LETRA PEPE

Peronismo roto, pero amontonado por necesidad y urgencia

El cierre de listas fue una guerra de nervios. Punto de no retorno entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner. Sergio Massa, mediador. La campaña imposible.

Como nunca antes, la ruptura se materializó en el horizonte. Después de semanas de negociaciones, que parecían encaminadas, el peronismo vivió las últimas horas del cierre de listas cerca del estallido total. La unidad se salvó a la madrugada, con los plazos prorrogados, y dejó heridas profundas en el armado que comparten, a la fuerza, Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa.

Cargada de histeria, la jornada dejó un primer dato insoslayable. Después de casi dos décadas, el sector que responde a Cristina Fernández de Kirchner perdió el dominio exclusivo del cierre de listas en la provincia de Buenos Aires y tuvo que negociar de igual a igual con el discípulo que se plantó para abrirse camino propio.

A partir de esta elección, como en el juego de la oca, Kicillof avanzó casilleros y pasó a ser uno más en la mesa de discusión que ocupaban el cristinismo y el Frente Renovador. Mostró que Cristina ya no lo contiene y tampoco lo ordena. Donde antes había dos actores, ahora hay tres. Pero el costo fue altísimo. Sin una jefatura única, la guerra de cúpulas también estalló en los territorios y la construcción de la lista única forzosa ya amenaza con detonar la campaña, en una elección clave para el peronismo, pero también para la estabilidad del gobierno de Javier Milei.

Unidad forzosa en la madrugada

No existe en la memoria de ningún militante político un cierre de listas pacífico, que no deje heridos en el camino. Pero lo que pasó este sábado en La Plata espantó hasta a algunos experimentados. “Un desastre”, sintetizó un dirigente que a la medianoche abandonó la Gobernación, desahuciado frente a una interna encarnizada.

La situación recién se terminó de encauzar pasadas las 3 de la mañana, cuando dirigentes de los tres sectores fueron convocados a la Gobernación para estampar su firma en las listas correspondientes a las ocho secciones electorales. Ya habían pasado tres horas de terminado el plazo para la presentación ante la Junta electoral. Pero un pedido de prórroga y un oportuno corte de luz en la zona donde debían cargarse las listas le dio al peronismo un plazo extra para ordenar el caos. Había llegado a la medianoche con la interna explotada y la confección de nóminas separadas.

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El armado de las listas seccionales dejó como primer dato que Kicillof impuso a los suyos como cabeza de lista en la Primera y en la Tercera secciones electorales, las dos más populosas de la provincia. En la Primera sección, el gobernador colocó al ministro de Infraestructura, Gabriel Katopodis. En la Tercera, a la vicegobernadora Verónica Magario.

A nadie se le escapa que la victoria de la imposición de candidaturas en dos secciones clave podría transformarse en una pesadilla si los resultados no fueran buenos. Hace meses que Cristina se encargó de hacer público su desacuerdo con la decisión de Kicillof de avanzar en el desdoblamiento electoral. El gobernador jugó en su decisión todo su capital político. Si quiere apuntalar su eventual candidatura presidencial para 2027 será a matar o morir.

En tanto, La Cámpora se quedó con la cabeza las otras seis secciones electorales. En La Plata, por ejemplo, donde gobierna el kicillofista Julio Alak, irá el diputado Ariel Archanco.

Guerra de nervios en La Plata

Aunque la interna lleva largos meses de tensión extrema, las conversaciones que terminaron en la presentación de Fuerza Patria, el 9 de julio, habían generado un primer ordenamiento que parecía auspicioso para todas las partes: una mesa política compartida, firmas cruzadas de apoderados, una junta electoral con representación equitativa. Todo parecía encarrilado hasta que la guerra entre Kicillof y Máximo Kirchner estalló para dejar al frente electoral al borde de la ruptura.

El gobernador y presidente del PJ bonaerense se vieron por última vez el miércoles a la noche. Hasta entonces, los delegados de cada espacio habían llevado adelante las negociaciones de unidad. Se había acordado que el jueves empezarían a presentarse las listas de los distritos. Horas antes, la conversación se empantanó.

Según el relato del kicillofismo, Kirchner llegó para decir que no estaba conforme con el acuerdo de distribución de lugares en las listas seccionales que se había cerrado. Pidió, además, mejores lugares para La Cámpora en los municipios comandados por el Movimiento Derecho al Futuro (MDF) y objetó las testimoniales del espacio. Kicillof llamó a intendentes propios para saber el estado de los armados. En Castelli, por ejemplo, Francisco Echarren le informó que les había reservado el quinto lugar. Pidieron el tercero o nada.

El otro punto de conflicto fue el veto de Cristina a Magario como candidata para la Tercera sección electoral. El camporismo presionó por Mayra Mendoza. En abril, la vicegobernadora se había reunido con la expresidenta para mediar en el conflicto entre el Instituto Patria y Kicillof. Por entonces, sonaba la posible candidatura de Cristina como diputada por la Tercera sección electoral. Cuando la expresidenta quedó excluida de la contienda electoral por la condena de la causa Vialidad, Kicillof volvió a impulsar a Magario. Cristina la vetó.

