Los operadores de Cambiemos en Córdoba no tienen dudas: “Si la jugamos, la ganamos”. Se sostienen en la alta imagen positiva que tiene el presidente Mauricio Macri en la provincia. Dicen que la ola amarilla allí es más que una ola: “Es un tsunami”. La llave la tiene el propio Macri: tiene que definir si Casa Rosada baja con todos los fierros y apuesta fuerte en 2019 a pelear la Gobernación o si, en cambio, baja el nivel de riesgo y confrontación con un aliado clave en la estructura nacional, como es Juan Schiaretti, decide no habilitar la avanzada y allanarle al gobernador la reelección.
La intervención directa de Macri en el armado también es la clave para poner fin a las internas que cruzan a la alianza Cambiemos en Córdoba. En esa provincia se concentran tantas tensiones personales como sectores componen el espacio. Mientras el ala liderada por el operador político y presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, apuesta a Mario Negri, el presidente del interbloque Cambiemos mantiene –como Monzó- una tensa relación con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, más cercano en esta disputa al diputado Héctor Baldassi. En la puja de poder aparecen, además, el intendente de Córdoba Ramón Mestre (h), enfrentado a Negri y de mala relación con Casa Rosada, y Luis Juez, hoy exiliado como embajador en Ecuador pero con intenciones de meter la cuchara en esta sopa.
“El único que puede evitar que no nos matemos entre nosotros es Mauricio”, admitió un hombre de Cambiemos que sigue de cerca el día a día de la política cordobesa. “Si Mauricio decide no intervenir, el mensaje va a ser claro. Y va a ser un mensaje para nosotros, pero también para Schiaretti”, admitió en sintonía un operador del radicalismo provincial. Para que eso no ocurra, Macri debería intervenir y elegir el candidato. Sólo eso evitaría que lo que hoy es una mesa política atada con hilo delgado termine por descomponerse y atomizarse.
¿Y por qué Macri resignaría la posibilidad de extender las redes amarillas hacia un distrito central de la política y la economía argentinas? Por conveniencia personal. En 2019 no sólo tiene la chance de pelear Córdoba, también tiene la posibilidad de ir en busca de un nuevo mandato como presidente. Sacudir una relación política no conflictiva, como la que mantiene con Schiaretti, en un distrito que tiene elecciones desdobladas -por lo que la campaña provincial no impacta en la nacional- es una movida cuyos daños colaterales hay que medir muy bien. Más aún si el actual gobernador cordobés es un jugador central en la reactivada liga de gobernadores peronistas, con la que el Gobierno deberá discutir políticas clave en la segunda mitad del gobierno macrista para garantizarse los votos de las provincias en el Congreso. Será clave para tomar esta decisión el consejo de Peña, el que más escucha Macri. Y Peña juega en esa interna su propio partido.
LA OLA. Son varios los factores que alimentan el entusiasmo del macrismo cordobés. El más reciente es el resultado de las PASO. Cambiemos arrasó y, con Baldassi a la cabeza, sacó el 44,4% de los votos. Segunda, lejos, la lista oficialista de Unión por Córdoba arrimó al 28,6%. Ni en el macrismo-radicalismo ni en el gobierno de Córdoba esperan que los números se alteren mucho este domingo.
Desde el delasotismo se tranquilizan con el espejo retrovisor. Recuerdan que en las legislativas 2009 salieron terceros. Ganó el Frente Cívico de Luis Juez, con el 30,6%; segunda fue la UCR, con el 26%; y el gobierno cordobés perdió la chance de meter al menos un senador nacional. “Después en 2011 ganamos caminando”, recuerda un hombre muy cercano al ex gobernador José Manuel de la Sota. “Es cierto”, responden desde PRO, “pero en 2011 el Gobierno fue con la oposición dividida”. Ese año, De la Sota se consagró nuevamente gobernador con el 42,6%, segundo fue Juez con el 29,6% y tercera la UCR de Oscar Aguad, con el 22,9%. Hoy, el juecismo y el radicalismo militan en Cambiemos, junto al macrismo.
Marcos Peña tiene su propio jugador en la interna cordobesa de Cambiemos: la "Coneja" Baldassi.
En Unión por Córdoba, el sello creado por De la Sota que gobierna interrumpidamente la provincia desde 1999, admiten la avanzada macrista en su tierra. Hablan de “una ola generalizada” que golpeó fuerte. Y no sólo en Córdoba: citan, también, los casos del Movimiento Popular Neuquino, del PJ pampeano y el de los Rodríguez Saá en San Luis. Tres estructuras políticas que reinan en sus distritos desde el retorno de la democracia.
