Así, todo se ha vuelto discutible.
La democracia no pasa la "paradoja de la imposibilidad" de Arrow. El plan sistemático de violaciones de los derechos humanos, desapariciones, asesinatos, tormentos y robo de bebés es presentado –¡otra vez!– por un sector con aspiraciones de poder como "una guerra" en la que solo se cometieron "excesos". La diversidad del pensamiento habilita el insulto y la descalificación escatológica. La justicia social es una aberración y la igualdad de oportunidades, un robo. La educación y la salud no son derechos y quien quiera acceder a ellas debería pagarlas de acuerdo con el precio que les fijen prestadores privados porque, como se sabe, es falso eso de que de cada necesidad deba surgir un derecho.
En tanto, las relaciones interpersonales e internacionales se reducen a un macartismo evocado por patrullas perdidas el día previo a la caída del Muro de Berlín; con "comunistas" no se habla. Las Malvinas podrían ser de los kelpers; la paternidad, una carga a la que se puede renunciar; las ballenas, aves de corral que bien podrían ser propiedad de inversores y la donación de órganos, las adopciones de niños y las armas en manos privadas, mercados como cualesquiera, todo en base a una paupérrima idea del ser humano que lo reduce a un mero homo economicus. ¿Será que quienes defienden esa noción no logran captar otras dimensiones del alma como la solidaridad, la empatía y el amor?
Letra P y su editor propietario, Carlos Marino, fijaron postura, respectivamente, a través de un editorial pionero –el 27 de agosto– y un artículo de endorsement a Massa –el último martes–. "Este domingo, yo voto a Massa. Me guían mi historia, mis convicciones, los valores que intento transmitirles a mis hijos y mi deseo de que ellos puedan desarrollar sus proyectos de vida en libertad, en pleno ejercicio de sus derechos individuales y colectivos, al amparo de un Estado solidario que los cuide y los aliente a ser generosos con sus pares, sobre todo con quienes sufren y necesitan de nuestra empatía. Porque no hay realización individual sin realización colectiva", escribió Marino.
Un gas venenoso en el aire
Más allá de lo ya mencionado, lo que se ha visto, escuchado y leído en estos últimos días no tiene nombre.
El Museo Sitio de Memoria de la ex-ESMA debería convertirse en un parque para "el disfrute" de la gente, propuso Victoria Villarruel, la procesista que es candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza (LLA). Es la misma que sugirió que una crisis económica tan grave como la actual solo podría ser encarrilada por "una tiranía" y que reposteó el llamamiento a una insurrección de un militar retirado, el mismo que hizo pop para divertirse en TikTok preguntando si cabrían siete personas en el baúl de un Falcon verde.
Cerca estuvo el diputado electo por Tucumán Ricardo Bussi, quien anticipó que el ajuste en modo shock que propone Milei generaría "problemas" que requerirían de "la represión" de las fuerzas de seguridad y, más aun, de las Fuerzas Armadas. Esto, a continuación de otra proclama golpista, realizada por un conocido neonazi y saludada por otra legisladora electa, la cosplayer Lilia Lemoine.
Mientras, probablemente alentados por un candidato que llama "excremento" a las personas socialistas o progresistas, militantes de ultraderecha han inundado de amenazas de muerte las redes sociales y hasta los teléfonos particulares de dirigentes políticos, periodistas y lideresas del movimiento feminista. El propio Massa y su familia han sido objeto de graves intimidaciones que ya investiga la Justicia.
Mauricio Macri dijo que debemos mantener la calma, confiar y votar a Milei. Garantizó que "no va a ocurrir nada de eso que no querés". Igualito que en 2015, modus operandi que bien podría ser abordado por la doctrina bullrichista de la vaca, la leche caliente y el llanto.
El propio candidato desmintió, en un spot, toda la campaña del miedo que él mismo construyó durante meses.
Promesas en el aire
Con el ideario mencionado, el ultraderechista promete convertir a la Argentina en potencia mundial en 30 o 40 años. Sin embargo, sus delirios no tendrían eco si no rebotaran en una pared altísima hecha de frustraciones, necesidades insatisfechas y rabia, tan alta que no pudo haber sido construida solamente por el ausente Alberto Fernández. Macri, el garante hiperendeudador, no es ajeno a esa "construcción" ni, como condimento histórico, una pandemia y un confinamiento que separaron familias, interrumpieron romances y obligaron a llorar muertes –demasiadas muertes– en soledad.
