Entre el Real Madrid y el Barcelona le dieron el triunfo a la Selección: primero Di María, después Higuain y por último el mejor jugador del mundo. Braña regaló un penal que le dio el empate a los paraguayos, Gago distribuyó muy bien la pelota en el medio y atrás volvieron a aparecer las mismas dudas del ciclo Sabella: flojos en las pelotas paradas, desajustes y hasta por momentos falta de diálogo entre Romero y los sagueros.
Obviamente que es todo parte de un proceso paulatino, y la consolidación defensiva llegará naturalmente, porque se está viendo la mano del entrenador, que fiel a su estilo trabaja prácticamente en silencio, estudia y aplica las herramientas para conformar algo que es muy difícil de lograr, y que desde hace muchísimo tiempo le falta a este conjunto de superestrellas mundiales: el equipo.
Por eso, es valorable que ya no se discuta a Messi y que la gente reciba y despida a los jugadores con aplausos y ovación. Hacía mucho eso no ocurría con tanta constancia y regularidad como en las últimas presentaciones. El 10 del Barcelona viene y se va feliz, lo cual no es poca cosa.
Es evidente el recambio generacional que se está produciendo en la parte defensiva del seleccionado. Ya no está Roberto Ayala –símbolo de la defensa argentina-; tampoco Gabriel Heinze –puesto fijo en la era Maradona DT-; y Martín Demichelis parece mirar de afuera este proceso.
Aquello no es gratis, claro. Sabella tiene claro que la clave está ahí, y por eso se ven desajustes que desde ya son naturales, producto del trabajo, la prueba, el error y el conocimiento de los propios protagonistas. Esto debe resolverse con el correr de las prácticas y los partidos, para realmente terminar de armar un equipo que desde el vamos mete miedo, y mucho.