Hoy en la Bombonera se jugó un encuentro que no acepta ningún tipo de análisis ni explicaciones. Se jugó uno de esos clásicos que los disfruta hasta el que no entiende nada de fútbol. Y precisamente, eso es lo lindo del fútbol: hay veces que no hay explicación racional para entender lo ocurrido; simplemente se disfruta.
Independiente le ganó a Boca 5 a 4, sumó por primera vez en el torneo, con un equipo plagado de juveniles, le cortó el invicto y lo bajó de la punta.
Mención especial para los jugadores, que ofrecieron un clásico realmente inolvidable, dejando de lado lo que es habitual en el fútbol argentino desde hace mucho tiempo: mezquindad, precaución y timidez. Los de Falcioni y los de Díaz salieron a ganarlo desde el vamos, tal como lo marca la historia de ambos, como debería ser siempre. Y por más que estuvo para los dos en todo momento, nunca aflojaron. Fue de ida y vuelta: lo ganaba uno, después el otro, y cuando parecía que estaba definido, volvió a ganarlo el primero.
El reconocimiento a los dos, por invitarnos a creer que se puede disfrutar de un partido así, con goles y emociones durante los 90 minutos, sin pensar primordialmente en cuidar el cero.
Aplausos, de pie. Que viva el fútbol.