Política

La nueva SIDE y el silencio calculado (y necesario) de la oposición

Letra P.- El Gobierno quiere desmantelar los estudios jurídicos que conectan al espionaje con los aspirantes a la presidencia. El desdline es febrero. Los temores de Parrilli y el enigma Pocino.

El embajador francés Jean Michel Casa volvió a demostrar el último viernes porque el Palacio Ortiz Basualdo fue durante 2014 uno de los principales escenarios en los cuales circuló el poder político, económico y también el judicial. El diplomático organizó un coctel multitudinario para presentar la programación de Radio France International y de paso, en un aparto muy conveniente, deslizar hacia unos pocos la pregunta sobre por qué la oposición guarda un silencio llamativo respecto de los últimos cambios en la ex SIDE.

 

La pregunta quedó flotando y  aparecieron hipótesis para todos los gustos. La más asertiva fue, como no podía ser de otro modo, aportada por un camarista federal que dijo que el PRO y el Frente Renovador callan porque la primera crítica, el menor cuestionamiento, sería respondido con la información sobre los vínculos de esos espacios políticos con el espionaje criollo. En Bolívar 1 cuentan que la senadora Gabriela Michetti esbozó  un comunicado que decía que la SIDE sería controlada por el general César Milani. “Que mejor lo digan los diarios, no es tema nuestro”, fue la respuesta tajante que recibió de la mesa chica del partido. Y es que Daniel Angelici tuvo algunas reuniones que no deberían ventilarse. Lo mismo sucedería con el abogado Fabián Rodríguez Simon.

 

En el Frente Renovador el malestar es aún mayor. Los abogados Dario Richarte y Juan José Álvarez tienen frondosos contactos en la SIDE y para colmo son los recaudadores de la campaña de Sergio Massa. Por ellos el diputado fue el primero en conocer lo que los diarios recién dieron por confirmado el fin de semana: que el influyente Jaime Stiusso fue pasado a disponibilidad. El martes a última hora el director de operaciones llevó su renuncia hasta la oficina de Oscar Parrilli. En ese mismo momento le dijeron que sería aceptada. El espía no hizo preguntas y solo llegó a deslizar que podría pasar unos meses en el extranjero, puntualmente en los Estados Unidos.

 

Ernesto Sanz tampoco arrima comentarios de ningún tipo. Ha conversado demasiado con Claudia Levin, que opera en el Consejo de la Magistratura y que a su vez compartió demasiados encuentros con el auditor Javier Fernández, otro de los grandes derrotados con la salida de Stiusso. Ese malestar también arrastra al empresario Sergio Szpolski porque Fernández es accionista de su multimedios y es un contrapeso además con Matías Garfunkel que hace meses que quiere dejar el negocio editorial para saltar al de las telecomunicaciones. Para esto tiene el apoyo del banquero Jorge Brito que también tiene sus intereses en el Grupo 23 a pesar de mantener alguna inquina con Fernández que es secreta pero que aflora, de tanto en tanto, es los rescoldos de la causa Ciccone (basta con leer los fallos del camarista Eduardo Farah).

 

El silencio opositor también es negocio para el kirchnerismo. Develar las ramificaciones de los espías con los políticos de los sectores críticos evidenciaría un laizzes faire de la clandestinidad muy inconveniente de reconocer luego de una década en el poder. Esos encuentros siempre pasaron por los estudios de abogados satélites de la SIDE  desde donde se llega a los jueces federales. Y esa red es la que Parrilli se propone desmantelar antes de que termine el verano.

 

La SIDE se convierte así en un tema vedado tal como ocurre con la causa por supuesto lavado de dinero que investiga a Lázaro Báez y a la financiera SGI. Ni Massa ni Macri quieren pasar cerca de ese asunto.

 

Con Stiusso, Larcher e Icazuriaga afuera ahora solo queda la incógnita de Fernando Pocino, que creció en la SIDE gracias a Nilda Garré y que también presentó su renuncia en el ocaso del martes. Todavía Olivos no tiene respuesta. El problema no son los afectos del espía sino sus enemigos, entre los que se cuenta, por algún asunto del pasado, el gobernador Daniel Scioli, el mejor candidato que tiene el kirchnerismo para soñar con algún tipo de continuidad tras 2015.

 

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Marcos Ferrer, intendente de Río Tercero. 

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