“De pensar lo que puede estar reflexionando hoy un argentino común, me da vergüenza. Esto fue una muestra del descontrol de la Argentina, el desorden, la intolerancia”, dijo una vez terminada la Asamblea el presidente del interbloque Argentina Federal, Pablo Kosiner. Adentro del recinto, el salteño había sido testigo de un clima de tensión que comenzó a sentirse a los pocos minutos de que el Presidente iniciara su discurso.
Pichetto, Fuentes y Rossi, bromean antes del inicio de la Asamblea (AGLP)
La previa entre los legisladores había sido distendida. Como suele suceder en la Asamblea Legislativa, cuando se reúnen diputados y senadores, los cruces y saludos estuvieron a la orden del día. Fue el presidente del bloque del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, el primero en sentarse en su banca para esperar al Presidente. Su par del PRO, Álvaro González, cruzó enseguida el recinto para saludarlo y conversar con él. Al igual que el año pasado, ni Cristina Fernández de Kirchner ni su hijo, Máximo, estuvieron en el recinto.
Los saludos siguieron. Fue Miguel Ángel Pichetto, anticristinista declarado, quien cruzó chistes y palabras amables con Rossi cuando ingresó al recinto, casi a la par del presidente del bloque del Frente para la Victoria en el Senado, Marcelo Fuentes. Mientras los legisladores se ubicaban en su bancas, Elisa Carrió frenó su entrada para saludar a Emilio Monzó, el presidente de la Cámara que ya tiene un pie afuera de Cambiemos. Monzó no pudo ocultar su incomodidad durante todo el discurso presidencial y mantuvo un gesto adusto desde que Macri ingresó al Palacio Legislativo.
A la espera de Macri, fueron ocupando su lugar en las bandejas reservadas para autoridades los jueces de la Corte Suprema, Elena Highton de Nolasco, Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti y el presidente del cuerpo, Carlos Rosenkrantz. El sector de los gobernadores mostró una situación inédita para la Asamblea Legislativa, ya que solo cuatro de los 24 mandatarios provinciales estuvieron en el Congreso para escuchar las palabras del Presidente: María Eugenia Vidal, Gerardo Morales, Gustavo Bordet - el único peronista - y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. También estuvo el presidente provisorio de la Legislatura de Córdoba, Oscar González.
Carrió escuchó a Macri de espaldas y terminó con lentes oscuros (AGLP)
Las primeras palabras de Macri dentro del recinto generaron los primeros murmullos y acotaciones que empezaron a salir, primero en voz baja y luego con tono más elevado, del sector que ocupan los diputados del Frente para la Victoria, que recibieron al Presidente con carteles con la leyenda "hay otro camino" pegadas en sus bancas. "Cambiar en serio implica atravesar dificultades", dijo el Presidente. Y agregó: “Pero les quiero decir que lo que estamos logrando los argentinos es enorme, enorme, porque estamos haciendo crujir estructuras viejas y oxidadas”. Fue el primer golpe direccionado a la oposición - al kirchnerismo, en particular – de los muchos que siguieron y comenzaron a elevar la temperatura del recinto.
“Los gritos y los insultos no hablan de mí, hablan de ustedes. Yo estoy acá por el voto de la gente”, echó mano Macri a una respuesta que generó la rápida respuesta del kirchnerismo. Desde los palcos que ocupaban militantes y funcionarios de Cambiemos bajó un grito de respuesta. “¡No vuelven más!”, cantaron en la tercera bandeja.
Enseguida se sumaron los diputados y senadores de Cambiemos. “¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!”, alentaron al ritmo de las palmas al Presidente cada vez que dejó un hueco en el discurso, como esperando la intervención. Los dirigentes del peronismo federal miraban con fastidio, sin emitir palabra. El kirchnerismo, la izquierda y el interbloque Red por Argentina, que conduce Felipe Solá, respondieron con gritos de desaprobación. “No te cree nadie, Macri”, decía el diputado Horacio Pietragalla. “¿Y (Carlos) Stornelli?”, apuntaba Leopoldo Moreau cuando el Presidente aludía a la supuesta corrupción del kirchnerismo.
La mención al decreto de extinción de dominio provocó un aluvión de aplausos del oficialismo, luego de que Carrió se parara para celebrar de pie las palabras de Macri, con Cornelia Schmidt (PRO) como principal aliada en los gritos de aliento. “El mundo nos daba la espalda”, decía Macri, luego de hacer alusiones a las relaciones del kirchnerismo con Venezuela e Irán. “Están entregando Malvinas”, le respondió el diputado Guillermo Carmona (FPV). “¡Cipayo!”, bramaba Nicolás del Caño.
Oficialistas y opositores se peleaban a los gritos cuando en el recinto irrumpió, de manera sorpresiva, Picetti, una diputada que fue electa por la lista “Vamos Juntos”, en la Ciudad de Buenos Aires, en 2017, pero que no llegó a asumir su banca. Picetti fue marginada por el propio oficialismo cuando se conoció que tenía denuncias por corrupción de menores, en las que estaban involucrados sus propios hijos.
“Perdón, me dicen que usted no es diputada.¿Podría retirarse del salón? En este recinto solamente puede haber diputados y senadores. Por favor, silencio. Esto no es para diputados electos", intervino la vicepresidenta Gabriela Michetti ante la mirada incrédula de todo el recinto. Parada delante de la banca de la diputada peronista Araceli Ferreyra, que llevó una planta de marihuana para pedir por la despenalización del autocultivo -, Picetti respondió: “Soy diputada electa”.
Los jueces de la Corte escucharon el discurso (AGLP)
La tensión por la aparición de Picetti, luego de que se hubiera desplegado un inusitado operativo de seguridad en el edificio del Palacio y en todos los alrededores, se extendió hasta el fin del discurso de Macri. Pese a los gritos, nadie se atrevió a sacar a la mujer del recinto, que permaneció hasta que el Presidente pronunció la última palabra y dejó inaugurado el período de sesiones ordinarias. Solo la diputada Schmidt se paró delante suyo para interrumpirle el paso hacia el estrado donde hablaba Macri.
Ya en el Salón de los Pasos Perdidos, Picetti siguió protestando contra el oficialismo por haberla marginado. Los diputados y senadores que salían del recinto contemplaban sorprendidos el espectáculo, mientras analizaban el discurso presidencial.
Rossi reaccionó ante la mención del Memorándum con Irán: "Se aprobó en este Congreso" (AGLP)
“Una vergüenza todo”, se lamentaba un diputado peronista. “Fue un discurso cargado de cinismo, de provocación a la oposición, de gritos”, apuntaba la senadora Anabel Fernández Sagasti. Rossi afirmaba que había visto al Presidente “nervioso, irascible, enojado”. En el oficialismo celebraban el tono “firme”. “Es un momento en que la gente tal vez tiene dudas, es bueno que el Presidente se muestre fuerte”, decía un legislador del PRO.
Unos y otros coincidían en un diágnóstico: fue un discurso de lanzamiento de campaña, que tuvo al peronismo como blanco y buscó arengar a los propios.