La artillería comunicacional de Cambiemos registró un giro particular desde que el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, enfrenta un escándalo por haber agredido y despedido a una empleada doméstica que empleaba en negro y que blanqueó parcialmente con un cargo en la intervención del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), manejada por su cuñado. Ante la densidad y las posibles ramificaciones del caso, ningún miembro de la administración que encabeza el presidente Mauricio Macri salió a defenderlo públicamente.
Tampoco sucedió lo contrario: los principales referentes de la alianza que se construyó a sí misma a contraluz de la corrupción K, como la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal; las diputadas Elisa Carrió y Graciela Ocaña y la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, no han alzado la voz para condenar las maniobras que podrían esconder la existencia, en el gremio de los marítimos, de la versión Cambiemos del "aguantadero de la política".
“Mauricio lo banca y lo valora; es cierto que todo pasa en un momento jodido por la relación con los gremios y por la reforma laboral, pero es un buen ministro y hay aguantar la situación”, explicó a Letra P un funcionario de la Casa Rosada. Para probarlo, sostiene que los ministros del Gabinete lo defienden en privado. La reserva de la identidad, al parecer, es la única condición que imponen dentro de Balcarce 50 para defender a Triaca. La práctica del off the record, en rigor, también es un halo protector para esos discretos defensores con el objetivo de no quedar pegados con un escándalo que promete graves ramificaciones penales debido a la cantidad de familiares que Triaca tiene dentro del Estado y de la intervención del SOMU, ordenada por la Justicia, que luego encarceló a su ex secretario general Omar “Caballo” Suárez.
Triaca con su ex empleada, Sandra Heredia.
Tanto en la planta baja como en el primer piso de la Casa de Gobierno, los “machos del off the record”, como suelen decirles en broma a los voceros de Cambiemos, justifican su práctica en una trémula especulación: “No tiene sentido salir a hablar, porque lo vamos a seguir instalando. Cuanto más digamos, peor será. Hay que esperar, el tema está bajando y hay que bancar, salvo que salte algo muy complejo”, resumió otro escudero comunicacional de Balcarce 50.
El caso, a pesar de los intentos oficiales por desinflarlo, ya desató una tormenta de versiones sobre posibles reemplazantes. Entre ellos, el vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli, un estrecho amigo del ex titular del gremio de Camioneros Hugo Moyano. Para atizar esas versiones, en el Gobierno ratifican la continuidad de Triaca, pero la particularidad del escándalo, surgido por la filtración de un audio de whatsapp, ya comenzó a sumar consecuencias políticas preocupantes para el oficialismo, como el pronunciamiento de un importante grupo de dirigentes de la CGT, que desperezaron su virulencia y le declararon la guerra a la reforma laboral, el cambio de la formula jubilatoria y el mega DNU que firmó el presidente Macri la semana pasada.
La señal, tejida en un asado que organizó el gastronómico Luis Barrionuevo, aprovechó la brecha abierta por el escándalo de Triaca, surgido por una crisis dentro de la primera intervención realizada por el Gobierno en un sindicato que, hasta la semana pasada, era utilizado como un ejemplo de transparencia dentro de la ofensiva judicial del oficialismo contra distintos jefes sindicales sospechados de corrupción y lavado de dinero. Si antes del caso Triaca los caciques cegetistas estaban unidos por el espanto, ahora comenzaron a aprovechar las oportunidades de los errores del Gobierno para frenar una estrategia que algunos aliados gremiales de Cambiemos consideran un error que tendrá vuelto.