Fuentes de confianza consultadas en Caracas le contaron a Letra P que llamaban la atención tanto algunos resultados de mesas aisladas muy favorables a González como celebraciones antichavistas en los "barrios" de esa ciudad, lo que en Argentina se conoce como villas o, ahora, barrios populares. El dato podría resultar relevante tanto para explicar un eventual cambio de mando como una erosión de la base oficialista aun en caso de ratificación a Maduro.
Entre estas, figuran el modo de convencer a una comunidad internacional recelosa sobre la legitimidad de un eventual triunfo de Maduro, en el que no creen ni siquiera gobiernos progresistas como los de Brasil, Colombia y Chile. La búsqueda apuntaría a evitar un aislamiento todavía mayor y un recrudecimiento de las sanciones estadounidenses en el sector petrolero.
Si la victoria fuera de Edmundo González, el meloneo de los resultados tendría otras lecturas.
Por un lado, diferencias internas al régimen, en el que hay, como en todos, halcones y palomas. Los primeros son partidarios de no conceder absolutamente nada y para eso llamaban, al cierre de esta nota, a la militancia a "copar las calles", lo que motivó la salida de los "colectivos" de hombres en moto, habitualmente usados con fines intimidatorios.
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Diosado Cabello llamó a la militancia del presidente Nicolás Maduro a "copar las calles".
Esos sectores duros se afincan en el poder militar, policial y en las milicias, totalmente purgados por el chavismo. Asimismo, en la colonización del Poder Judicial y de la mayor parte de los poderes territoriales del país.
Esto hace que un eventual cambio de mando implique necesariamente una transición negociada. Frente a ese escenario, un gobierno surgido de la oposisión que fuera por todo podría resultar sencillamente inviable, incluso más allá del ingente desafío de reconstruir una economía y una sociedad devastadas.
Las mil preguntas en una Venezuela en transición
¿Cómo actuaría la Fuerza Armada Nacional Bolvariana (FANB), cómo las milicias chavistas, cómo la judicatura totalmente volcada al régimen en el marco de un gobierno opositor? La experiencia de 2015, cuando el antichavismo ganó la mayoría de la Asamblea Nacional, terminó en un by-pass a través de una Asamblea Constituyente plenipotenciaria y en la disolución de aquella en 2017.
No por nada González Urrutia, un exdiplomático de talante moderado, habla de "reconciliación" y hasta sugiere una amnistía. Un perdón no sólo beneficiaría a los presos políticos y a los dirigentes encausados por traición o corrupción, sino también a los jerarcas chavistas acusados de violación de los derechos humanos y aluvionales hechos de corrupción.
Una eventual transición en Venezuela sería negociada o sería un imposible
El mencionado proceso de penetración del voto opositor en lugares que han sido chavistas y que, en teoría, deberían seguir siéndolo no es una novedad. El autor de esta nota cubrió las elecciones de 2013, las que consagraron a Maduro como el heredero de Hugo Chávez, y pudo constatar ese fenómeno en lugares como el Petare, un inmenso conjunto de barrios que compite como el rótulo de mayor favela de América Latina.
Quien viva en Argentina comprenderá fácilmente cómo opera la polarización en Venezuela. Eso es cosa, sobre todo, de dirigencias políticas, nudos consolidados de militantes y núcleos duros electorales, conjuntos que dan cuenta cada vez menos de lo que podría entenderse como voluntad general. Así como en nuestro país el triunfo de Javier Milei consumó la muerte de la grieta conocida –kirchnerismo-antikirchnerismo– y, en todo caso, inauguró una nueva, en Venezuela pasa algo similar.
El voto de un sector amplio de la sociedad –se verá en las próximas si suficiente para cambiar el curso conocido de las cosas– se guía cada vez más por la realidad del "primer metro cuadrado", esto es por las condiciones de vida materiales. Esto no ayuda precisamente al presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
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Ese proceso está dado por una destrucción de la riqueza nacional del 75%, años de hiperinflación contenidos a partir 2019 gracias a una dolarización silvestre que estabilizó los precios pero aumentó la desigualdades y una decadencia del sector petrolero –fuente de más del 90% de las exportaciones y los ingresos fiscales– que ha sido fruto tanto de la incompetencia administrativa como de los boicots opositores y de las sanciones estadounidenses. ¿Cómo se sostuvo entonces el chavismo y cómo es posible en estas horas seguir hablando de un desenlace difícil de prever?
Varios factores lo explican.
Por un lado, una tendencia cada vez más represiva, que se hizo verdaderamente dura en el madurismo. Proscripción de opositores, encarcelamientos políticos, tormentos y hasta muertes de presos bajo custodia han jalonado un proceso denunciado por los más respetados organismos internacionales de defensa de los derechos humanos y hasta la propia ONU.
Asimismo, hay que consignar años de deriva opositora, que tempranamente se dividió entre partidarios de dar pelea en las urnas y sectores abstencionistas que apostaron sucesivamente al boicot, el golpe, las sanciones estadounidenses y hasta la fantasía de una intervención militar. El respaldo al embargo petrolero estadounidense –aflojado para allanar el camino hacia estas elecciones– le costó a la jefa de la oposición, María Corina Machado, una proscripción judicial, pero es significativo que la dirigente haya abandonado sus posturas más radicales y se haya convertido en la abanderada del desafío electoral. Machado entendió el fracaso de las soluciones mágicas y leyó la despolitización de buena parte de la ciudadanía, a la que hay que convencerla de que es posible volver a vivir mejor antes que motivarla con consignas revolucionarias o contrarrevolucionarias.
Esa población, asimismo, se ha hecho cada vez más dependiente de las ayudas estatales.
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María Corina Machado y Edmundo González Urrutia.
Por último, no puede ignorarse el impacto de una emigración masiva, de entre siete y ocho millones de personas sobre una población de 30 millones, una tragedia humana que operó "por abajo" –entre los sectores más postergados, que se trasladaron a países vecinos– y también "por arriba", en la clase media que buscó destinos más prometedores y lejanos como los Estados Unidos, España y Argentina, entre otros.
Esos emigrados son abrumadoramente antichavistas y su éxodo ha limitado el voto opositor en los comicios más recientes. En esta ocasión, el proceso para su empadronamiento en el exterior fue limitado de hecho en las diferentes representaciones diplomáticas de Venezuela en todo el mundo.
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Esa ola migratoria impresionante –en el caso de la Argentina, la comunidad venezolana es la de más veloz crecimiento– permitió descomprimir la crisis.
Por un lado, redujo la competencia por el empleo en una economía en permanente proceso de achicamiento, aunque este año se prevé un rebote del 4%, la nada misma en vista de lo ocurrido bajo la gestión de Maduro, y por el otro limitó la demanda de servicios públicos y ayudas estatales.