La única herencia positiva que el gobierno de Mauricio Macri le reconoció al de Cristina Kirchner fue el desendeudamiento del país, aunque moderó siempre el elogio al aclarar que el mismo fue, antes que una política virtuosa, producto de la decisión del mundo financiero de cerrarle la puerta en la cara a su gestión. Chicanas aparte, esa ventaja fue la base sobre la que se erigió el primer programa económico de la actual administración: copioso endeudamiento en los mercados internacionales para hacer frente a los déficits gemelos, el fiscal y el de las cuentas externas. Pero eso ya no corre más: tras dos años y medio de gestión de Cambiemos, el país tropieza de nuevo con la “deuda externa” como una limitación grave a sus posibilidades de desarrollo.
Aquellos eran, claro, los tiempos del gradualismo, un proyecto que buscaba financiar con deuda una convergencia gradual de las cuentas públicas y de la cuenta corriente (el saldo total de los dólares que entran y salen del país). El supuesto era que debían persistir la era de las tasas de interés bajas en el exterior y la abundancia de capitales dispuestos a financiar el proyecto de ocho años de macrismo.El resto es historia reciente. La tasa de interés en Estados Unidos creció hasta cerca del 3% (un nivel que no es de locura, en verdad), los capitales emprendieron el habitual “vuelo a la calidad” hacia los Bonos del Tesoro norteamericano y, por esa razón, el dólar comenzó a subir en el mundo. Pero lo que fue un problema para los países emergentes, aquí, dadas las vulnerabilidades que, en vez de corregir, el Gobierno solo tapó con papeles (de deuda), se convirtió en drama.La suba del dólar del 45% desde mediados de abril y de más del 60% en lo que va del año no solo es dañina para los argentinos que perciben sus ingresos en pesos devaluados y deben enfrentar la espiral inflacionaria. También deteriora números macro muy sensibles, básicamente, una relación que los inversores miran antes que ninguna otra para decidir si le siguen prestando a un país: el ratio deuda-PBI. Cuando supera el 60%, se encienden las luces de alerta.
Cualquier devaluación es fatal para esa cuenta, ya que el Producto se calcula en moneda local y la deuda en monedas duras pesa cada vez más en la relación. Así, tomando números gruesos, si con el dólar a $20 antes de la actual crisis el PBI argentino alcanzaba a unos 600.000 millones de dólares, hoy, con la divisa en alrededor de $30, apenas si llega a cerca de 400.000 millones. La deuda, en tanto, es un monto fijo en dólares que crece en importancia.
Arnaldo Bocco, director del Departamento de Economía y del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), le dijo a Letra P que “la Argentina vivió un proceso de crecimiento muy elevado del endeudamiento externo durante el gobierno de Cambiemos: un mundo desarrollado con una enorme cantidad de recursos y una fuerte liquidez se encontró con un país que demandaba fondos para compensar desajustes graves de sus cuentas fiscal y externa. Eso duró hasta que el entonces ministro de Finanzas, Luis Caputo, se encontró en febrero con que los inversores le dieron la espalda y cortaron el financiamiento”.
Este lunes se vio la segunda temporada de esa serie, cuando, en un intento de recuperar la confianza perdida, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, les dijo en una conference call a inversores extranjeros que el país no emitirá deuda en los mercados internacionales hasta 2020. La idea fue explicar que hay conciencia de la saturación que el Gobierno generó en los dos años y medio anteriores.
Las emisiones de deuda del Tesoro Nacional en moneda local y extranjera y de las provincias y el sector corporativo en moneda extranjera suman, desde inicios de la gestión de Cambiemos, 138.437 millones de dólares.
Según el último informe del Observatorio de la Deuda Externa de la UMET, “las emisiones de deuda del Tesoro Nacional en moneda local y extranjera y de las provincias y el sector corporativo en moneda extranjera suman, desde inicios de la gestión de Cambiemos, 138.437 millones de dólares. De allí, el 73,2% corresponde a colocaciones en moneda extranjera y el 81,7% (113.035 millones de dólares) a emisiones del Tesoro Nacional. Si se agregan los 15.000 millones del primer desembolso del préstamo Stand-by con el FMI, el total asciende a 153.437 millones de dólares”.
El Observatorio añade en base a cifras oficiales que, en total, “se espera para el cuarto trimestre de 2018 un stock de (deuda de) 348.990 millones de dólares y un ratio (sobre PBI) del 82,2%”. Adiós, entonces, a la idea de que el desendeudamiento que dejó el kirchnerismo todavía le deja margen al Gobierno.