Consciente de que la situación estaba destinada al conflicto, Kicillof le pidió el jueves a Sergio Berni que volviera de Bariloche, donde estaba de vacaciones, para mediar en caso de que fuera necesario. El exministro es uno de los pocos que tiene diálogo con el gobernador y con Cristina.

El viernes, Máximo Kirchner tampoco estuvo en la Gobernación. En su nombre mandó a Mendoza, al diputado provincial Facundo Tignanelli y al senador Emmanuel González Santalla, sus negociadores designados. Kirchner acusó un dolor de muelas que lo tuvo a maltraer en los últimos dos días. La excusa no sonó creíble en el entorno del gobernador, aunque en el camporismo juran que es cierta. Dudas al margen, quedó claro que las diferencias entre Kirchner y Kicillof son irreconciliables.

El peronismo, al borde de la ruptura

Sin soluciones a la vista, este sábado, a media tarde, empezaron los comunicados cruzados. La Cámpora acusó a los intendentes del MDF de excluir a sus referentes de las listas locales y viceversa. La anunciada “contención de las minorías” casi no existía. Unos pocos municipios se ordenaron sin problemas. Pilar, donde manda Federico Achával; Lomas de Zamora, donde lidera Federico Otermin; y Almirante Brown, gobernado por Mariano Cascallares. Lo demás parecía inviable. En La Cámpora acusaron a Kicillof de no ordenar a los intendentes que supuestamente le responden. “Si Cristina llama, el 90% de nosotros va a hacer lo que ella diga, pero Axel no manda a los suyos”, apuntaban.

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El cristinismo jugó su carta más pesada. Kicillof recibió un llamado directo de la expresidenta, que seguía el detalle de las negociaciones desde su departamento de la calle San José. Casi en simultáneo, Massa llegaba a la Gobernación. Tenía como objetivo mediar en la interna, que escalaba a pasos agigantados.

En el kicillofismo, la voz de Cristina en el teléfono sonó a jugada desesperada para salvar a los propios. “Eso no va más”, dijeron. Kicillof se encerró con su equipo de confianza. Después de esa comunicación, el ministro de Gobierno, Carlos Bianco, apretó más el acelerador. Bajó la orden a todos los municipios en los que gobierna el MDF de que armaran listas propias, sin La Cámpora. Apareció la amenaza de las boletas cortas, una jugada que tuvo como objetivo tensar aún más la situación para forzar el acuerdo y para mostrar que Cristina ya no ordenaba a la tropa kicillofista. Eventualmente, había plan B.

“Es lo que Axel y su mesa tuvieron siempre en mente en caso de que se diera esta situación. Si respetan lo acordado, vamos juntos. Si no, iremos por nuestra cuenta”, explicaban en el MDF. Hubo horas de desconexión total entre sectores. Cerca de las ocho de la noche, la ruptura apareció como una posibilidad cierta.

Los reproches a Axel Kicillof y el equilibrio de Sergio Massa

El sábado, Massa fue y volvió varias veces entre la Gobernación y la casona ubicada en 53 y 4, que funciona como residencia de la presidencia de Diputados, que hoy detenta el massista Alexis Guerrera. Ahí también se instaló Máximo Kirchner pasadas las 22, cuando las conversaciones estaban detonadas.

El líder del Frente Renovador insistió en la necesidad de cerrar una lista de unidad. Advirtió sobre el costo que tendría una ruptura frente al electorado peronista. Se mostró como mediador. Antes de las 21 mandó a su mano derecha, Cecilia Moreau, a decir públicamente que todo se encaminaría al final del día. Su aporte también fue en beneficio propio. Massa es consciente de que su suerte está atada a la de todo el peronismo. La expresidenta lo quiere de candidato en la lista de diputados nacionales, aunque no necesariamente como cabeza de la boleta. Dice que el peronismo lo va a necesitar en el Congreso para la batalla que se viene.

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En el medio, a Kicillof también le llovieron reproches de los propios. Aunque el gobernador se plantó, los kicillofistas tampoco quedaron conformes con el cierre. Dijeron que debió haber declarado su independencia total cuando se lanzó el MDF. Pero Kicillof prefirió ir paso a paso y quedó mal parado cuando la condena a Cristina volvió a despertar la memoria emotiva del kirchnerismo. Ya no hubo forma de escindirse.

“Tuvimos la oportunidad de hacer algo propio, pero Axel no se animó”, se quejaron en el territorio los caudillos que más empujaron el armado del MDF y que escucharon pedidos de apertura en las listas locales. Por el contrario, cerca del gobernador dicen que el proceso de cierre de listas mostró que puede.

¿Peronismo para armar?

Si una campaña de unidad liderada por Kicillof, con acompañamiento de todos los sectores, parecía difícil en la previa del cierre de listas, este sábado se convirtió en una quimera. Con heridos en todos los sectores y jefaturas disociadas, habrá que buscar quien quiera pegar las piezas del peronismo roto para evitar una catástrofe electoral producto de las internas.

Cristian Ritondo.
Juan Grabois y Sergio Massa.

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