Una hora de espera para informar qué era lo que estaba pasando no está a la altura de lo que es una potencia futbolística a nivel mundial. Así, la Selección Argentina de fútbol, que está llevando a cabo algo altamente celebrable, como es recorrer los estadios del interior del país, y que de la mano de Alejandro Sabella parece gozar de orden y seriedad al momento del trabajo adentro de la cancha, en realidad sigue envuelta en una atmósfera que la hace continuar deambulando por un camino sinuoso sin un objetivo concreto, en el que, claro está, el principal responsable es quien está perpetuado en el poder desde hace treinta y tres años.
La revancha del Superclásico de las Américas estaba pautada para el miércoles a las 22 horas; salieron los equipos a la cancha, se cantaron los himnos y se apagó una torre de iluminación. A partir de ese momento todo se transformó en una incógnita llena de interrogantes que nadie supo responder. Exactamente a las 23:06, el representante de la AFA y vicepresidente de Boca, Juan Carlos Crespi, se enfrentó con los periodistas que estaban aguardando algún tipo de declaración con respecto a lo que a esa altura era utópico, y tal vez pensando que hablaba con amigos en una pizzería, dio la primicia: “no se juega, boludo”.
El gobernador Jorge Capitanich, desorientado, se arrancaba los pelos de la bronca, y nervioso, tampoco entendía qué era lo que pasaba. Ya había quedado atrás su deseo, horas antes, de que “Dios mediante y si el clima no lo impide, el Chaco se vista de Celeste y Blanco para vivir el #SuperclásicoDeLasAméricas”, como así también su “orgullo” por el “acompañamiento” y por “poder brindar un espectáculo de estas características en el #Chaco”. Él también había quedado en offside.
Y aquella pizzería imaginaria de Crespi al momento del anuncio fue una realidad para la delegación brasileña. Como si fuera poco, el plantel cenó unas grandes de mozzarella en el mismísimo Estadio Centenario Campeones del Mundo 1978-1986, tal como lo refleja la prensa verdeamarela. Insólito. “De la turbulencia al apagón: viaje a Resistencia acaba con pizza”, fue el título de Lance!; “Turbulencia, apagones y pizza, imágenes de Brasil en Resistencia”, el de Esportes. Así, los medios de aquel país relataron lo que ellos pintan como algo “vergonzoso” y “una verdadera odisea”.
Todo engloba en catalogar lo que pasó en la jornada del miércoles como un verdadero papelón, que desprestigia un partido de interés mundial –tal vez el más importante de todos-, y que lamentablemente, en esta ocasión, fue responsabilidad argentina. Al día siguiente Capitanich explicó que “se pinchó un cable” y que el corte de energía “es un caso en un millón”. ¿Qué se hubiese dicho acá, si todo esto hubiese pasado en Brasil?
Capítulo aparte para la transmisión oficial de Fútbol Para Todos, que, como ya es habitual, continuó en su tónica de disfrazar y disimular una realidad inocultable. Durante todo el tiempo de espera en el que los jugadores practicaban con pelotas para no enfriarse, el público silbaba y reclamaba explicaciones, el relator, comentarista y los encargados del campo de juego y vestuarios remaban una situación insostenible. Mientras por la radio ya se catalogaba a la organización como “lamentable” y “vergonzosa”, en la TV Pública se trataba de desviar –al menos un poco- el foco de atención, hablando de la venidera fecha de Eliminatorias y destacando los “muy buenos talentos colombianos” y “lo buen entrenador que es el venezolano César Farías”. Especial de Maravilla Martínez y a otra cosa. De críticas, por supuesto, nada.
Una lástima, porque la decisión de que la Selección se suba a un avión y recorra el país –más allá que, con todo respeto, en lugar de Messi juegue Guiñazú y Barcos con la 9 por Higuaín- le da la posibilidad a la gente del interior de ver de cerca algo que históricamente se desarrolló en Capital Federal, lo que implica una travesía muchas veces imposible. Ellos fueron también los perjudicados. Algo para rever. Aunque como desde hace muchísimo tiempo, el cambio de accionar y proceder debe ser más profundo y les corresponde a quienes –paradójicamente- dan la cara y tratan de explicar de alguna manera los tropezones de una mala administración y organización.
Matías Moscoso
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