Una de las obsesiones del Gobierno es la caída del riesgo país, esto es, la tasa de interés que debe pagar por sus títulos de deuda por encima de la de los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Eso le permitiría depender menos de los recursos que le arrimará el Fondo Monetario Internacional (FMI) de ahora a fin del año próximo, a priori el factor excluyente para que no se hable de default. Sin embargo, un ambiente que no termina de despejarse para el país hizo que aquel indicador encontrara un piso difícil de perforar en los 600 puntos básicos, un nivel al que al Gobierno nacional, las provincias y las empresas les resulta prácticamente imposible financiarse.
PERCEPCIONES DE RIESGO. La calificadora Standard & Poor's rebajó el lunes la nota de la deuda de largo plazo del país: la pasó de B+ a B. La decisión, esperada tras la turbulencia cambiaria de los últimos meses y el consiguiente deterioro de la situación económica, se basó en la “erosión del perfil de deuda de Argentina, de la trayectoria de crecimiento económico y de la dinámica de inflación tras los reveses en la implementación de su desafiante programa de ajuste económico”.
S&P matizó el revés al señalar que “la perspectiva de las calificaciones de largo plazo es estable con base en nuestra expectativa de que el Gobierno implementará medidas fiscales, monetarias y de otro tipo para estabilizar la economía durante los próximos 18 meses”. Sin embargo, advirtió que podría "volver a bajar las calificaciones durante los próximos 12 meses si acontecimientos políticos negativos inesperados o la implementación irregular del programa de austeridad económica del Gobierno dañase más la confianza de los inversionistas, empeorando el acceso del Gobierno al financiamiento de mercado y presionando potencialmente la moneda, lo que afectaría la dinámica de inflación”.
“Esperamos que haya continuidad de las políticas tras las elecciones nacionales hacia finales de 2019.” (Standard & Poor's)
“De igual manera, las percepciones de que el compromiso del soberano con el programa de ajuste económico podría titubear después de las elecciones nacionales de 2019 crearían una dinámica de mercado desfavorable similar, que podría dar por resultado elevadas tasas de interés por un tiempo prolongado”, anticipó.
El mercado ya se lanzó al juego electoral. De hecho, el comunicado de Standard & Poor's alude en ocho ocasiones a los comicios presidenciales. “Esperamos que haya continuidad de las políticas tras las elecciones nacionales hacia finales de 2019”, señala, pero sin dar eso por ni mínimamente por hecho.
El miércoles de la semana pasada, otra calificadora, Fitch, había reducido su perspectiva (el paso previo al cambio de nota) sobre la deuda argentina de “estable” a “negativa”.
“Fitch asume que el Gobierno logrará cumplir en 2019 con los objetivos de ajuste fiscal establecidos en el Presupuesto y que renegoció recientemente un programa con el FMI que lo ayudará a cubrir completamente sus necesidades de financiamiento, pero observa riesgos en medio de una recesión naciente y del ciclo electoral”, dijo entonces. “Después de 2019, las perspectivas sobre una consolidación fiscal mayor, sobre una recuperación económica y sobre el restablecimiento del acceso al mercado externo son inciertas y probablemente serán sensibles al resultado de las elecciones”, agregó.
LAS MIRADAS LOCALES. Gustavo Reija, director de Mecronomic, le dijo a Letra P que “la baja en la calificación crediticia está directamente asociada al cronograma y al perfil de los vencimientos de deuda que tiene nuestro país. El acuerdo con el Fondo garantiza repago hasta fines de 2019, pero de allí en más se abre un gran interrogante”.
“Por supuesto que 2019, al ser un año electoral, introduce un elemento disruptivo por una probable dolarización de carteras”, añadió. “La recesión, por su parte, continuará impactando fuerte, ya que, aunque estadísticamente pueda verse un rebote en el segundo trimestre, esto no será sentido en los bolsillos y los niveles de consumo continuarán deprimidos”, sumó. Son, todos ellos, elementos de la dinámica económica inminente que pueden impactar en las urnas y que el analista ve de un modo mucho más cauto que las proyecciones optimistas del gobierno de Mauricio Macri, que, en sus urgencias políticas, apuesta a un rebote fuerte a partir del segundo trimestre. Y eso, si el contexto externo no se deteriora.
