Fue un comentario casual, casi al pasar en un momento de las tantas horas por semana que Sergio Massa dedica a su presencia mediática.
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Fue un comentario casual, casi al pasar en un momento de las tantas horas por semana que Sergio Massa dedica a su presencia mediática.
“Me encontré a (Claudio) Bonadío en una estación de servicio en Tigre y me dijo que iba a comer a lo de Scioli”. Esa frase que con el tiempo se sabrá el grado de premeditación, encendió las alarmas en el nucleo duro del kirchnerismo que es donde el caso Hotesur sabe retumbar.
Ya era ampliamente conocida por parte de Olivos la realidad de que el fiscal del caso Carlos Stornelli es un habitué de La Ñata, pero eso no alteraba a nadie porque allí también conocen que Stornelli hace meses que se desentendió del trabajo en su fiscalía federal.
Bonadío es un cantar diferente. Y no es que la desconfianza se pose sobre Daniel Scioli o se lo vincule a una confabulación de las tantas que imaginan los medios. Es más bien un juego preventivo. Cuidar las apariencias en el microclima del poder K.
Es lo mismo que sucedió con el general Cesar Milani. Más allá de que Daniel Rafecas lo tenía contra las cuerdas en la causa por enriquecimiento ilícito, la suerte del ex jefe del Ejército se terminó de sellar cuando se conoció que desde noviembre del año pasado ya le reportaba a Scioli.
Demasiada autonomía, no para el gusto de Carlos Zaninni sino para el de Máximo Kirchner.
Lo de Massa con Bonadío fue lógico. Antes de derrumbarse, al tigrense el fundraising de campaña se lo desarrollaban entre el exSIDE Dario Richarte y el auditor Javier Fernández. Dos hombres que detestan a Bonadío y a quienes el juez no puede ni ver. En el caso de Massa hay algo de revanchismo porque en 2013 compartió algunos desayunos con Bonadío (los organizaba Rodolfo Canicoba Corral) pero desde que las encuestas no le sonríen el juez prácticamente dejo de atenderle el teléfono.
La salida de Bonadío de Hotesur es también una responsabilidad supina de Mauricio Macri. No hizo falta ningún servicio de inteligencia para saber que 50 efectivos de la Metropolitana operaron en Rio Gallegos fuera de su jurisdicción.
En la segunda noche de estadía unos diez policías armaron una juerga interminable en un pequeño bar de la ciudad austral. Ese bar es propiedad de un amigo cercano a un ejecutivo del Grupo Indalo de Cristobal López, cuyos medios tuvieron la primicia de la peripecia de los 50 policías metropolitanos.
El subjefe de esa fuerza Ricardo Pedace ya habría presentado su renuncia pero por ahora no se la aceptan.
Con el dato de la intervención de esa fuerza las horas de Bonadio al frente de Hotesur estaban contadas. Lo removieron sin demoras y el camarista Eduardo Freiller se descargó duro contra el juez. El jueves por la mañana se comunicó en dos ocasiones con Eduardo De Pedro.