"Acá queremos gente que esté trabajando porque le fascina lo que hace, porque le encantan los desafíos, las posibilidades de crecer. Y entiende que estamos armando una empresa única en América Latina". El auditorio, pequeño, pocos oídos, muchos celulares. Algunos grabando. Siguió: "Cuando empecé, mi sueldo estaba quinto en la lista de prioridades y mal no me fue. Yo les diría que, si realmente su prioridad es el sueldo y les molesta que el aumento haya sido del 5% en vez del 6% o el 8%... entonces MercadoLibre no es el lugar para ustedes". Marcos Galperín le respondía directamente a Paula Arregui, responsable de la unidad de negocios MercadoPago. En cuestión de minutos, la filtración del video de la entrevista por medio de la red social Reddit se viralizó y viajó a portales más allá de las fronteras.
Arrancó la empresa en 1999, hoy vale U$S16.000 millones, solo superada por Tenaris, de Techint.
El video interno que circuló en las últimas horas no es, sin embargo, la primera exteriorización de un pensamiento cuestionado. El año pasado, en la red social Twitter, se hizo eje junto al CEO de Techint, Paolo Rocca, de la campaña pro reforma laboral made in Círculo Rojo. Galperín, el creador de una de las empresa unicornio con crecimiento meteórico en la Argentina (valuada hoy en casi U$S16.000 millones), es uno de los CEOs fetiche del presidente Mauricio Macri. Uno de los pocos con llegada directa al jefe de Estado y de esos privilegiados que logró colar con éxito en la Casa Rosada algunos ribetes de la economía emotiva. Es uno de los factores que lo enfrenta hoy a los sectores de la producción, que lo miran de reojo y lo critican en privado por contarle a Macri una realidad alternativa en plena recesión. En paralelo lo cuestionan, precisamente, por la caprichosa bipolaridad de ir contra el salario y las condiciones laborales, pero usufructuando fuertes beneficios impositivos que en poco tiempo lo transformaron en multimillonario y competitivo por demás.
En la otra esquina, Macri lo adoptó casi como un hombre de consulta. “Le gusta porque es emprendedor, se siente cómodo con él”, contó un hombre de gobierno que interactúa con empresarios. Además, existe entre ellos un origen común: ambos están acostumbrados a una vida de lujos y estabilidad desde la cuna. El padre de Galperín es uno de los fundadores de la curtiembre santafecina Sadesa, compañía que hoy maneja su hermano, Miguel Alejandro. También matchean en su visión “estadounidense” del emprendedor exitoso, la cultura del voluntarismo y el ascenso individual por fuera de las estructuras empresarias y de poder convencionales.
Mercado Libre nació a mediados de 1999. Cuenta el periodista Sebastián Catalano en el libro “Los nuevos reyes argentinos” que Galperín se tomó 20 años para pensar el modelo de compañía. “Garabateó” los primeros trazos mientras estudiaba en Stanford, Estados Unidos. Catalano, uno de los que mejor conoce a los unicornios, confirma que la cuna lo acercó a Macri. Pero, además, aparece en él el componente ideológico o de modelo de país.
En esa mirada coincide otros de los retratados en el libro, el jefe de Globant, Martín Migoya. Con una diferencia: Migoya es un clase media que alguna vez se sentó en una inauguración con la ex presidenta Cristina Fernández, a pesar de que no coincidía en nada con el kirchnerismo. Galperín es anti kirchnerista confeso. Hasta se fue a vivir a Uruguay durante el gobierno anterior y padeció el cepo cambiario como pocos, cuando el gobierno K le pidió que se sumara a la campaña de difusión para que los empresarios alentaran la venta en pesos. Se negó como pudo. Incluso, sudó en uno de los últimos Council de las Américas en los que participó en aquellos años. Le llovió esa pregunta de la prensa y gambeteó acorde a sus posibilidades.
“Lo que dijo del salario, en otro momento, no lo hubiese dicho. Pero es verdad: para él, el salario nunca fue algo importante”, admiten en su entorno y linkean su nuevo alto perfil en la comodidad que le da un modelo político con el que comulga. Lo sondearon, incluso, para sumarse al gobierno de Cambiemos, pero declinó las ofertas. Los que lo conocen aseguran que “siente responsabilidad por la vida pública”, pero esa pulsión es insuficiente para materializarse en un compromiso mayor.
Galperín viene del mundo financiero y trabajó en YPF, pero el ascenso de Mercado Libre es la estrella de una carrera en ascenso. En ese camino, el apoyo del Estado fue clave. Cuando aún estaba firme en su puesto, el ex jefe de la AFIP Alberto Abad le puso el ojo a la actividad. Es que Mercado Libre utilizó por años los beneficios que otorga la Ley de Promoción de la Industria del Software, promulgada en el año 2011. El texto ofrece beneficios para las compañías que producen en Argentina y exportan software. Pero la empresa nunca se dedicó a ese metier, sino más bien a facilitar la venta de productos en el esquema colaborativo de su plataforma. En este contexto, el fisco le reclamó la devolución de $500 millones por usar un esquema no autorizado que le permitió pagar 14% de IVA, 60% menos de Impuestos al Trabajo y cero de Ingresos Brutos.
Este perfil lo puso en la lista negra de los industriales que contratan personal y hoy están en crisis. Puertas adentro de la Unión Industrial Argentina (UIA), se cansaron de su interlocución con Macri. Porque entienden que el éxito de su actividad, contado en el Gobierno, es el que moldea el discurso de Macri de una economía que puede funcionar más allá de la producción convencional, de las chimeneas. Y hasta dudan del lugar de radicación de Mercado Libre.
Fomentan esas sospechas otros perfiles personales de Galperín: por ejemplo, que una porción de sus ahorros está invertido en una sociedad registrada en Islas Vírgenes Británicas, un paraíso fiscal. Pero Galperín tiene el as. “Todos están hablando de cómo está acelerándose el proceso digital, que en cuatro o cinco años nadie va a reconocer cómo va a funcionar el comercio. Lo que está significando Amazon, que por suerte nosotros tenemos Mercado Libre, la revolución del abastecimiento y la logística, la reducción de costos; necesitamos ser parte de eso", dijo Macri en un respaldo manifiesto al CEO favorito, justo cuando la AFIP reclamaba la devolución de los impuestos y se peleaba Abad con el ex ministro de la Producción, Francisco “Pancho” Cabrera, otro cruzado pro Mercado Libre.
Con la llegada de Cambiemos al poder, Galperín se hizo fuerte en foros empresarios. Recaló en 2017 en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), donde convive con gigantes como Arcor, Techint y Clarín. Y nada con peces gordos también en Endeavor, una organización que “promueve la cultura emprendedora”. Una especie de think tank que nuclea a gigantes como Eduardo Elsztain, de IRSA; Gustavo Grobocopatel, el rey de la soja, y Federico Braun, el dueño de los supermercados La Anónima.
En su entorno lo ven “entusiasmado” con colaborar con el país. A eso atribuyen su exposición y su blanqueo de ideas, más allá de los riesgos de la palabra mal utilizada. La garantía de su éxito, de todos modos, corre sobre una pista segura: la idea del propio Macri de generar una nueva clase empresaria con la matriz de su emprendedor favorito.