Al regreso de su larga gira en México, Alberto Fernández tendrá que comenzar a trabajar en dos tiempos: lo urgente y el mediano plazo. Desbordado por lo primero, el presidente electo no deja de pensar en lo segundo. El ex jefe de Gabinete es porteño hasta la médula y sabe que la base de la fortaleza cristinista está en la ingobernable provincia de Buenos Aires. Sin embargo, en el radar de Fernández aparece una relación próxima e inevitable con el territorio madre de todas las batallas. Primero, porque Axel Kicillof necesitará del auxilio de la Nación para pilotear la crisis en el distrito donde pegan la recesión, el desempleo, la pobreza y el peso del endeudamiento en dólares. Segundo, porque el gobernador electo avanza hacia la gestión con la misma lógica que ganó las elecciones: en el intento de un vinculo directo con los bonaerenses y sin darles prioridad a los intendentes del PJ que lo vieron desembarcar de un día para otro, entre el desconcierto y la falta de reacción. Kicillof era el candidato de Cristina Fernández de Kirchner y ya con eso partía un paso adelante. Los jefes comunales que tenían pretensiones no pudieron o no supieron disputarle una candidatura que hace cuatro años, cuando el entonces ministro le retaceaba fondos a Daniel Scioli, hubiera resultado alocada.
Los nombres que circulan en la danza de futuros ministros anticipan que el egresado del Nacional Buenos Aires se rodeará de su gente de máxima confianza y sólo cederá casilleros para miembros de La Cámpora o leales a CFK, como Fernanda Raverta, la candidata a intendente derrotada en Mar del Plata.
Como contó Letra P, después de la victoria ante María Eugenia Vidal, Kicillof hizo su primera conferencia de prensa junto a Magario, su equipo de colaboradores más estrechos y seis jefes comunales entre los que se destacaban Fernando Gray, de Esteban Echeverría; Mayra Mendoza, de Quilmes; Mario Secco, de Ensenada, y Andres Watson, de Florencio Varela. Una semana más tarde, estuvo en Tigre junto a Sergio Massa, Máximo Kirchner y todos los intendentes electos del PJ. Entre abrazos y sonrisas, el encuentro sirvió para mostrar la escena de la unidad de cara a la nueva etapa. Sin embargo, no sobran por ahora, entre los 71 intendentes del PJ, los que hayan tenido la posibilidad de charlar mano a mano con el próximo gobernador.
La relación entre la provincia y los municipios está en construcción, pero algo ya está claro. El modelo Kicillof será antagónico al que puso en práctica Felipe Solá cuando le tocó gobernar la crisis tras la huida de Carlos Ruckauf y decidió convertir en ministros a históricos caciques como Mariano West (Moreno), Osvaldo Amierio (San Fernando) y Juan José Mussi (Berazategui). Se supone que será central el lazo con Magario y su jefe histórico, Fernando Espinoza, otra vez como intendente de La Matanza.
COMO HIZO NÉSTOR. Según pudo saber Letra P, Fernández espera consolidar un puente directo con todos los actores del ancho peronismo. Son las patas de la estructura del PJ que su candidatura a presidente trajo de regreso a la órbita del cristinismo y, en definitiva, su mayor capital propio después de una elección donde lo decisivo fue el peso de CFK en la provincia. Gobernadores, sindicalistas, empresarios y, también, intendentes bonaerenses.
El profesor de Derecho Penal tiene una relación de respeto con Kicillof y lo elogia de manera permanente. Sin embargo, vislumbra un escenario en el que lo más natural es que el ex ministro de Economía gobierne en línea con su campaña y su forma de moverse, entre Cristina y su circulo íntimo. Piensa que se impondrá la inercia, los intendentes quedarán huerfános de interlocución y buscarán atención en la Casa Rosada.
Fernández guarda el recuerdo de Néstor Kirchner, aquel forastero que penetró el bastión del duhaldismo gracias a su predilección por los barones del conurbano.
También en este punto, Fernández guarda el recuerdo de Néstor Kirchner, aquel forastero que penetró el bastión del duhaldismo gracias a su predilección por los barones del conurbano. No es sólo nostalgia. El presidente electo cuenta con por lo menos dos intendentes de máxima confianza, los reelectos Gabriel Katopodis, de San Martín, y Juan Zabaleta, de Hurlingham. Con los dos compartió la experiencia amarga de Florencio Randazzo en 2017 y los dos subieron al avión que lo llevó a Bolivia en septiembre pasado.
En ese cuadrilatero interactua, además, el lomense Fernando “Chino” Navarro, otro de los que quemó reservas en la aventura de “Cumplir” y ahora está sentado a la mesa de Alberto. Junto con Martín Insaurralde, Mariano Cascallares y Juan De Jesús, son los pilares de un grupo de jefes comunales que buscó sin éxito desde 2015 edificar el poskirchnerismo. A Katopodis se lo menciona, incluso, como eventual ministro, un ámbito desde el cual podría tejer en la provincia.
Para la pretensión no dicha de instalar bases propias en la provincia, nadie ignora que el socio más inquieto y ambicioso de Fernández es Massa. El ex intendente de Tigre busca aprovechar el regreso al poder para recuperar terreno perdido en la Primera sección electoral, el corredor norte en el que asentó sus mayores ilusiones y el que le permitió desafiar a Cristina en el lejano 2013.
ENTRE MASSA Y MÁXIMO. Todos se necesitan, todos están aliados, todos se conocen y todos buscan, al mismo tiempo, ganar posiciones. Como Fernández, Massa hoy se muestra en armonía con el resto de las fuerzas del Frente de Todos y exhibe empatía con Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” De Pedro, los dueños de la lapicera de Cristina que dedicaron largas horas para traerlo de nuevo al útero materno junto con Alberto. Eso no impide que se perciba cierta tensión por lo bajo en la víspera del nuevo reparto de poder en la Legislatura y los organismos importantes de la provincia de Buenos Aires.
La tensión se notó en la semana del cierre de campaña, cuando Massa organizó un acto en Malvinas Argentinas que lo tuvo como estrella de la noche y Kicillof intentó destactivar, sin éxito.
Se pudo advertir en la semana del cierre de campaña, cuando Massa organizó un acto en Malvinas Argentinas que lo tuvo como estrella de la noche y contó con la presencia de Fernández. Según dijeron a Letra P desde el peronismo bonaerense, Kicillof no estaba de acuerdo con es actividad y trató incluso de desactivarla. Allí participaron los intentendes albertistas pero pegaron el faltazo Máximo y Wado. No era por compromisos lejos del lugar: unas horas después, los dos estaban en el acto de cierre de Mariel Fernández, intendente electa de Moreno.
El hijo de la ex presidenta tiene un papel central en el andamiaje del nuevo poder y es el único capaz de pararse a la altura del presidente electo. Fernández no se hubiera reconciliado con la dueña de los votos y no sería hoy presidente si no fuera po la intermediación del jefe de La Cámpora. Sin embargo, viene de morder el polvo en la misma provincia de Buenos Aires en la que su madre arrasa en popularidad y votos. El resultado de octubre fue peor de lo esperado para los candidatos camporistas: sólo Mariel Fernández y Mayra Mendoza lograron ganar intendencias grandes como Moreno y Quilmes, mientras que Iván Villagrán se impuso en Carmen de Areco. Los otros distritos importantes en los que el cristinismo puro ponía fichas quedaron en manos de la nueva oposición: Mar del Plata, La Plata, Bahía Blanca, Tres de Febrero y Lanús.