Para explicar esta ola y los riesgos ciertos que tiene el tándem Schiaretti-De la Sota de perder Córdoba, agregan que Macri es, “para la mentalidad cordobesa”, una “persona bien vista”. ¿Qué mentalidad? “Una mentalidad de raíz conservadora”, responden. Y agregan: “En Cambiemos se juntó toda la derecha cordobesa. No te olvides que nosotros gobernamos 20 años, pero veníamos de 40 años de radicalismo”.
De uno y otro lado se tiran encuestas de imagen. “El Gobierno tiene una imagen positiva del 70%”, dicen en el oficialismo cordobés. “Macri tiene 65%, casi lo mismo que Schiaretti”, retrucan desde el macrismo. Y ese careo suman datos electorales: “En 2015 ganaron por cuatro puntos –en realidad fueron poco más de seis- contra Aguad. Y sin ola amarilla”. “Ahora –redondean- es todo Macri. En Córdoba, es todo Macri”.
CONTROL DE INTERNAS. La voz de Macri es la que tiene que ordenar un armado de Cambiemos heterogéneo y con demasiados aspirantes a pocos cargos. Cuentan con, al menos, cuatro posibles candidatos a gobernador con alto conocimiento público: la UCR tiene a Negri y a Mestre, el PRO tiene a Baldassi y el póker lo cierra el unipersonal Juez.
Fuentes del macrismo cordobés dibujan este ranking de potabilidad. “Juez está fuera de carrera, Macri nunca confiaría en él para una batalla así”; “Ramón (Mestre) no puede ni entrar a Casa Rosada” y "Baldassi tiene buena imagen, pero no de gestión. No imagino a Mauricio rompiendo con Schiaretti con un tipo así”; “Negri es el mejor, pero no es Macri”. En síntesis: Macri tiene que elegir entre hombres que no son de su riñón o no están preparados para gobernar.
Negri viene armando, en silencio. Cualquier movida exagerada del avispero puede hacer explotar su guerra de nervios con Marcos Peña. El jefe de Gabinete y el presidente del interbloque Cambiemos nunca congeniaron. Negri no ocultaba su bronca cuando desde Casa Rosada le mandaban proyectos muy difíciles de defender o de negociar en el Congreso, proyectos que nunca pasaban por previa consulta de las espadas legislativas del oficialismo. Y para Peña, Negri es un tipo que nunca terminó de alinearse comunicacionalmente con la línea que él mismo baja. Algo intolerable para el hombre fuerte del Poder Ejecutivo.
Su pelea tuvo un pico de tensión cuando Peña empezó a trabajar fuerte para imponer a José Cano, primer candidato a diputado nacional de Cambiemos en Tucumán, como su hombre para tomar las riendas del interbloque cuando vuelva a la Cámara baja. La noticia llegó rápido al despacho de Negri, los pasillos radicales son angostos, cortos y están llenos de oídos. Esa intentona se desactivó rápido. Cano perdió las PASO por más de 22 puntos contra el peronismo en Tucumán. Dos años antes, su derrota en la elección a gobernador fue por 18. No le dieron los pergaminos.
Massot-Negri, una dupla aceitada en Diputados y en el armado de Cambiemos en Córdoba.
LA SOCIEDAD. El socio a la hora de definir el armado y la estrategia en Córdoba es el presidente del bloque de diputados de PRO, Nicolás Massot. El joven legislador responde directamente a Monzó y ese alineamiento lo para del mismo lado que Negri en la interna con Peña. Con Negri, además, comparten el enemigo interno en Córdoba, que es Ramón Mestre.
Para Negri, la única posibilidad de salir a jugar fuerte por la Gobernación de Córdoba es con la bendición de Macri. El diputado radical hizo saber esto a algunos correligionarios que le consultaron por su futuro político y electoral. Les dijo que pelearle al delasotismo la provincia es algo que le interesa, que trabaja para eso, pero que no le quita el sueño. No correrá esa carrera si el Presidente en persona no lo consagra como su candidato. En las mismas conversaciones dio a entender que Macri, en charlas privadas, ya le dio algunas señales.
Lo que quiere Negri es que ese apoyo oficial, en caso de llegar, se traduzca en algo más que una declaración pública y una mano en la espalda con un leve empujoncito. Quiere estructura, financiamiento, equipos técnicos. Algo que necesitará el OK de, claro, Marcos Peña. Un problema latente pero todavía lejano.