Está decidido: el peronismo cordobés, motor de la candidatura presidencial de Juan Schiaretti, acaba de declararle la guerra a la apuesta de Unión por la Patria (UP), Sergio Massa, en la semana que está prevista su primera visita oficial de campaña a la provincia de Córdoba. “Lo único que sabe hacer ese pituquito de Tigre es repartir plata en Córdoba; reparten fondos para dividir voluntades. No puedo estar más de acuerdo con Florencio Randazzo: Massa nos quiere agarrar de boludos, pero los cordobeses no lo somos ni un poco”, disparó munición gruesa el precandidato a diputado de Hacemos por Nuestro País (HxNP), Carlos Gutiérrez, en diálogo exclusivo con Letra P.
El triunfo de Juntos por el Cambio en Chubut se suma al rosario de argumentos cordobesistas para insistir con que el kirchnerismo está acabado. Vuelven a citar –con un disfrute inconmensurable- la vergonzosa cosecha del extodismo en la elección provincial y el repliegue para la municipal. Creen que ese contexto, muy distinto al de 2019 cuando José Manuel de la Sota proponía generar “puentes”, amplía las chances de Schiaretti. Se ilusionan con un 6% nacional, cuyo plafón sea Córdoba y provincias aledañas como Santa Fe, San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja. Las tres últimas serán visitadas por Schiaretti esta semana.
Ahora bien, si el kirchnerismo está acabado como sostiene el schiarettismo, ¿por qué semejante nivel de atención? En el búnker de UP dicen que sus encuestan colocan al todavía jefe del PJ detrás de Javier Milei y Patricia Bullrich. La vieja guardia del gobernador se ríe fuerte. La jugada del cordobesismo no es estadística, es política y subterránea. Persigue el objetivo de frustrar el desembarco de Massa en los pagos de Schiaretti, en lo inmediato; y hacia el futuro obturar cualquier posibilidad de resurgimiento.
Para ello, plantaron a un guardián embravecido desde el doble triunfo electoral. Martín Llaryora encara una campaña mediática, pero hará trabajo de albañilería gruesa. Como hiciera con Daniel Passerini, cuando pidió que no le pusieran un contrapeso en la Municipalidad de Córdoba con referencia a Rodrigo de Loredo, el mensaje que distribuye entre referencias territoriales del espectro peronista es similar. Y como lo único que se sabe es que la crisis seguirá siendo profunda y no hay certezas sobre el sello que desembarcará en el poder nacional, Llaryora endulza a los massistas dubitativos.
La versión es confirmada por el massismo cordobés que da fe que el intendente de la capital prometió espacios de poder en el futuro esquema de gobierno provincial a intendentes e intendentas que no pudieron repetir o perdieron en sus territorios. En el Palacio 6 de Julio, asiento de Llaryora hasta el 10 de diciembre, prefieren decir que es expectativa creciente y pragmatismo por la situación económica adversa. Al fin y al cabo, las soluciones reales y las medidas de contingencia se articulan en la Mesa Provincia-Municipios.
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Único rumbo
Lo cierto es que el activismo que muestra Llaryora por la campaña presidencial de Schiaretti también lo palpa la tropa. Por ejemplo, el diseño de la agenda de Massa del jueves incluía una visita a la fábrica de mosaicos Blangino, en Monte Cristo. La empresa es propiedad de la familia de Juan José Blangino, legislador de Hacemos Unidos por Córdoba.
El joven dirigente se encuentra entre el mosaico y la pared. Sucede que la compañía fue beneficiaria de créditos blandos para pymes que entrega el Banco Nación, un hecho que invita a pensar que será difícil negar la entrada al ministro si quisiera visitar las instalaciones de la fábrica. “Vos sos legislador nuestro, fíjate como la piloteás”, la respuesta que recibió Blangino de otro armador con base en la ciudad de Córdoba.
El peronismo encaramado después del doble triunfo asumió como causa colectiva la campaña de Schiaretti. Como hiciera con Juntos por el Cambio en la cocina preelectoral, incluso durante la campaña, exhibe como orgullo a la dirigencia que miraba con buenos ojos a Massa, pero que está trabajando para Schiaretti.
Aseguran que el intendente de Villa María, Martín Gill, ve su futuro político más cerca del peronismo cordobés que expresa Llaryora, que el que juega con la Casa Rosada. “Recibió al gobernador en su ciudad. Si bien no lo apoyó, un gesto vale más que mil palabras”, insistían otras fuentes que intentaban decir lo que el ex secretario de Obras Públicas no expresó. Citan a otras figuras como Rodrigo Rufeil, ex funcionario de Transporte de la Nación, que también estaría trabajando para Schiaretti.
Es un hecho que el cordobesismo a pleno recibirá a Massa con cara de perro y confiando en que la actuación de Llaryora en la campaña de HxNP será efectiva para escamotearles apoyos peronistas al tigrense y ratificar su liderazgo en un peronismo unificado, por las buenas o las malas.
“Llaryora no quiere que Massa sea presidente”, acusan sus armadores con la agenda en mano del ministro que hasta ahora no se cae y lo traería a la provincia este miércoles por la tarde, hasta el jueves, como anticipó este portal. El llaryorismo les da la razón y redoblan: “Tampoco queremos que Axel Kicilloff sea gobernador”.
Massa es amigo del gobernador electo, pero eso no le quita la condición de rival político. Tampoco se trata de “votar a un cordobés”, la versión apta para todo público de la campaña de los dos gobernadores. Llaryora busca romper la red de apoyos del ministro de Economía en la provincia pensando en las PASO y en su futuro.