó el jefe del proselitismo capitalino, Eduardo Macchiavelli.
Lo escuchaban funcionarios de primera y segunda línea, asesores y candidatos de distinto pelaje que se agolpan bajo el paraguas de la versión porteña de Juntos por el Cambio. En ese encuentro, el alcalde destacó "la presencia" de la militancia en los barrios durante el fin de semana pasado. Se refería al sábado en que, oficialmente, se lanzó la campaña para octubre. A contramano de lo que ocurrió en la previa al 11 de agosto, mesas, sombrillas, pecheras y panfletos de Juntos por el Cambio se verán todos los días en las calles de la Ciudad hasta octubre.
En el radicalismo no salían de su asombro cuando en el PRO les pidieron "esperar". Hubo un gradualismo de la presencia en el territorio que el PRO dio por terminado cuando activó el Comando Sur para achicar la diferencia con el Frente de Todos en las comunas que limitan con el conurbano y, ahora, cuando se decidió dividir la ciudad en cuatro zonas y con jefes identificables, bajo la comandancia del ministro Macchiavelli (Ambiente y Espacio Público).
Las PASO funcionaron como un testeo para el oficialismo porteño: se especuló con la militancia callejera para evitar cuestionamientos por la crisis económica, mientras Lammens trabajaba para envolverlo a la Ciudad en la discusión nacional con su lema "Larreta es Macri". Ahora, Rodríguez Larreta pidió fatigar la calle "a todo o nada".