ES LA ECONOMÍA

La cuestión del Fondo: elecciones 2023 y ¿después?

El Fondo Monetario Internacional les lanzó severas advertencias a Massa y a Milei. Frentes de tormenta a plazo fijo. Transición ordenada, un albur.

Por si el proceso de las elecciones 2023 no entregara suficientes zozobras, el país no estuviera a punto de decidir si se refunda –democracia incluida– o se refunde, el mercado cambiario no acechara de nuevo y no estuviera por abrirse una transición compleja entre el gobierno que se va y el que asumirá el 10 de diciembre, habló el Fondo Monetario Internacional (FMI). Dos de sus chicas superpoderosas, la directora gerente, Kristalina Georgieva, y la portavoz Julie Kozack les lanzaron severas advertencias a Sergio Massa y a Javier Milei. Éramos pocos…

Por un lado, el Departamento del Tesoro, donde se acusa al ministro-candidato –o viceversa– de haber borrado con el codo lo que un minuto antes había firmado con la mano: una política de ajuste fiscal destinada a limitar el rojo presupuestario del año a 1,9% del PBI antes de pago de deudas. Con medidas de reparación social valuadas entre 1,1 y 1,3% del producto –una de ellas, la eliminación de Ganancias sobre los salarios ya convertida en ley, es decir como herencia para quien venga–, esa meta les parece allí ilusoria y lo charlado, un engaño. Eso lleva a una presión severa sobre Georgieva.

La cartera que lidera Janet Yellen afirmó a mediados de mes por boca del subsecretario para Asuntos Internacionales Jay Shambaugh que "el FMI debe estar dispuesto a retirarse si un país no toma las medidas necesarias", una alusión sin más destinatarios que la Argentina y la propia directora gerente, señalada como excesivamente permisiva con nuestro país.

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Por el otro lado, siempre está la expectativa de que el ala política del poder estadounidense –la Casa Blanca, el Departamento de Estado y ciertos sectores del Congreso que Massa mantiene aceitados– comprenda que el ajuste es inviable mientras una ultraderecha trumpista se prepara para dar el salto al poder, cosa que Luiz Inácio Lula da Silva le acaba de recordar a Joe Biden. El ajuste puede esperar.

Como sea, Georgieva, que ya no tiene el juego que supo tener, mandó este jueves a través de Kozack varios mensajes que deben ser escuchados:

  • "La situación económica de la Argentina sigue siendo muy difícil y compleja; la inflación es muy alta y sigue aumentando; los colchones de reservas son bajos y las condiciones sociales son frágiles".
  • "El paquete de políticas acordado en la última revisión, la quinta y la sexta, tenía el objetivo de salvaguardar la estabilidad a través de la reconstrucción de las reservas, restablecer el orden fiscal y proteger a los más vulnerables. La revisión del tipo de cambio ('la devaluación que impuso el Fondo', Massa dixit) junto con una política monetaria y fiscal restrictiva son componentes esenciales del programa".
  • "Las políticas adoptadas recientemente y los anuncios suman a los desafíos de la Argentina. Estamos trabajando para entender mejor y evaluar el impacto de esas medidas y la necesidad de compensarlas que podrían ser tomadas para fortalecer la estabilidad y proteger las metas del programa sin sumar a vulnerabilidades futuras".

Clarito.

¿Y ahora?

Massa se aseguró de que la próxima revisión de la economía argentina se realice en noviembre –sin siquiera fecha prevista–, es decir después de que el cronograma electoral haya terminado. Eso le reduce al FMI el poder de fuego para condicionar en la campaña, pero no así para incidir en una transición entre gobiernos que, según sea el resultado de los comicios, puede traer un frente de tormenta.

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Ocurre que el mercado ya trabaja con una expectativa de inflación del orden del 160 al 190% en el año y que nadie descarta que, según venga la mano, ese umbral se agrave más en lo sucesivo ni que se despeje el fantasma de una híper. La banca del Fondo, en ese caso, podría resultar crucial.

Si de transiciones se habla, cabe analizar escenarios. Un triunfo de Milei podría desatar mayores presiones sobre el dólar, habida cuenta de su proyecto dolarizador, para peor poco claro. Lo último que se ha sabido, que lo emparenta con la "libre competencia de monedas" de Patricia Bullrich y Carlos Melconian, presagia asimismo más y no menos huida del peso, toda vez que el final del camino se conoce, así como cuál será la divisa que ganaría y cuál la que perdería esa carrera.

En tanto, las presiones cambiarias, un clásico preelectoral, se sienten claramente en estos días en las cotizaciones de los tipos de cambio negociados en bolsa –donde la intervención le viene costando 1.000 millones de dólares el Banco Central– y en la del blue, otra vez a tiro de los 800 pesos. En tanto, el riesgo argentino quema las manos que lo tocan.

Por otro lado, una victoria del panperonismo reverdecería la desconfianza del mercado financiero y del propio FMI, que percibiría la necesidad de volver a discutir todo de nuevo con un interlocutor al que le cree poco.

Finalmente, una entronización de Bullrich parece más a a gusto del organismo, reacción que replica en cada gesto el Círculo Rojo local. Para reforzar los lazos externos, Melconian viajó a Estados Unidos para sondear posibles respaldos de unos 70 fondos de inversión y compartir inquietudes por el costo fiscal de la campaña oficialista.

El otro mensaje

A Milei, varón sensible que sufre mucho el desamor, no le cae nada simpático que su vocación procapitalista extrema no sea comprendida por sus supuestos beneficiarios. Otra vez, como en un juego de espejos, recibe lo mismo que Bullrich, solo que al revés: la desconfianza del empresariado es equivalente a la del propio FMI.

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Si Georgieva le cayó a Massa, no dejó de hacerlo con Milei. La dueña de su voz, Kozack, indicó que "la dolarización requiere importantes pasos preparatorios y no es un sustituto de políticas macroeconómicas sólidas". No. No les cierra, igual que al grueso del establishment económico local e internacional y, si se permite la maldad, a parte del equipo del propio minarquista. ¿Qué podría malir sal?

Por si faltaran problemas, añadamos uno: otra vez, la "libre elección de monedas" de Bullrich-Melconian es un juego que se juega con cartas marcadas y que no asegura que su transición cambiaria –y, por consiguiente, inflacionaria– resulte más ordenada que la de una dolarización hecha y derecha. A no ser que el ajuste fiscal y, sobre todo monetario, sean verdaderamente draconianos desde el día uno, lo que le pondría un piso al peso, el que, de entrada al menos, seguiría siendo necesario. ¿Entonces? Entonces Kozack añadió en su sesión de atención a la Argentina que la mayor inquietud del organismo es "asegurar que las políticas macroeconómicas sean consistentes con una transición ordenada".

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¿Sería posible eso? Así las cosas, ¿qué facilitaría más la vida humana en esta tierra, una puja electoral larga –con ballotage y resultado final incierto– o una corta, que finalice el 22-O a la noche?

La verdad, dejame pensarlo.

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