El Gobierno buscó amortiguar la gran la crisis económica y hasta algunos de sus problemas políticos a través del uso de redes sociales. Si bien la gestión de una crisis contiene una artillería de medidas que incluyen a la comunicación -y dentro de ésta es indispensable el accionar sobre esas plataformas- no hay que perder de vista que estas aplicaciones conversacionales son ingobernables e impredecibles y que no son el único escenario en el que es imperante actuar.
Si bien el territorio digital es el espacio donde los ciudadanos se encuentran y generan un gran diálogo, cada plataforma proporciona diferentes tipos de intercambios y vínculos. La visualización de los contenidos y las dinámicas que dentro de estas plataformas propicia determinados modos de hablar y tonos, pero no opera sobre el qué se dice. Pretender solucionar serias y profundas cuestiones como la legitimidad o las malas gestiones político-económicas basándose sólo en el uso de la comunicación digital profundiza la crisis, porque es una manera equivocada de comprender su poder y, por tanto, un modo errado buscar soluciones.
EL GOBIERNO Y SU MITO. Ni educa ni cura ni controla la suba del dólar. Cambiemos llegó al poder por un cúmulo de sucesos y acciones (entre aciertos propios y errores ajenos) que le permitieron ganar en las elecciones de 2015 y mantenerse -y hasta crecer en algunos lugares- de cara a las elecciones legislativas de 2017, pero creer que los logros políticos son el resultado de una única acción o la victoria sobre un sólo campo, como lo es “la comunicación”, peca de un gran problema de lecto-comprensión politico-social.
La alianza gobernante caracteriza su composición por ser una coalición política constituida por hombres y mujeres venidos del mundo privado y volcados hacia la gestión pública, algunos -como es el caso del Presidente- con varios años transitados en este camino. Hay, además, polítiques provenientes de partidos con trayectoria en la vida democrática argentina. En conclusión, son polítiques que hacen política. La comunicación sólo acompaña este proceso de gestión de la realidad, de la toma de decisiones al mando de un gobierno que administra los tres estamentos del Estado: nacional, provincial y municipal. Eso es comunicación política.
“Comunican bien” fue la frase que resumió la celebración sobre la ruptura que aportó el PRO a los modos en que la política le hablaba a la sociedad y les reconoció ser quienes inauguraron en la Argentina el despliegue de acciones de estrategia de comunicación política sobre las redes sociales. Fue su gran labor sobre este campo lo que presionó al resto de los espacios políticos para ponerse a la altura del desafío que les presentaba tal competencia.
CAMPAÑA NO ES IGUAL A COMUNICAR GESTIÓN. Un día algo pasó. Mientras el gobierno seguía hablándole a la sociedad con tono de enamorar y prometer, esta sentía el agotamiento de tal estilo y le llegaba, a Cambiemos, el momento de gobernar. Cuando los problemas económicos comenzaron a agudizarse el estilo de festividad y esperanza que los había empujado hacia el centro de la gestión se presentaba desfasado ante lo que la realidad mostraba. Los timbreos, los bailes, los chistes, los mates, las frases positivistas y el emprendedurismo comenzó a perfilarlos como dirigentes sin contacto con la realidad. La sociedad dejó de pedir por “el hombre común” que llegó al poder y empezó a necesitar decisiones claras, metas concretas y acciones que reviertan el proceso en el que el país se estaba sumergiendo.

Antes del anuncio del primer acuerdo de Macri con el FMI, las encuestas sólo confirmaban la negatividad que esta sigla conllevaba en la percepción social y aún frente a los terribles números que lo advertían: fue el mismísimo presidente el que salió a ratificar tal endeudamiento, alimentando así a los viejos y oscuros fantasmas del pasado.
El dólar rompía el piso de los 30 pesos y el oficialismo invertía su ingeniería digital para lanzar un nuevo hashtag y decir #MacriYoTeBanco, y el día en el que perforó la barrera de las cuatro decenas, los posteos aseveran: #YoConfioEnMacri. Durante la jornada del miércoles 29 y el jueves 30 de agosto, los intentos por visibilizar un apoyo cada vez con menos voces públicas y más avergonzadas empezaba a circular por WhatsApp y a vislumbrarse en Twitter. Se trataba, una vez más, de la esperanza por creer que las redes podrían revertir al pesimista y caótico clima social.
Los intentos continuaron y fue posible leer a funcionarios realizando afirmaciones desde sus perfiles digitales, aunque esto tampoco logró calmar al tsumani llamado dólar que aplasta, arrasa y se lleva consigo toda la economía argentina. Las pruebas sobran: la foto y el hashtag no subsanan la caída en la credibilidad que sufre un gobierno como resultado de un cúmulo de decisiones políticas y acciones gubernamentales que rompieron con parte del apoyo social que contaba.
LA COMUNICACIÓN TODOPODEROSA. No es mágica ni sanadora. No tiene poderes extraordinarios y menos en el ingobernable e irreverente mundo de las redes sociales, donde los anonimatos cibernéticos dan libertad de acción y todo es transformado en meme o en pura burla (aunque es cierta también la proliferación de analistas profesionales).
Las redes no son la tierra para salir a pedir paz y paciencia frente a los grandes problemas económicos. Es necesario que el oficialismo comprenda esto y asuma el rol de mando que le ha sido otorgado. Es menester que dé soluciones reales a la vida de la gente. Responder con hashtags o chicanas tuiteras no alcanza para defender la caída de los salarios, el empobrecimiento del nivel de vida o el achicamiento del mercado interno.
Cambiemos se enfrenta a un nuevo y gran desafío: pasar de ser “la revolución de la alegría” a comunicar una profunda crisis económica. La incertidumbre, la bronca y el miedo que provocan las devaluaciones, los endeudamientos y la inflación se ven acrecentados, potenciados y acelerados por la comunicación constante de las redes sociales donde nunca se duerme.
Si una crisis es incertidumbre y oportunidad, sin política no hay estrategia de comunicación oficial que alcance. El vacío que deja la gestión no se llena con un intento de diálogo a través de las redes sociales sino con medidas gubernamentales reales que mejoren los indicadores económicos y sociales.