Massa ha prometido muchas cosas en esta campaña que termina, acaso más que las que pueda cumplir. Sus resultados como ministro de Economía desde agosto del año pasado tienen un resultado muy malo y solo la realidad de la sequía y la aguda caída de las exportaciones le abre un crédito extra para mostrar otra resolución en caso de llegar a la presidencia. Además de lo que tiene enfrente, desde ya.
Antes del silencio
En su día final de campaña, Massa tuvo una aparición celebrada ante el Círculo Rojo reunido en el CICYP, donde Milei había dejado, en la víspera, más dogmatismo que esperanza. El periodista Leandro Renou cuenta en Página|12 cuáles son los bandos en los que se ha dividido el empresariado.
Luego, el candidato de Unión por la Patria (UP) cerró, sin compañías distractivas, en un acto que encabezó en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, un gesto destinado a subrayar su compromiso con la juventud y con la educación pública.
El ultra, acompañado por la obsesión antitikirchnerista de Patricia Bullrichy por sus más allegados, finalizó con un acto importante en Córdoba, que en el cierre hasta tuvo un toque de color: el diputado electo Oscar Zago y el estratega digital Fernando Cerimedo casi se agarraron a trompadas, mientras Ramiro Marra por momentos separaba y en otros se encargaba de increpar a camarógrafos para que no filmaran lo que ocurría.
LLA espera que su cosecha de votos sea allí lo suficientemente alta para compensar, junto con la que obtenga en Mendoza, la desventaja que sufrirá en la provincia de Buenos Aires. "Massa, basura, vos sos la dictadura", coreó el público, apenas antes de ovacionar a Villarruel, quien se mostró con una bandera argentina en la mano.
Queda votar y es de esperar que eso ponga fin a este duelo de proyectos y hasta de personalidades que no podrían ser más contrastantes.
Pende sobre el cuello de la democracia una falsa denuncia de fraude de Milei que pretende involucrar a Gendarmería y que sigue, como repasa Juan Rezzano, el libreto infame escrito, como preludio de violencias graves, por otros ultras, como Donald Trump, Jair Bolsonaro y las hordas de Vox.
Macri y Bullrich sugieren que solo acompañarían esa prédica hasta que los votos fueran contados, pero conviene ver para creer.
Mientras, la Justicia Electoral responsabilizó a LLA por sus anunciadas falencias para fiscalizar y citó a Karina "El Jefe" Milei y al apoderado partidario Santiago Viola para que ratifiquen esos dichos o, sanamente, se callen la boca de una vez.
Después de los votos
Si Milei se convirtiera el domingo en presidente, el mercado cambiario podría incendiarse desde el martes a la espera de una presunta dolarización sin dólares, algo que podría convertir la transición hasta el 10-D en un desafío de temer.
Para él, como ha dicho, sería mejor que "la economía explotara" antes del cambio de mando porque, "cuanto más suba el dólar, más fácil va a ser dolarizar". El apoyo de Domingo Cavallo, supone Milei, es un salvavidas hecho de un material más liviano que el plomo. Insólitamente, acaso tenga razón.
En cambio, si se impusiera Massa, cabría esperar un tránsito más ordenado. En este escenario, las grandes pruebas vendrían algo –solo un poco– más adelante.
Massa debería cumplir sus muchas promesas. Tendría que ajustar y estabilizar la economía con un criterio de equidad que les evite dolores extra a los más dañados. Estaría obligado a resetear el crecimiento, a reformar, a relanzar, a sanar.
Tan importante como eso, debería estar a la altura de la micromilitancia que confió en él para salvar la convivencia democrática, salvaguardar derechos valiosos e inaugurar una etapa de unidad y prometida transparencia. Es tanto lo que se juega que no tendría derecho al error.
Massa sería, en tal caso, el emergente de una coyuntura, cuyo caudal electoral sería muy superior al de los apoyos que le son propios y cuya legitimidad, como Néstor Kirchner en 2003, debería construir a pulso y día a día.
Si venciera, algo más de media Argentina experimentaría, en cuestión de segundos, dos sentimientos contrapuestos: el alivio y la preocupación. Lo primero, porque el deforme rostro de la ultraderecha debería esconderse por un tiempo; lo segundo, porque enseguida cabría considerar que casi medio país lo ha contemplado de frente y hasta ha llegado a considerarlo atractivo.
El país que viene deberá construirse entre todos, incluso con quienes hoy sentimos que no podemos convivir. Habrá que hacerlo, no hay otra. Ojalá sea con alivio.