Más allá de su apuesta ganadora en Santa Fe, la campaña de Horacio Rodríguez Larreta –quien pide el voto, ahora más claramente, en base a las credenciales del gestor que alega tener y no a las del líder pleno de carácter que no tiene– sufre un problema congénito: buscar votos hablando de un futuro que es mejor no mentar demasiado. En efecto, ¿cuál sería el sex appeal de prometer un ajuste feroz y total de un año, plazo que el jefe de Gobierno porteño se da para lograr el equilibrio fiscal y con eso resolver –él supone– casi todos los males nacionales? Sobre todo para quien busca sufragios oscilantes, de personas frustradas tras cinco años de malaria…
Es cierto que la inflación es un horror y que es preferible proponer una cura amarga que el silencio de la eterna decadencia. Es más, quienes manejan la estrategia de Juntos por el Cambio (JxC) están convencidos de que la sociedad escaldada por la inestabilidad está dispuesta a realizar nuevos sacrificios con tal que se le presente una visión de futuro.
El probable ministro de Economía en una administración nacional del alcalde porteño, Hernán Lacunza, salió a sondear reacciones al plan larretista, anticipado en diciembre último por Letra P: déficit fiscal primario cero para fines de 2024, emisión también cero y recién entonces salida devaluatoria de un cepo que, asegura, para ese momento sería irrelevante.
¿Tendrá conciencia la sociedad del dolor que le requeriría pasar de un rojo como el actual al equilibrio a la velocidad de la luz? Nobleza obliga: acaso no haya margen para mucho más si se pretende evitar que la inflación se siga espiralizando. Lamentablemente, el gradualismo puede haber quedado ya superado por los acontecimientos, pero si no se trata de shock sí o shock no, sería bueno que se hablara del reparto de las cargas por venir. He ahí el debate ideológico lamentablemente ausente.
¿Y Patricia Bullrich? Para ella es diferente: la dureza y hasta la impiedad son las marcas de su orillo. En torno a ella hay un sector que casi que pide eso a gritos, aunque los gritos que puedan sobrevenir luego, si la intolerancia deviniera en política de Estado, tal vez adopten otro sesgo.
No por nada el titular del bloque de la Coalición Cívica en la Cámara de Diputados, Juan Manuel López, explicó en diálogo con Iván Schargrodsky su larretismo y, sin quererlo, interpretó ciertas inquietudes del Círculo Rojo empresarial al augurarle a una eventual administración Bullrich un futuro alla 2001.
El precedente de Santa Fe es pésimo para el ministro-candidato del oficialismo, Sergio Massa: su economía es un collar de melones y el cortísimo plazo, una cadena de bombas de tiempo que debe desactivar, pero algo no podrá reprochársele cuando esta historia en curso sea, efectivamente, historia: la garra. Para hacer campaña, tratar de mantener el precario sostenimiento de la economía y hasta para pactar con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En fase de mimetización con el cristinismo, que es su máxima necesidad hasta las PASO del 13 de agosto, el precandidatovolvió a emprenderla contra el Fondo, al que –insistió– se propone pagarle durante el próximo mandato para sacarlo para siempre del país. ¿En serio, 45.000 millones de dólares en cuatro años? Este es, definitivamente, un tiempo de utopías inverosímiles y tristes.
Pese a los reveses recientes, el ministro de Economía no ha dejado de prometer un acuerdo que evite el mal trago de un impago. Esta vez parece que va a cumplir, según informaban en la noche del domingo en el Palacio de Hacienda. Este lunes viajaría una misión oficial –sigamos usando el condicional, dados los antecedentes– y el viernes se firmaría el entendimiento.
De concretarse, se despejaría una de las incertidumbres más peligrosas del corto plazo, ya que se evitaría un incumplimiento que desanclaría severamente las expectativas, sobre todo cambiarias. Según anticipaban, el pacto implicaría anticipos de fondos suficientes para asegurar los próximos vencimientos y algo más. En total, serían 8.500 millones de dólares hasta fin de año.
Así las cosas, ¿qué será del dólar blue en la semana que comienza, tras el mini rally de la que pasó? ¿Esa perspectiva ayudará a desinflarlo un poco o, al menos, a ponerle un techo? Ese es el gran dato a seguir en los próximos días, del que depende que la inflación, alta pero aletargada en mayo y junio, rebrote este mes o no lo haga.
Entre tanto revoleo de cifras sobre reservas netas, líquidas y otras yerbas, la consultora Quantum, que dirige el ex secretario de Finanzas Daniel Marx –insospechable de filoperonismo–, aclaró que, pese a lo vacías que están las arcas del Banco Central, nadie ha tocado los encajes de los depósitos en dólares y que ese dinero está plenamente a disposición de sus dueños y dueñas.
La campaña "imposible"
Así como a Rodríguez Larreta se le complica hablar del futuro que pergeña, a Massa se le presenta un problema doble: ese –decir que también ajustaría y devaluaría el tipo de cambio oficial ni bien pudiera– y, además, explicar por qué no trae hoy las soluciones que se supone sí tendría mañana. Admitir que está en los hechos al frente de un gobierno del que ya no puede esperarse nada también es un desastre.
La campaña "imposible" del peronismo –exagerando, claro, porque el futuro nunca está escrito– supera el clivaje continuidad-cambio habitual de los procesos electorales. Hoy, nadie defiende ninguna forma de continuidad, ni siquiera el ministro-candidato, por difícil que le resulte exhibirse –como querría– como una variante viable del segundo de aquellos términos.