NUEVO CICLO

Diez días para la toma del poder

Tras un inicio dubitativo, Fernández se puso al mando del tablero y, en tiempo récord, domó a la oposición para obtener la ley que lo empodera ante la botonera del Estado. El juego en equipo de Todos.

Diez días después de desembarcar en la Casa Rosada, Alberto Fernández habrá puesto la piedra fundamental de su gobierno. En tiempo récord, con el trabajo en equipo de los actores centrales del Frente de Todos, acción coordinada entre la Casa Rosada y el Congreso, muñeca polítca y diálogo con la oposición, conseguirá la sanción de la mega Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva con la que pretende sentar las bases de su plan económico y sentarse a negociar con los acreedores de la deuda argentina.

 

El Gobierno apenas llevaba un día de gestión cuando, sin noticias rimbombantes en otras carteras, el ministro de Economía, Martín Guzmán, hizo su primera conferencia de prensa y anunció que enviaría al Congreso la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva. El oficialismo empezó a calentar motores. De aquellas primeras versiones que indicaban que en las sesiones extraordinarias de diciembre solo se tratarían la ley de Presupuesto 2020 y las leyes de creación del Consejo de Seguridad y del Consejo Federal contra el Hambre, el territorio parlamentario se preparó para recibir la ley que sentaría los principales lineamientos de la política económica.

 

Las acciones se coordinaron y el oficialismo hizo pesar el número contundente que había logrado alcanzar para sus propios bloques tanto en Diputados como en el Senado. El presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, trabajó en las relaciones con los opositores que podían llegar a hacer su aporte al oficialismo, en el quórum y en los votos. Mantuvo la línea abierta con el mendocino José Luis Ramón, que armó su propio interbloque de ocho diputados, en el que se integraron tres ex legisladores de Cambiemos y los representantes del ex gobernador y líder misionero Carlos Rovira, de diálogo directo con Fernández. Massa también se ocupó de atender las relaciones con el sector de Juntos por el Cambio, que responde a su antecesor al frente del cuerpo, Emilio Monzó. 

 

 

 

En paralelo, el presidente del bloque del Frente de Todos en Diputados, Máximo Kirchner, llevó las conversaciones con el presidente del interbloque Federal, Eduardo “Bali” Bucca, y con la decana de la casa, Graciela Camaño. Kirchner también mantuvo el diálogo con la Casa Rosada, donde estuvo el miércoles haciendo un punteo de los votos para la Cámara baja, y con los jefe de la bancada de Juntos por el Cambio, que le reconocieron en sus primeros días destreza y palabra para negociar.

 

El presidente Fernández jugó desde la Casa Rosada. El lunes, junto al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, recibió a los gobernadores radicales Rodolfo Suárez (Mendoza), Gustavo Valdés (Mendoza) y Gerardo Morales (Jujuy). La reunión había sido concertada con vía Kirchner con el presidente del interbloque de Juntos por el Cambio, el radical Mario Negri.

 

 

 

Los radicales volvieron a la Rosada al día siguiente, para firmar junto al resto de los gobernadores la suspensión del Consenso Fiscal, que le dará aire a las cuentas de las provincias. Los mandatarios de la UCR celebraron la decisión e instruyeron a sus legisladores para que no obstaculizaran en el Congreso la Ley de Solidaridad Social. Morales fue personalmente al Senado a ordenar a la tropa radical y dejó clara la situación de las provincias. Como les sucedió durante el macrismo a los gobernadores peronistas, Morales, Valdés y Suárez también tienen responsabilidad de gestión en sus distritos y problemas económicos que atender. No quieren estar enemistados con el poder central. La interna de Juntos por el Cambio quedó desnuda de manera temprana.

 

Para entonces, el proyecto ya había ingresado a Diputados y había caído como una bomba. El presidente Fernández le pedía al Congreso la declaración de la emergencia en nueve áreas de gobierno, subía las retenciones, creaba un impuesto a las compras con tarjeta en el exterior y solicitaba una enorme delegación de facultades en el Ejecutivo y súper poderes. Casi no hubo tiempo para pensar. El debate se resolvería en un día.

 

 

 

Desconcertada, la oposición se rebeló y Juntos por el Cambio amenazó con bloquear el funcionamiento del Congreso, impidiendo la asunción de los diputados del Frente de Todos que llegaban para reemplazar a los que habían renunciado para asumir un cargo en el Poder Ejecutivo. La Casa Rosada se molestó ante el imprevisto pero activó un operativo contención. La rebelión duró poco. Hábil, Fernández hizo pesar su fortaleza: el 48% de las urnas, la legitimidad social, la unidad y la potencia de sus bloques. “Hay que hacer todo ahora que tenemos apoyo”, sintetizó un diputado de la bancada de Todos. La marcha opositora apenas alcanzó a organizarse. El miércoles, convocó a un centenar de personas frente al Congreso, que pidieron la renuncia del Gobierno recién asumido.

 

 

 

Los opositores más amigables con el oficialismo, integrantes de los interbloques de Ramón y Bucca, pidieron cambios en el texto que fueron atendidos, en particular los referidos a las retenciones al campo. Después de una conversación con Massa, el presidente Fernández accedió a retirar el artículo 85, que le otorgaba amplias facultades al Gobierno para reformar el Estado. “Queremos que salga con el mayor consenso posible, no a los atropellos”, explicó un integrante de la mesa chica del Frente de Todos que dialogó con los aliados circunstanciales.

 

 

 

Con el número cerrado en Diputados, el Gobierno apuró la sesión en el Senado, donde se acordó el tratamiento sobre tablas del proyecto el mismo viernes, pocas horas después de que la Cámara baja resuelva su aprobación. Los gobernadores jugaron su carta y los senadores de la oposición aceptaron dar su colaboración para que el oficialismo pueda conseguir los dos tercios que necesita para abrir la sesión en la que se debatirá la ley. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se mantuvo siempre en un discreto segundo plano. Las negociaciones se cerraron con el secretario parlamentario Marcelo Fuentes y el presidente del bloque de Todos, José Mayans. 

 

“Alberto hizo jugar a todos. Contuvo a todos los sectores, nos involucró a todos en el Gobierno. Cada uno de los actores tiene su lugar e hizo lo suyo. Jugamos todos para lo mismo”, explicó un integrante del cristinismo que vio de cerca los movimientos de los últimos días. Capital político en mano, el Presidente se anotó en tiempo récord su primera victoria.

 

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Eduardo Serenellini, secretario de Medios de Javier Milei. 

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