Leandro Santoro, segundo en las elecciones porteñas.
Victoria Gesualdi
Tras perder frente a Manuel Adorni en las elecciones porteñas de mayo, Leandro Santoro pegó un giro rotundo y se retiró casi completamente de la escena pública. El salto de la hiperactividad al silencio abrió incógnitas sobre qué estrategia tendrá el peronismo en la Ciudad.
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Prometía que se iba a comer la cancha, que se iba a parar en el centro del ring porteño, pero se desinfló y desapareció del escenario político justo en el momento en el que la Ciudad de Buenos Aires entra en un proceso de transición hacia un destino desconocido. El último candidato del frente peronista progresista porteño empezó a cargar sobre sus hombros con el estigma de sus antecesores: nadie resiste tres derrotas.
La deriva abre una incógnita sobre un movimiento que daba por hecho que el peronismo había encontrado la fórmula -vecinalista- para pelear con chance la sede gubernamental de Uspallata y que la persona indicada era Santoro. Ahora, la incógnita sobre el destino del distrito también arrastra al peronismo frente a un PRO en decadencia y un empoderamiento de La Libertad Avanza.
Pese a las declaraciones y análisis de los principales dirigentes de la fuerza, que destacaron que los 27 puntos que se consiguieron en mayo se cosecharon en un contexto político muy adverso y dejaron a la fuerza opositora como la primer minoría en la Legislatura, la derrota caló hondo en el peronismo y en particular entre la tropa que conduce Juan Manuel Olmos.
Toro sentado
Sin dudas, el más golpeado fue Santoro, que envalentonado por los números que arrojaban las encuestas esperaba una victoria segura, que nunca llegó. Desde la misma noche del domingo 18 de mayo, el diputado y ahora legislador electo acusó el golpe y ni siquiera salió a saludar a los fiscales y militantes que se agolparon en el estadio Etchart para esperar los resultados.
Después de eso entró en un cono de silencio que sólo rompió un mes y medio después de las elecciones locales para convocar a una actividad política en Boedo. Al contrario de lo que se pensaría, el principal orador del encuentro no fue él, sino Gustavo Silvestre, Gato, el periodista que fue uno de los principales promotores de la candidatura del dirigente radical e hizo su única aparición pública después de la derrota.
Al mando del laboratorio donde se desarrolló la estrategia electoral que optó por una campaña blanda en término de identidades políticas y se recostó sobre un relato localista estuvieron la consultoraAna Iparraguirre y Olmos, tal como se había acordado entres las principales corrientes del peronismo.
El jefe del Nuevo Encuentro de Participación se cargó al hombro la jefatura de campaña que incluyó un giro estético claro que cambió el nombre y el color de lo que fue hasta hace dos años Unión por la Patria. El celeste que identificó durante las últimas décadas al kirchnerismo fue reemplazado por el verde fluo que adoptó Es Ahora Buenos Aires, la nueva denominación.
El jefe del NEP vivió en carne propia el intento de cargase en sus hombros la fallida estrategia de mayo durante las negociaciones por el cierre de listas para las elecciones nacionales. En ese marco, le ofrecieron el cuarto lugar en la lista de diputados, una propuesta "inaceptable" que logró revertir para colocar a Kelly Olmos en el segundo lugar de la nómina, detrás de Itai Hagman.