ROSARIO (Corresponsal) Media mañana en la zona sur de Rosario. Un grupo de chicos y chicas de no más de 12 años escucha a un hombre, el presidente Mauricio Macri, hablar pestes de la “patota del transporte”. Nada dijo del Día de la Bandera en la ciudad donde se creó la insignia.
Media tarde en el macrocentro de Rosario. Más de quince mil personas escuchan, por más de una hora, a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Hizo más de una mención a la bandera.
Así de violentos fueron los contrastes que vivió Rosario en un día híper atípico, signado por la visita de las dos personalidades más importantes de la vida política del país. Para los rosarinos, el Día de la Bandera es un evento especial. Si bien en los últimos años el festejo perdió fuerza, el desfile cívico militar, en particular el homenaje a los ex combatientes de Malvinas, y la posterior fiesta popular en los alrededores del Monumento a la Bandera son largamente esperados.
Por ese motivo, el arribo de Macri descolocó a todos. Su visita se confirmó apenas la noche anterior y dejó pagando a los rosarinos y las autoridades, a la intendenta Mónica Fein y al gobernador Miguel Lifschitz. Eligió un club de barrio y lo rodeó un estricto vallado en los alrededores. El acto duró menos de quince minutos y Macri desplegó su furia contra padre e hijo Moyano. La cara de Fein, detrás de él, lo decía todo. Y así como vino se fue, todo fue insólito.
El tono del feriado cambió abruptamente a la tarde y en otro punto de la ciudad. Dos mil doscientas personas completaron el salón Metropolitano, ubicado dentro de un shopping de la cadena Alto. Afuera, frente a dos pantallas gigantes, unas quince mil personas. Entre todos contemplaron las palabras de la ex presidenta, que vino a presentar su libro “Sinceramente”, a lo largo de un acto que se extendió por más de una hora.
Cuatro años pasaron desde que Cristina no visitaba Rosario. La última vez que visitó la ciudad fue, casualmente, para otro 20 de junio, a la vera del río Paraná. Acompañada por el periodista Marcelo Figueras, recordó a Manuel Belgrano, su “prócer preferido”; le pegó a Macri, recordó a su compañero Néstor Kirchner y contó, entre otras perlas, que no va a terapia.
Debajo del escenario se vio una postal contundente del post triunfo en la provincia. El gobernador electo Omar Perotti estuvo ausente con aviso, pero lideró la comitiva receptiva la vicegobernadora electa, Alejandra Rodenas, única nombrada por la locutora del acto. Convivieron peronistas tradiciones y kirchneristas sin problemas, como chanchos. El diputado nacional Agustín Rossi, el presidente del PJ, Ricardo Olivera; el diputado y mano derecha de Perotti, Roberto Mirabella; el camporista Marcos Cleri. Todos los colores unidos.
Cristina no hizo mención al resultado electoral, al hecho de que el PJ haya recuperado Santa Fe tras doce años de socialismo. Trascendió que habló por teléfono con Perotti y la dirigencia santafesina confiaba en que ella aportara su mirada no menor sobre el cierre de las listas nacionales.
La ex presidenta fustigó la puesta en escena mañanera del Presidente. "Aquí, en Rosario, 20 de junio, Día de la Bandera, ¿no había otro tema para tratar? ¿Una persona que insultar y agraviar? ¿Era necesario en un colegio, rodeado de chiquitos, insultar a un gremialista? El mismo gremialista que estaba con él en octubre de 2015 cuando inauguraron un busto de Perón. Hemos tenido nuestras diferencias, pero, además de mal gusto, es desmemoriado, se podría haber acordado de que hace cuatro años lo invitó y él fue, no le parecía tan malo”, sentenció.
Luego, en otro tramo del discurso, remarcó que “siempre los gobiernos populares" sufren críticas desmedidas de los factores de poder. “No veo que digan que a este gobierno lo manejen los empresarios, nadie dice que lo maneja (la directora del Fondo Monetario Internacional) Christine Lagarde a este presidente", exclamó.
Sobre el cierre, se sorprendió al ver la postal que le daba una de las cuatro pantallas gigantes dispuestas dentro de Metropolitana. Vio la marea humana que la seguía desde afuera, en el Parque Scalabrini Ortiz, se emocionó y la presentación culminó de manera abrupta.
Minutos después, la ex presidenta salió a saludar a los rosarinos que desbordaron la calle. A su lado, como dos escoltas, quedaron Rodenas y la senadora nacional María de los Ángeles Sacnun. “Los argentinos queremos volver a ser felices”, gritó y se retiró.