Estaba por ponerse las botas para subirse al caballo y se enteró de la noticia. Guillermo Nielsen juega al polo los fines de semana en Open Door, en el Club Magual, un grupo de 30 hombres que practican el deporte por gusto. Allí mismo tomó el celular y llamó a Alberto Fernández. “Si, es así, Guillermo, último día de tranquilidad”, le respondió el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner que dejó el segundo gobierno K con críticas a Cristina Fernández. Hoy, los ex antagonistas son compañeros en la fórmula del post kirchnerismo y Nielsen, una rareza en esa alquimia electoral que sacudió la escena política. Es, según el albertofernandismo, el armador número uno del equipo económico de campaña. Él prefiere la cautela y se guarda del alcance mediático.
“Yo soy liberal, siempre lo fui. Pero trabajé y trabajaré para el país, soy pragmático”, les dijo a los propios en las últimas horas. Ya se lo había aclarado a CFK en el último café que compartieron en el Instituto Patria, hace unos dos meses, cuando la ex presidenta inició un camino de apertura ideológica luego de analizar que la crisis heredada de Cambiemos exigirá bastante más que la prehistoria heroica del kirchnerismo.
Con los ultras, Giacomini y Milei. Los une la amistad y las ideas.
Los acercó, justamente, Alberto, que tiene una amistad con el ex secretario de Finanzas de Roberto Lavagna desde antes de que, en 2008, llegara a la Embajada Argentina en Berlín. Su carrera, zigzagueante, es un botón de muestra del culto al pragmatismo. En los ochenta fue consejero agrícola en Bélgica ante la Comunidad Europea bajo el gobierno de Raúl Alfonsín; dirigió la ANSES de Fernando De la Rúa en los 2000 y llegó al estrellato con Duhalde y Kirchner en 2003, cuando se ocupó de los canjes de deuda. Luego, en 2006, ocupó el lugar de ministro de Hacienda porteño con Jorge Telerman y, dos años después llegó a la Embajada en Alemania. En 2015, su último paso político, fue ungido por Sergio Massa como el candidato del Frente Renovador a jefe de Gobierno porteño, pero ni siquiera llegó a las generales por no alcanzar el piso del 1,5% que exige la ley de PASO: sacó el 0,9%.
El cerebro liberal de consulta de Alberto Ferández le dijo a la ex presidenta un dato que la inquietó: “Mirá, Cristina, Macri hizo un desastre con la deuda, vamos a tener que lidiar entre ocho y diez años más con el Fondo Monetario”, explicó, café de por medio. CFK se puso seria y lo miró al otro Fernández. Desde aquella reunión, la senadora empezó a obsesionarse por el tema. Tanto, que la negociación con el FMI será el caballito de batalla de la campaña FF.
Nielsen es un experto. Aún hoy mantiene línea directa con los mercados, con los directivos del Fondo y con buena parte de los que manejan los hilos en Wall Street. Le aporta al espacio lo que el espacio no tiene, un outsider ideológico con capacidad para resolver problemas con autoridad y poder de lobby.
Con Massa, cuando fue candidato a jefe de Gobierno por el Frente Renovador, en 2015.
De un tiempo a esta parte, CFK produjo un viraje serio en su concepción de la política y la geopolítica. En su gobierno, la soja volaba en Chicago y el viento de cola arrastraba cualquier variable. El mundo iba hacia una consolidación, luego fallida, del alineamiento de gobiernos no conservadores. Hoy no hay Lula en Brasil ni Barack Obama en los Estados Unidos, el petróleo está lejos de los récord históricos, las cosechas aportan pero no salvan, el principal socio sigue en una crisis que es además un enigma de gobernabilidad y la belicosidad de Donald Trump con el mundo siembra jornadas de inestabilidad.
“Vamos hacia un mundo más conservador, más pragmático, más negociador”, fue la frase que usaron en las reuniones de los Fernández. Eso fue, en parte, lo que hizo que CFK no fuera candidata a la presidencia. Y fue lo que obligó al kirchnerismo cristinista a hacerse racional y pensante a la fuerza. Hasta que Alberto lo llevó con CFK, Nielsen comía y criticaba la crisis de Cambiemos -lo sigue haciendo- con los economistas ultra como Javier Milei, Diego Giacomini y José Luis Espert. Corría al Gobierno por derecha, la bala que más hirió la anatomía del oficialismo. Todos ellos son cuadros técnicos muy alineados con la escuela de Viena, polo histórico del anti Estado, y enfrentados en términos casi absolutos con el kirchnerismo. Hoy lo bancan y le ponderan su capacidad para lo que, creen, podría ser un avance en un partido con el que no comulgan. Le preguntaron si se había hecho kirchnerista y lo negó. “Sigue siendo liberal”, bromeó uno de los ultra que charla con él.
Con Lavagna, en 2003, cuando negociaban con el Fondo Monetario.
A comienzos de la semana pasada, Nielsen almorzó en el Novecento de Recoleta, frente a la Facultad de Derecho, con Héctor Torres, representante argentino ante el FMI entre 2004 y 2008 y, luego, en el tiempo de Alfonso Prat Gay como ministro de Hacienda de Macri. Sin saber la noticia del año, se reunió con Torres porque ya venía colaborando con Alberto Fernández, aportando ideas. Quería ver qué pensaba Torres de la deuda de Macri y lo que viene. Tras pedir la cuenta, se levantó Nielsen para ir al baño y observó que, en otro lugar del restó, Alberto compartía la sobremesa con gente del peronismo porteño y de la Iglesia. Se acercó a saludar, se sentó unos minutos y el hecho quedó retratado en una foto que hizo circular uno de los comensales. Tres días después, Alberto le confirmó que lo que venían charlando se iba a concretar en acciones de campaña para la fórmula que él encabezaría.
El sueño de los Fernández es salir del laberinto de la crisis con más muñeca que impulsos. Para eso, Nielsen es parte de un armado de campaña económica que tiene, en la otra esquina, a uno de los cuadros K con los que peor se lleva: el ex ministro de Economía Axel Kicillof. Alberto habla seguido con Kicillof, que parece haber entrado en una etapa superadora del mero rol económico. Eso lo llevó a preocuparse menos por las diferencias.
En el equipo de campaña, que por ahora es un esbozo dado que la primera reunión integral será al regreso del candidato desde Santa Cruz, hay pluralismo. A la única que conoce es a Cecilia Todesca, que trabajó en las oficinas el Fondo cuando Torres era director. Augusto Costa, en tanto, es el hombre de Kicillof que CFK quiere que trabaje en otro eje central: los precios y la inflación. Cuando trascendieron los nombres del nuevo equipo, la mayoría de los que trabajan con Kicillof llamó al ex ministro para saber si el armado era cierto. "Sí, es así", les respondió.
La noticia que conmocionó a la política precipitó los tiempos de los armados. En la danza de nombres hay muchos que ni siquiera tienen contacto con el poder que concentra la ahora fórmula FF. Un caso, el del ex viceministro de Kicillof Emanuel Álvarez Agis, que tiene la palabra prohibida con la ex presidenta. Naturalmente, es tiempo de posicionamientos, aclaran en el entorno de Fernández. También aseguran que “esto es un armado de campaña” y que, de ganar, se verá si alguno de los que hoy corren son o no ministros. Incluido, entre estos, el propio Nielsen.