En tanto, Pablo Castagna, director de Portfolio Personal, estimó, consultado por este medio, que “la coyuntura económica pesa especialmente en la decisión de S&P. La corrida cambiaría y las medidas tomadas para frenarla fueron determinantes. Además, las expectativas de bajar la inflación y de lograr crecimiento este año no se cumplieron y están en duda para el próximo”. Pero “hay también un riesgo político, que es el temor a que vuelva el populismo” en las presidenciales, advirtió.
Para Castagna, “pasado el primer trimestre de 2019, con la cosecha récord que se espera y un mayor caudal exportador, el crecimiento económico se va a dar gradualmente si logran bajar la inflación y las tasas de interés”.
El rebote de la actividad está, entonces, sujeto a condicionantes que también estarán influidos por la dinámica preelectoral. Hoy, el peronismo sigue deshojando la margarita de la unidad y, si en la foto aparece dividido en dos, una de esas mitades parece deshilacharse día a día con el pase de dirigentes y legisladores hacia el sector más afín a Cristina Kirchner, la dirigente más resistida por el mercado. Con ella, entiende éste, el déficit cero, el acuerdo con el FMI y el futuro de los pagos de la deuda entrarían en un limbo. En ese sentido, una marcha negativa de la economía en la previa de los comicios tendería a reforzarla como polo y esto, a su vez, a complicarle las variables financieras al Gobierno. Ése es el nudo del dilema de Cambiemos y de los inversores.
“Fitch asume que el Gobierno logrará cumplir en 2019 con los objetivos de ajuste fiscal establecidos en el Presupuesto (...), pero observa riesgos en medio del ciclo electoral." (Fitch)
Según Aldo Abram, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso, “la pregunta para las próximas elecciones es si volverán el kirchnerismo o el populismo. Esto generará muchísima incertidumbre, otro ciclo de fuga de capitales y un nuevo incremento del tipo de cambio”.
Según el economista liberal, “el equilibrio fiscal que se consiga” de la mano del Presupuesto y del acuerdo con el Fondo “será precario, ya que convivirá con una presión tributaria tal que hará que, si el país vuelve a crecer, lo haga de causalidad”.
“¿Qué inversor va a querer quedarse en pesos para mirar qué pasa en las elecciones? Y si volviera la fuga de capitales, eso generaría recesión, como lo hizo este año”, señaló.
Para Abram, la reactivación esperada para el año próximo “será muy leve, no la ‘V’ que espera el Gobierno. En el primer trimestre se va a dar muy despacio; en el segundo, algo más por la cosecha gruesa, que se sentirá poco. Y todo en un contexto de mayor pobreza y alta inflación”.
VIL METAL. Ante ese escenario, los inversores se ponen más cautelosos. El dólar mayorista cotizó este martes en torno a los $36, un poco más lejos que en la víspera del piso de la banda cambiaria fijada por el presidente del BCRA, Guido Sandleris. Si bien sigue latente la posibilidad de que la divisa termine perforando un nivel que se ajusta todos los días un 3% interanual, lo que deflagraría una intervención compradora de la autoridad monetaria, surgen algunos indicios de cambio.
Si el BCRA elevó encajes para evitar que los bancos tomen deuda en el exterior para especular con la tasa en pesos en el país, si S&P y Fitch le bajan el pulgar al país y si la tasa de las Letras de Liquidez (Leliq) cae al 65%, ver al dólar pegado al piso de la zona de no intervención es un incentivo para dolarizar, al menos una parte de las carteras. De hecho, asesores de inversión comienzan a aconsejar a sus clientes que se hagan de activos dolarizados en, al menos, un 30% de sus tenencias.
Dependerá de la muñeca de Sandleris que la tasa de interés se ubique en niveles que no interrumpan abruptamente el giro de la bicicleta que, precariamente, le permite al Gobierno ir sobreviviendo el día a día y tachando con angustia los días que lo separan de la apertura de las urnas.