Hasta tanto el gobernador Miguel Lifschitz no reconozca el naufragio del proyecto de reforma constitucional, el Frente Progresista no esclarecerá su espinoso camino a la contienda electoral del año 2019. Antonio Bonfatti tiene todos los boletos puestos para intentar volver al sillón que ya ocupó entre los años 2011 y 2015, pero cautiva el perfil bajo por el momento. Los radicales que no saltaron a Cambiemos estudian si plantar una interna o no.
El PRO y el PJ le cerraron el camino reformista al gobernador. La revisión de la Carta Magna santafesina solo superó una de cinco comisiones y está realmente trabada en la Cámara de Diputados. No hay fecha cierta de tratamiento en recinto. Como una nueva alternativa, el Frente Progresista ingresará ahora un proyecto de reforma similar al impulsado por el Ejecutivo en el Senado. Es decir, se presiona por ambas Cámaras. Sin embargo, la oposición ni se mosquea.
Al momento del progresismo de Santa Fe todavía lo marca el gobernador actual. Todavía se habla, al menos en lo público, de las chances de Lifschitz de tener su tan ansiada reforma constitucional y, por consiguiente, la reelección. Pero el tiempo transcurre veloz y las chances se achican. De ese modo, quedará trunco el sueño de continuar por otro período y el mandatario socialista deberá pensar en otro objetivo electoral. Porque, dentro o fuera de la provincia, Lifschitz será candidato a algo.
Para el socialismo y aliados fue una tormenta la intransigencia del diputado nacional Luis Contigiani. La decisión del ex ministro de la Producción de votar en contra del proyecto de despenalización del aborto, pese a que se oponía así a una de las banderas inquebrantables del socialismo, provocó un cisma dentro del Frente Progresista.
La determinación del legislador sembró una grieta entre quienes le pidieron que renuncie a la banca del partido socialista y quienes salieron a defenderlo. Corrió mucha agua debajo del puente. A Contigiani puede achacársele que nunca buscó pacificar hacia dentro del partido. No ayudó que haya calificado de “extremista” al proyecto que obtuvo media sanción, entre otras cosas. Ni siquiera acusó recibo cuando se le sugirió que se abstenga, una suerte de equilibrio entre su creencia personal y la postura partidaria.
Pero no fue casual que quien haya tratado de protegerlo fuera el sector que lidera el ex gobernador Bonfatti. El actual presidente de la Cámara de Diputados santafesina se mantiene al margen por ahora, niega que vaya a ser candidato, pero empezó a recorrer la provincia como si lo fuera. Y entiende que debe contener a todos los dirigentes que considere valiosos. Y Contigiani es uno de esos para él, por eso salió a protegerlo pese a no coincidir con su voto.
Bonfatti y la mesa chica que lo rodea postulan un acercamiento con sectores afines del peronismo. Como presidente nacional del socialismo, ya trazó lazos y se sacó fotos con el Movimiento Evita, el randazzismo y los sindicatos. Niega que en su cabeza piense un frente anti Cambiemos, pero no es otra que cosa que ordenarse para enfrentarse al oficialismo nacional que aspira a gobernar la provincia.
Queda por resolver los movimientos del pato rengo, el radicalismo que decidió mantenerse en el progresismo y no saltar al macrismo. Esa línea ucerreísta tiene la vicegobernación y algunos ministerios, nada despreciable para descartarlo así nomás. Su vínculo es con Lifschitz y no tanto con Bonfatti, por eso especula con jugar una ficha dentro de una PASO seductora.