Sociedad

Once: A la espera del juicio, el maquinista trabaja en la ropería del Sarmiento

Marcos Córdoba, el motorman del tren que se estrelló en Once, cumple tareas alternativas en la estación Castelar. Casi no tiene actividad social, se refugia en su familia y mantiene a su pequeña hija. Está bajo tratamiento psicológico desde la tragedia. Está procesado por estrago culposo.

Angustiado y ansioso, Marcos Antonio Córdoba, el maquinista de la formación de la línea Sarmiento que el 22 de febrero de 2012 se estrelló en la estación de Once espera el comienzo del juicio oral. A un año y medio de la tragedia que dejó 51 muertos y 700 heridos, el motorman del tren, procesado por estrago culposo, cumple ahora tareas en el sector de entrega de uniformes de la estación Castelar.

 

Aquella fatídica mañana de febrero, Córdoba tenía 26 años y cumplía su primer servicio del día. Cuando el tren que conducía no pudo frenar e impactó contra el andén, el conductor quedó atrapado en la cabina.

 

Herido, fue rescatado de entre los hierros por personal de Bomberos y Defensa Civil, atendido por el SAME y derivado al Centro Médico Integral Fitz Roy, donde quedó internado en terapia intensiva. Debido a sus lesiones físicas y a que quedó afectado psicológicamente, se tomó una larga licencia, hasta que fue reincorporado al trabajo nuevamente.

 

Córdoba nunca volvió a conducir un tren pero fuentes de la empresa confirmaron a Letra P que actualmente trabaja en la ropería de la línea Sarmiento, que funciona en los talleres ubicados cerca de la estación de Castelar. La base es una suerte de fortaleza difícil de penetrar.

 

Cuenta con custodia privada y cualquier persona que intente acercarse a ella es rápidamente detectada por empleados ferroviarios o personal de seguridad. Allí fue destinado Córdoba, hasta tanto se resuelva su situación judicial. Cerca de las vías trabaja, protegido por el silencio de compañeros y custodios, que dicen no verlo desde hace mucho tiempo. “Está con asistencia psicológica. No puede conducir un tren, no creo que venga por acá”, intentan desalentar en Castelar ante la consulta periodística.

 

“Marcos está esperando el juicio oral, como el resto de los imputados. Va a declarar en la audiencia, como ya lo hizo ante el juez (Claudio) Bonadío”, confirma su abogada defensora, Valeria Corbacho. El maquinista del tren de Once fue indagado por el magistrado en junio del año pasado. Dijo que accionó los frenos al llegar a Once pero éstos “no respondieron” y negó haber sufrido un ataque de epilepsia, o haberse quedado dormido mientras conducía.

 

Bonadío lo sobreseyó en octubre y apuntó únicamente contra funcionarios y empresarios pero, a principios de este año, la Sala II de la Cámara Federal, lo procesó por estrago culposo, de acuerdo al artículo 196 del Código Penal, que determina la responsabilidad de quien “por imprudencia o negligencia o por impericia en su arte o profesión o por inobservancia de los reglamentos y ordenanzas, causare un descarrilamiento”.

 

Los jueces Horacio Cattani, Martín Irurzun y Eduardo Farah consideraron que el tren viajaba hacia “la cabecera a una velocidad superior a la permitida, con el dispositivo de seguridad denominado ‘hombre muerto’ desactivado, y, en el mejor escenario, con una aplicación tardía del freno”.

 

Los camaristas mencionaron, además, que “la totalidad de tales constancias han permitido acreditar la concurrencia de una serie de conductas imprudentes que pueden sintetizarse en la impericia al conducir la formación que se encontraba sin el correspondiente mantenimiento”.

 

“Córdoba le explicó a Bonadío claramente lo que hizo esa mañana para intentar frenar la formación y no frenaba, ese tren nunca debería haber salido”, dice Corbacho. Al pedir la elevación de la causa a juicio el fiscal Federico Delgado también apuntó al respecto: “Córdoba en la primera indagatoria reconoció que el tren frenaba mal en la estación Caballito y que también eso le pasó en Floresta.

 

Sin embargo, también reconoció que no lo paró. Esto quiere decir que admitió la materialidad del hecho que trajo aparejada la violación del deber de cuidado que lo envolvía como conductor. Pero esa conducta estuvo sobre determinada por el pésimo estado del servicio del tren, debido a un proceso de intencional desinversión del concesionario que se dedicó a desviar los fondos que a ese fin allegaba el Estado con el concierto de los funcionarios públicos que debían controlar la concesión”.

 

A un año y medio de la tragedia, el motorman de Once se refugia en la contención familiar. Según cuenta su abogada, pese a su corta edad, casi no tiene vida social. Vive en un barrio de Moreno, en la casa de sus padres y trabaja con dificultad cerca de las vías, para cumplir con la cuota alimentaria de su hija – que no vive con él, sino con su ex pareja-, además de continuar bajo el tratamiento psicológico que le proporciona la obra social que le permita superar el recuerdo de aquella fatídica mañana de febrero, cuando condujo la formación 3772.

 

Por Gabriela Pepe

 

@gabyspepe

 

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