Tal como lo describió el propio Presidente, en las PASO recibieron un palazo: siete de cada diez argentinos eligieron no votar al oficialismo. Esta decisión mayoritaria se explica por reclamos recurrentes de la ciudadanía hacia el gobierno, que observamos en nuestros estudios y lejos de aplacarse, luego de las primarias se profundizaron.
Antes, hay que seguir insistiendo en que no fue una derrota de los asesores ni de la comunicación, sino de las políticas. No hay comunicación ni slogans que puedan reemplazar la falta de soluciones efectivas.
En términos de opinión pública, el electorado considera a la gestión como ineficiente y esa opinión se afirma cada día que pasa: un gobierno que sostuvo que la inflación era sencilla de controlar y termina con aumento record; que planteó como horizonte la “pobreza cero” y convertir a la Argentina en “supermercado del mundo”, pero al final de su mandato se acercaría al 40% de pobres, desempleo duplicado y una pérdida del poder adquisitivo de los salarios dramática.
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Pero, no solo no resuelve sino que además no escucha a la gente. Durante los últimos doce meses, los principales problemas a nivel nacional en nuestras encuestas, agrupan en más del 60% a cuestiones relacionadas con lo económico: inflación, dólar, desempleo, pobreza, salarios que no alcanzan, endeudamiento, etc. Sin dudas, la demanda urgente es solucionar -o al menos mejorar- esta situación.
Sin embargo, el oficialismo construyó una campaña centrada en ejes secundarios y continúa sin dar respuestas e incluso sin hablar sobre estos temas. Problemas que además, para seis de cada diez encuestados, son responsabilidad de la gestión Macri y creen que no tiene la capacidad de resolver.
Finalmente, se considera al gobierno distante de la realidad, con figuras super coucheadas y con un alto grado de insensibilidad. Hace días, el candidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto afirmó que no hay hambre en la Argentina y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich dijo livianamente que quien tenga hambre puede ir a un comedor.
Falta de escucha, distancia de la realidad, incapacidad para resolver los problemas e insensibilidad, todo junto.
En este marco, el último tramo de la campaña se inicia con un Presidente sumamente debilitado, con su imagen negativa en un pico de 65% y su credibilidad condicionada por las promesas incumplidas.
Si bien desde su entorno manifiestan optimismo y confianza en la posibilidad de dar vuelta el resultado, en su nuevo spot “somos”, se observa una comunicación con candidatos ausentes y apelaciones identitarias al núcleo de votantes, que buscaría contenerlos antes que ampliar su caudal electoral.
El inicio de “La Marcha del #SiSePuede” en Barrancas de Belgrano, donde Mauricio Macri obtuvo el 58% de los votos, fue un acto exclusivamente para ese núcleo que hoy representa un 30% del electorado.
El Presidente profundizó un discurso de índole evangélico, sin contenido, por momentos mesiánico, tratando de explotar lo emocional al extremo, sin dar explicaciones sobre cómo logrará mejorar la economía de lxs argentinxs.
Por el momento, más allá de la arenga inevitable, resulta evidente que los gestos del oficialismo muestran que su preocupación principal es no desmembrarse y evitar perder votos en octubre, en un escenario que comienza a consolidar una brecha mayor a los veinte puntos a favor del Frente de Todos.