Los gobernadores de Córdoba y Santa Fe, el peronista Juan Schiaretti y el socialista Miguel Lifschitz, se verán las caras este jueves para darle volumen al Proyecto Lavagna Presidente, el plan que los tiene como férreos constructores.
El gringo jugará de local y el mandatario santafesino viajará escoltado por el ministro de Infraestructura y Transporte, José León Garibay, y el diputado provincial Joaquín Blanco, a quien lleva a todos sus mitines políticos.
El encuentro tendrá una excusa de gestión no menor. Córdoba y Santa Fe firmarán la conformación de una unidad ejecutora biprovincial para la construcción de un acueducto que beneficiará a ambos distritos. Aseguran que es una “obra inédita, prácticamente única”, que deberá ser aprobada por ley en las dos legislaturas.
Pero habrá lugar para la rosca. Juan y Miguel dieron otro paso de buena sintonía en el cierre electoral de Córdoba. Schiaretti cambió el exitoso Unión Por Córdoba para liderar ahora el frente Haciendo Córdoba, en el cual los progresistas del socialismo y el GEN tienen su silla. “Puede ser una buena experiencia testigo del Proyecto Lavagna”, se entusiasman en el entorno de Lifschitz.
Schiaretti y el socialista se convirtieron casi en socios de un plan alternativo al kirchnerismo y a Cambiemos. Ambos tienen su foto con el ex ministro de Economía y construyen para consumar un armado amplio y diverso dispuesto a trabajar para Lavagna presidente.
Entienden que la candidatura de Lavagna precisa de un “profundo contenido federal”. Por ese motivo, no es para nada menor que la postulación se sustente sobre las espaldas de los dos mandatarios de las provincias más grandes después de Capital Federal y Buenos Aires.
Las gestiones que lideran Schiaretti y Lifschitz tienen buena consideración y ellos, como dirigentes, poseen una respetuosa intención de voto. Al dividirse Cambiemos, el peronista es favorito para retener la gobernación el próximo 12 de mayo. Luego de ese día, se convertirá en actor aún más estelar del PJ y se concentrará en el armado nacional.
Lifschitz detectó en Lavagna a fines del año pasado el hombre que sintetizaba su objetivo. Desde ese momento, se le pegó y le arma reuniones con dirigentes de todo color y tipo. Ahora va por el botín mayor: personajes reconocidos del radicalismo. A los progresistas de su provincia ya los sumó y va por los nacionales.