“En esos números, que surgen de cifras oficiales, tomamos en cuenta todo, hasta las emisiones de la última semana de junio, y, por supuesto, el primer desembolso del Fondo”, detalló Bocco.
“La Argentina ya entró en zona de riesgo porque los inversores observan con cuidado cuando un país supera un ratio de deuda sobre PBI del 60 o del 65%. Y en nuestro caso, tenemos que tener en cuenta la historia” de cesaciones de pagos reiteradas, añadió el economista.
Martín Alfie, economista jefe de Radar Consultora, le dijo a este medio que “el salto del tipo de cambio empeora bastante el ratio de deuda, ya que gran parte está nominada en moneda extranjera. Hasta ahora veníamos con un problema de flujo, porque estaba creciendo mucho la deuda, pero desde un punto bajo. Ahora ya estamos entrando en el terreno de un problema de stock, porque la deuda empieza a superar ratios precautorios. La dinámica es preocupante”.
Leandro Ziccarelli, coordinador del Observatorio Monetario-Financiero del CEPA, señaló ante la consulta de Letra P que “ya no hay tal cosa como un ‘nivel de deuda sustentable’. Esto es así por dos motivos. Primero, porque el ratio deuda/PBI es endógeno al tipo de cambio, o sea que, si devaluamos, el ratio ‘sustentable’ puede pasar de un día para el otro a insustentable. Y, segundo, porque, sin la posibilidad de hacer roll over de deuda (refinanciar mediante nuevas emisiones) y con los agujeros externos que hay, no solo somos ilíquidos, sino que también somos insolventes. Cuando el financiamiento internacional se cortó, con este modelo cualquier nivel de deuda tiende a ser impagable”.
Un punto que debe consignarse es que la mencionada proporción puede y debe afinarse, porque una parte de la deuda total es intra-Estado, como, por ejemplo, las tenencias de títulos públicos de la ANSES o de bancos oficiales, la que no presenta problemas de renovación. Asimismo, una parte corresponde a organismos multilaterales, cuya paciencia es relativamente elástica. El problema es la deuda en moneda extranjera con inversores privados, la que en 2001 llevó al país al default.
“La relación entre las exportaciones (de un año), que son las que generan los dólares para pagar, y la deuda está en un punto crítico: aquellas dan cuenta de solamente un 15 o un 16%.” (Bocco)
“La deuda intra-Estado es hoy menos de un tercio del total y la que hay con organismos es del 10%”, indicó Bocco.
“La deuda con el sector privado ya es altísima. Haber acudido al Fondo Monetario Internacional funciona como un seguro contra default”, advirtió. Y agregó otro elemento, también seguido por quienes deciden inversiones y que da cuenta de la capacidad de pago de un país. “La relación entre las exportaciones (de un año), que son las que generan los dólares para pagar, y la deuda está en un punto crítico: aquellas dan cuenta de solamente un 15 o un 16%”, explicó.
El modelo macrista, sumado un cambio de condiciones externas que de improvisto no tuvo más que el día exacto de inicio, pone, una vez consumada la megadevaluación, al país en un camino que ya conoce. ¿Pero cuán inminente es el peligro?
Según el informe de la UMET, “con vencimientos en moneda extranjera por 49.473 millones de dólares para lo que resta de 2018 y de 2019, los 50.000 millones facilitados por el FMI muy probablemente no sean suficientes para satisfacer todas las necesidades financieras en moneda extranjera de lo que resta de la gestión: recordemos que a esta suma se le debe adicionar la sangría mensual de divisas por el déficit comercial, por la cuenta de turismo y por la cuenta de FAE del SPNF”. Lo último significa “Formación de Activos Externos del Sector Privado No Financiero”, ni más ni menos que la pasión criolla por comprar dólares y fugarlos del sistema.
“No sé si vamos a una crisis de deuda -agregó Alfie-; lo que sí es seguro es que la deuda va a volver a tener un peso importante al limitar el margen de acción de los próximos gobiernos y la capacidad de acceder al mercado a tasas relativamente bajas”.
Ziccarelli, en tanto, sentenció: “Vamos caminando derechito y lentamente a un default. No nos olvidemos de que esos episodios los tenemos cada veinte años”.
Por lo pronto, al Gobierno le resulta cada vez más urgente terminar con la inestabilidad cambiaria. Sin eso, el deterioro que ya asoma puede preludiar males mayores.