Elecciones 2015

Massa pasó del sueño del batacazo a lo previsible: termómetro del balotaje

Con un discurso bien corrido a la derecha, aumentó los votos de UNA en las PASO. El massismo resolverá esta semana cómo juega en la segunda vuelta, pero la libertad de acción no es una opción.

En el VIP que el massismo instaló en la parte trasera del complejo PIPA, en Tigre, el clima era de celebración. Al candidato a presidente por UNA, Sergio Massa, se lo veía tenso pero contento, en una mesa que compartía con el virtual jefe de campaña de su espacio, el gobernador cordobés José Manuel de la Sota, y el ex ministro de Economía Roberto Lavagna. Ya tenía calzado su nuevo traje. Abandonó el que venía con el sueño de dar el batacazo y se puso el de actor central del próximo balotaje. Y lo único que tiene claro es que en el transcurso de la próxima semana, entre los principales referentes del Frente Renovador, definirán si el apoyo explícito es para su rival electoral del Frente para la Victoria (FPV), Daniel Scioli, o el de Cambiemos, Mauricio Macri. El juego neutro, sin inclinarse por uno u otro, no es una opción.

 

A esa mesa llegaban datos de lo que iba ocurriendo en distintos municipios. Hubo dos casos que llamaban más la atención: las sorpresivas derrotas de Humberto Zúccaro en Pilar y de José Eseverri en Olavarría, dos de los que justo antes de la chicharra que anunciaba el cierre de listas abandonaron el barco massista para volver al kirchnerismo. “El pueblo te cobra las incoherencias”, se escuchó. En otras, algunos ya charlaban la chance de hacer jugar a Massa por una banca en el Senado nacional en 2017.

 

El sueño del jefe de intendentes que llegaba, sin escalas previas, a la Presidencia empezó a desinflarse mucho antes de la sangría de jefes comunales que fueron a rendir tributo a Casa Rosada para refugiarse bajo el paraguas kirchnerista. La apuesta de Massa de sostener una campaña presidencial de casi dos años, lanzada apenas se confirmó su victoria en las legislativas 2013, fue demasiado riesgosa. Y cuando ese envión perdió fuerza y la avalancha de propuestas se transformaron en clavos que ya no perforaban la opinión pública llegó la estampida de intendentes. Y con ellos se fueron fiscales, territorio, votos. Pero algo más: perdió ángel el porte de cacique que el ex jefe de Gabinete había conseguido construir dos años antes.

 

En la campaña mediática y política post primarias, Massa logró revertir parte esa pérdida. Apostó a explotar la banda derecha del electorado y lo hizo con éxito: logró sacar siete puntos más que en las primarias. El jueves, en el acto de cierre de campaña, Massa mostró su costado más férreo. Actuado o espontáneo, el jefe del Frente Renovador habló a los gritos, sin eufemismos y soltando el costado más conservador de su discurso: fuerzas armadas en las villas, endurecimiento de penas o pegar el término “vago” a los beneficiarios de planes sociales fueron parte de ese menú.

 

Bajo ese escenario, la semana pasada, algunos de sus voceros depositaban sus esperanzas en los indecisos. Eran entre cuatro y cinco puntos que, sumados a los 21 o 22 que estimaban podía sacar Massa este domingo, generaban un cuadro expectante. Los números de las elecciones definitivas terminaron demostrando que esos indecisos que manejaban en las encuestas eran opositores y se fueron todos, y derechito, al bolsillo de Macri.

 

Cuando volaban los manotazos sobre el 6% de votos que había obtenido José Manuel de la Sota en las PASO, Massa logró afianzar la alianza con el gobernador de Córdoba, dándole como premio la chance de poner su cara al frente de la campaña nacional de UNA. También había en el massismo mucha satisfacción con la campaña publicitaria que pusieron en la mesa después de las primarias. Ahí, cuando Macri sorprendió en un poco creíble giro al kirchnerismo, Massa bajó todas las banderas peronistas de sus giras proselitista y se instaló como un candidato de neto corte conservador. Intentó correr al líder de PRO por derecha. Y lo consiguió. También fue hábil en otra punto de comparación con Macri: mientras el ex presidente de Boca se llenaba la boca hablando de equipos pero jugando una campaña netamente personalista, Massa se puso a la par de los referentes políticos de su espacio. Lo hizo con De la Sota, lo hizo con Roberto Lavagna, lo hizo con su compañero de fórmula, el intendente de Salta Gustavo Sáenz, y lo hizo con varios más.

 

Hubo otros factores que terminaron ahogando la campaña de Massa. Uno clave fue cuando el caño por el que llegaban los fondos que aportaba el banquero Jorge Brito empezó a estrecharse. El tigrense logró sobreponerse a eso –y Brito, aunque coqueteaba con el sciolismo, siguió mandando algunos cheques- y apostó por una campaña netamente opositora. Abandonó la línea de “sostener lo bueno” y “corregir lo malo” con la que transitó gran parte del 2014 y con la que ganó en 2013 y a la que se subió, después del susto en la Ciudad, el mismísimo Macri. “Si nos ponen en el balotaje, tengan la seguridad de que vamos a dar vuelta una página de la Argentina y se termina el kirchnerismo”, cerró su discurso el jueves, en el Museo de Arte de Tigre.Pero no era eso lo que más preocupaba en el massismo, sino qué rol asumir en un caso de un balotaje.

 

Por eso este miércoles habrá una cumbre en la localidad de La Falda, provincia de Coródoba de toda la plata del FR. “Si apoyamos a Scioli, perdemos uno de los principales componentes de nuestro electorado, que es el voto opositor; y si apoyamos a Macri, no sólo perdemos otro de nuestros componentes, que es el voto peronista, sino que los intendentes peronistas se van a empezar a ir de a uno”, se sinceró un vocero con acceso a la mesa chica del Frente Renovador. Otro, con menos reservas, lanzó: “A Sergio le gusta el poder, disputa poder. Sería raro que apueste a perdedor”. La pregunta es a quién consideraría Massa el perdedor, pero parece bastante claro.

 

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Javier Milei.

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