Amado Boudou da por descontado que mañana la Sala I de la Cámara Federal confirmará su procesamiento en la causa Ciccone. El horizonte del Vicepresidente es oscuro: la semana pasada el juez Sebastián Casanello y el fiscal Carlos Rívolo dieron un paso decisivo en la causa que busca averiguar su injerencia para que la provincia de Formosa contrate los servicios de la desconocida The Old Fund. El testimonio del ex ministro Carlos Álvarez, según cuentan en la fiscalía de Rívolo, habría sido demoledor.
Era previsible. Allá por 2007, cuando Fernández ocupaba el Ministerio de Economía, tenía una relación pésima con Boudou que dirigía la Anses. El Vice recordó esos chispazos varias veces en los últimos días.
Más solo que nunca, le molesta, cuenta, cuando luego de los actos oficiales todos los ministros se dispersan y hacen lo posible por evitarlo. Paradójicamente ha encontrado mejores amigos en los senadores opositores que lo visitan para tomar café o con quienes comparte cenas en reductos reservados de San Telmo. Esas charlas son reveladoras.
Hace poco le preguntaron qué fue de la tan difundida posibilidad de una segunda indagatoria ante Ariel Lijo para hablar de la “trama política del caso Ciccone”. Contó que él estaba dispuesto pero que Julio De Vido le rogó que desistiera. El Ministro se encontró frente a una encrucijada: si Boudou hablaba seguramente perjudicaría a Florencio Randazzo (a quien De Vido detesta) pero también a Daniel Scioli, en quien De Vido confía para tener una jubilación lo más lejana a los tribunales federales.
Con la suerte de Boudou echada, el suspenso sobre la resolución de la Cámara se centra en el clan Ciccone, puntualmente en el hecho de si sus escritos presentados ante la Sala I podrán precipitar una metamorfosis que los aleje de la figura del cohecho y los acerque a la de las víctimas que sufrieron una extorsión por parte de José María Núñez Carmona. Sería una victoria silenciosa para Luis Barrionuevo que ha contribuido con ciertas gestiones en la defensa de los Ciccone (conoce a Guillermo Renwick, yerno de Nicolás Ciccone, del rubro gastronómico).
Obviamente, en caso de un final favorable los Ciccone irán por todo y demandarán al Estado por una suma multimillonaria. Para esto ya habrían tenido algún encuentro en el estudio Cassagne, el mismo que actualmente litiga contra la ley de abastecimiento votada en el Congreso.
A Boudou no deja de sorprenderlo la tranquilidad de Lijo respecto de que tanto Núñez Carmina como Alejandro Vandenbroele hace meses que salieron del país y se sumergieron en el sigilo. “De eso a pasar a la clandestinidad y no volver al país hay un solo paso”, resume.
También le ha llamado la atención el poco interés del juez en tomarle declaración al abogado Fabián Carosso Donatiello, que vive en Madrid y que el día antes de declarar por videoconferencia (era quien le habría subalquilado el departamento de Puerto Madero a Vandenbroele) logró una orden de la justicia española para eludir la cita. Y Lijo no volvió a insistir a pesar de que a mediados de este año lo definía ante los periodistas como un testigo clave. Una especie de olvido muy conveniente.
Elucubraciones necesarias para mitigar la espera ante un nuevo capitulo que asoma con final cantado y que dejará al Vice a las puertas del juicio oral.