"En 2017, para ganar las elecciones, Macri recurrió a algunos anabólicos transitorios. Como no llegaban ni la prometida lluvia de inversiones, ni los brotes verdes, ni el segundo semestre, ni la luz al final del túnel, el Gobierno decidió poner una pausa en el ajuste: repartió más de dos millones de créditos a jubilados y asignación universal por hijo, se aceleraron las obras superficiales, se pospuso el tarifazo y se indexaron los salarios con la cláusula gatillo" (1)
Este escenario de relajamiento de las restricciones a fin de optimizar el comportamiento electoral de Cambiemos ha sido abolido a partir de las condicionalidades extremas que impone el acuerdo "preventivo" – léase "desesperado" - con el FMI, situación que agravará negativamente la perspectiva electoral del oficialismo.
Un oficialismo que aún sin la "dosis de relajamiento" dadas las estrecheces crecientes que impondrá la formalización del acuerdo con el FMI realizó en su ciclo de ascenso una primera elección de medio mandato muy discreta, obteniendo el 41% de los votos nacionales.
Peor elección que la primera renovación parlamentaria realizada por el alfonsinismo, peor que la primera lograda por el menemismo y menor que en el inicio del ciclo kirchnerista, solo mejor que la realizada en octubre de 2001 por la Alianza FREPASO/UCR.
Así las cosas, y solo a modo de ejemplo, Alfredo Zaiat señala el tipo de restricciones severas que impondrá el nuevo acuerdo con el FMI.
Otra enseñanza de la historia de los acuerdos stand by es que, además de la obsesión por la cuestión fiscal con la consiguiente exigencia de reducción del gasto público, el FMI se involucra también en la cuestión del déficit de las cuentas externas. Para abordar ese desequilibrio siempre recomienda una fuerte devaluación. Para achicar la brecha del 5 por ciento del PIB de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, la depreciación del peso es el primer paso que reclama. (2)
En efecto, para citar solo dos ejemplos en línea con las restricciones que advierte Zaiat, la devaluación del peso que ya produjo Cambiemos desde fines de abril en la previa del anuncio formal del acuerdo con el FMI supera el 25%, con un pase a precios del aumento del dólar muy fuerte que supone una inflación anual cuyo piso será similar a la del año 2017 que rozó el 25%
Por otra parte, las restricciones al gasto ya comenzaron a insinuarse con el recorte de obra pública anunciado el 3 de mayo por un monto inicial de 30.000 millones de pesos.
Por el lado del oficialismo, la formalización del acuerdo con el Fondo diseña un escenario electoral muy estricto para 2019, mucho más estrecho que en 2017 y el imaginado antes de la crisis económica y financiera de mayo de 2018.
Del lado de la oposición, desde una parte importante de la Patria Consultora, se insiste en plantear la existencia de un “terreno llano” y de dispersión de fuerzas como paisaje dominante.
No parece ser ese más que un deseo de muchos analistas y encuestadores, ya que hasta un niño observa la existencia de un liderazgo opositor nítido, recortado y sólido: el de Cristina Kirchner
Liderazgo notable que, solo dos meses antes de las elecciones de medio término y desde la puerta de Comodoro Py, lanzó un nuevo espacio de representación electoral al que denominó Unidad Ciudadana. En medio del ciclo de ascenso electoral de Cambiemos y sometida a la más salvaje persecución mediática y judicial observada en democracia, Unidad Ciudadana obtuvo el 38% de los votos en el principal distrito electoral del país, que constituyó siempre un proxy muy consistente de la media electoral nacional.
Nada más alejado al “terreno llano” opositor, figura que insisten en instalar analistas y encuestadores empeñados en opacar el nítido liderazgo de Cristina Kirchner y que en el colmo del delirio y páramo conceptual, imaginan un espacio opositor diseñado mediante la suma de dirigentes autodenominados “peronistas” con liderazgos misteriosamente equivalentes como condición necesaria de supuesta “eficacia electoral”: Cristina + Massa + Randazzo + etc.,
Desconoce este diseño mitológico de la “unidad”, que reduce la dinámica electoral a una simple sumatoria aritmética, que los así “unidos”, en rigor no son liderazgos equivalentes.
A nivel cuantitativo, Cristina Kirchner duplica en votos a todo el resto del “mundo pan peronista”.
Mucho menos hay equivalencias cualitativas en los proyectos de país que encarnan los dirigentes mitológicamente “unidos”.
En efecto, mientras Cristina se opuso sistemáticamente y desde el minuto uno al despliegue de la tercera oleada neoliberal que encabeza Mauricio Macri, el resto de los dirigentes que los analistas suponen de liderazgos equivalentes le obsequiaron parte sustancial del plexo legislativo que requirió Cambiemos para realizar el impiadoso ajuste, incluida la renovación de la Corte Suprema, que con su nueva conformación pasó a ser una correa de transmisión de las demandas del Poder Ejecutivo y los sectores de poder corporativos que representa ya sin mediaciones.
Hay además un error conceptual de base en el diseño mítico del dispositivo de “unidad” en base a liderazgos equivalentes.
Del planteo de “unidad” de este diseño surge que, por citar el caso más reciente de Provincia de Buenos Aires, los votos que deben “recuperarse” son los que obtuvieron en el año 2017 el frente 1 País y el sello PJ.
Nada más lejos de la realidad electoral. Todos los estudios cualitativos y las leyes de formación y funcionamiento cuantitativas del FPV a nivel nacional señalan que la mayoría de esos electores “peronistas o francamente anti kirchneristas”, son extremadamente refractarios a dar el voto a opciones organizadas en torno al liderazgo de Cristina.
En tanto, el análisis de la mayoría electoral nacional constituida por el kirchnerismo en el lapso 2003-2011 muestra que este tuvo un fuerte componente de voto cruzado con opciones distritales diversas, muchas vinculadas al PRO la formación core de la coalición Cambiemos - voto cruzado materializado en Buenos Aires, Córdoba, CABA, Santa Fe - y que en el año 2015 y persistentemente aún en el año 2017, por motivos diversos, muchos de estos electores optaron distrital y nacionalmente por el actual oficialismo.
Así las cosas , los votos que necesita la oposición expresada en Unidad Ciudadana y organizada en torno al liderazgo de Cristina Kirchner para competir con chances en 2019 están entre quienes en 2015 y 2017 optaron por Cambiemos en mucha mayor proporción que entre aquellos electores que acompañaron entonces opciones pan peronistas no kirchneristas cuando no francamente anti kirchneristas.
Es por otra parte muy obvio que para constituir su 51% de votos nacionales en el año 2015 y el 41% del año 2017, Cambiemos tomó parte de los electores que construyeron el 45% y el 54% con que el entonces FPV triunfó en 2007 y 2011.
Recomponer los puentes quebrados con esos electores - que son millones - es la tarea estratégica que deberá intentar Unidad Ciudadana para competir con éxito en 2019 y lo debe hacer organizando su espacio de representación en torno a un liderazgo como el de Cristina cuyo notable piso de 35% de votos a nivel nacional, a poco de caminar colocará a la opción opositora en franca condición de ballotage
En esta perspectiva de análisis, la verdadera unidad a construir es con los ciudadanos que por motivos genuinos no acompañaron la oferta electoral del FPV en 2015 y de UC en 2017, y no la mítica unidad con los dirigentes que por motivos mezquinos dieron apoyo explícito al despliegue del modelo que lleva adelante Cambiemos, el más autoritario y anti popular desde la recuperación democrática.
(1) Axel Kicillof , Infobae , 13-5-2017
(2) Afredo Zaiat, Página 12 , 13-5-2017