El alineamiento acrítico de Brasil con Estados Unidos, empujado por la llamada “ala ideológica” o ultraderechista del entorno de Jair Bolsonaro, empieza a resquebrajarse debido a la decisión de este de hacerle lugar al gigante chino Huawei en la megalicitación de la Internet 5G que tendrá lugar el año próximo. Para la Argentina de Alberto Fernández, sumida en problemas más urgentes, como el de la deuda eterna que debe renegociar, la cuña china ofrece un camino para repavimentar el puente tendido hacia Washington, al que le había surgido algún bache a raíz de las agudas diferencias de posicionamiento en torno al golpe de Estado en Bolivia.
La relación entre Brasil y Estados Unidos parecía afianzarse como nunca. La visita de Bolsonaro a la Casa Blanca en marzo, una nueva reunión bilateral con Donald Trump en julio en el contexto de la cumbre del Grupo de los 20, la declaración de agosto del gigante sudamericano como aliado extra-OTAN, anuncios de un posible acuerdo de libre comercio en desmedro del Mercosur y, por encima de todo eso, una perfecta sintonía ideológica marcaban ese sendero.
Sin embargo, el republicano pide mucho y entrega poco. Así, una fuente brasileña conocedora de la situación definió en diálogo con Letra P como de “decepción” el momento actual del vínculo personal entre ambos.
Ese sentimiento tiene motivos. Por un lado, el anuncio estadounidense de mediados de año de que retomaría las compras de carne bovina y porcina suspendidas en 2017 sigue trabado por cuestionamientos sanitarios. Además, el secretario de Estado, Mike Pompeo, hizo saber en octubre que su candidato sudamericano para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) no sería Brasil sino la Argentina, pese a los problemas económicos del país y al por entonces ya descontado triunfo electoral de Fernández. Por último, el reciente acercamiento brasileño a China en busca de inversiones causó desagrado en Estados Unidos.
La licitación de la red de Internet ultraveloz, el 5G, que Brasil realizará el año próximo es el último elemento de tensión en la relación con Estados Unidos. Según informó la prensa brasileña, Trump hizo llegar su queja al palacio del Planalto tras la visita de Bolsonaro a China de fines de octubre, que le causó al exmilitar una impresión profunda y disipó todas sus prevenciones ideológicas; los acuerdos que firmó con Xi Jinping en materia de comercio, servicios, transporte, tecnología y defensa en la última cumbre del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); la apertura del mercado chino a las carnes brasileñas vetadas en Estados Unidos. A esos coqueteos se sumó la reunión que el mandatario brasileño mantuvo el último lunes con el presidente de Huawei en Brasil, Wei Yao.
Wei Yao y Jair Bolsonaaro. (Foto: Marcos Corrêa/PR/Flickr)
Para la Casa Blanca, esa compañía, número dos mundial en la venta de teléfonos móviles y, más importante, líder global en provisión de equipos para redes y 5G, es un caballo de Troya del espionaje electrónico de Pekín, por lo que la ha sometido a severas sanciones. Estas, suspendidas solo provisoriamente, entrarán en plena vigencia a no ser que el régimen chino acepte firmar un acuerdo general para equilibrar, en los términos que Trump exige, el comercio y la relación económica con Estados Unidos.
A Bolsonaro le interesa la propuesta de Huawei, pero, dado lo delicado de la situación, decidió reservarse personalmente la supervisión y la decisión final sobre el resultado de la licitación, más allá de lo que dictamine a nivel técnico la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel).
Estos roces inesperados amplían el margen de acción de Alberto Fernández en varios sentidos.
Por un lado, porque Trump podría verse tentado a recrear la vieja relación triangular con Brasil y Argentina y privilegiar a la segunda para marcarle la cancha a Bolsonaro.
Asimismo, para reforzar los lazos tejidos por quien se perfila como embajador en Estados Unidos, Jorge Argüello, en pos del aval de la Casa Blanca a la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y con los tenedores privados.
Por último, porque Bolsonaro toma conciencia de las dificultades de hacer descansar excesivamente las relaciones comerciales de su país en la expectativa que le despierta Estados Unidos y, en paralelo, de la inconveniencia de tensar el Mercosur hasta el punto de una posible ruptura.
Sin embargo, dejan también una advertencia. El atractivo de las inversiones chinas para una Argentina necesitada, con créditos llave en mano y a tasas convenientes, encontrará, como en el caso de Brasil, un escrutinio severo, del que dependerán los vistos buenos en áreas sensibles.
El capítulo de las inversiones debería ser el segundo de la obra que protagonizará Fernández a partir del 10 de diciembre. El primero es el de la renegociación de una deuda asfixiante y, para eso, el respaldo de Estados Unidos resulta crucial.
Así de dura es la suerte de los países que deben vivir más pendientes de lo urgente que de lo importante.