Sin intencionalidad manifiesta ni acuerdo político de carácter estratégico, el presidente Mauricio Macri ha asumido el costo político de casi todos los conflictos laborales que se generaron en territorio bonaerense. Justo en la previa de las PASO, la provincia de Buenos Aires -contexto en el que se librará la batalla electoral más relevante para Cambiemos- quedó al margen de los chispazos del cierre de fábricas, suspensiones a trabajadores y despidos vinculados a firmas que producen bienes de consumo masivo.
Una vez más, en el firmamento del oficialismo, la gobernadora María Eugenia Vidal es la estrella más afortunada. Incluso en aquellos casos que no están relacionados con su perfil ni con temas de gestión. En paralelo y casi por carácter transitivo, se liberaron de explicaciones técnicas y económicas los dos candidatos a senadores de Cambiemos en la provincia, Esteban Bullrich y Gladys González.
En el Ministerio de Trabajo nacional, que conduce Jorge Triaca, no se extrañan: “Nos hacen pagar el precio de la crisis a los que toman decisiones de fondo”, contaron voceros de la cartera a Letra P. Al hijo de uno de los históricos dirigentes del sindicalismo, que llegó a la política en la época de Carlos Menem, no le simpatiza esta situación, que viene ya desde inicios de la gestión pero que se intensificó en los últimos meses, con algunos emblemas que dejó la recesión más dura de 2016.
La casuística es elocuente: el cierre de la planta de la alimenticia Pepsico en Vicente López; el despido de 53 empleados del Walmart de Sarandí; las cesantías en Atucha y la química alemana Lanxess (Zárate) y el contexto crítico de las pymes situadas en el primero, segundo y tercer cordones del conurbano, debaten su presente y futuro en las calles porteñas y en la sedes de Trabajo de las avenidas Leandro N. Alem y Callao. Sólo uno de esos conflictos laborales cayó, silenciosamente, a resolverse en una sede laboral bonaerense. Fue el despido de trabajadores de la supermercadista estadounidense Walmart, que quedó por ahora en conciliación laboral resuelta en una seccional del Ministerio en Avellaneda, ciudad donde está situada la sucursal que, a raíz de la crisis del consumo, decidió achicar 53 empleos con la idea de evitar el cierre total de esa locación.
Este martes, de hecho, otro de los conflictos bonaerenses tomó el escenario porteño: los trabajadores despedidos de Pepsico manifestaron en la plaza del Obelisco, luego de haber realizado una importante vigilia en Trabajo nacional sin haber obtenido respuestas. Fue casi al mismo tiempo que el jefe de Gabinete nacional, Marcos Peña, refería en conferencia de prensa que casi eran inexistentes los conflictos laborales.
El contraste se vio en la calle, pero el Gobierno nacional entiende la resolución de estos temas de una manera particular. El acuerdo tácito que existe con los privados es que, si quieren despedir, cumplan con el pago de las indemnizaciones al 100% u ofreciendo un mejor acuerdo. Tal es el caso de Pepsico, donde según el Gobierno la firma se comprometió a pagar compensaciones por despido del 200%. En Trabajo entienden que el caso Walmart se resolverá de la misma manera. En el marco de una crisis de actividad que aún golpea, a los empresarios no les cae nada mal este esquema de resolución de conflictos que no concibe la intermediación ni la búsqueda de alternativas para contener las suspensiones.
De todos modos, en la sede Alem de Trabajo ya están algo agotados de las manifestaciones y escraches al frente del edificio, más allá de que sabían previamente cómo se resolverían estas cuestiones. Sin ir más lejos, varios de los que despidieron lo avisaron a principios de año, pero esperaron la llegada de junio para evitar el pago de los aguinaldos. Uno de los casos fue el de Pepsico, que tal como adelantó Letra P generó una fuerte disputa entre los delegados de la planta y el jefe del gremio alimenticio, Rodolfo Daer.
Fue la disputa con los docentes la única batalla que se le complicó a Vidal. Pero hubo muñeca política y billetera para apagar el incendio y cerrar un buen acuerdo días antes del cierre de listas. Poco de pelea tuvo que afrontar el ministro de Trabajo bonaerense, Marcelo Villegas, quien conoce al dedillo lo que se vive sobre todo en la zona sur y oeste del conurbano con las fábricas en riesgo latente.
Hace unos días, en un artículo publicado por Joaquín Morales Solá en el diario La Nación, se puso en evidencia la intención de que las boletas bonaerenses de Cambiemos no lleven la cara de Macri y que sea Vidal la gran electora. Lo explican como una situación lógica en el marco de la asunción automática del costo político de la aplicación de decisiones drásticas que pusieron en riesgo la continuidad de las fuentes de trabajo. Lo que más impactó en las plantas fue el aumento de tarifas desbocado y, luego, el derrumbe del consumo doméstico, que atrasó la producción y las ventas. Lo cierto es que, de aquí a octubre, se esperan nuevos conflictos en compañías que analizan planes de achique. El misterio es si el bonaerense seguirá siendo un terreno galvanizado ante los latigazos aún vigentes de la crisis.