Después de probar y fallar con un par de anuncios que no movieron el amperímetro mediático, Javier Milei la pegó: con Ariel Lijo y Manuel García Mansilla como aliados, consiguió bajar al Libragate de las pantallas y saturarlas con un escándalo inducido, uno mucho menos popular que la saga hollywoodense de la criptoestafa.
En la noche del martes, las portadas de los tres grandes medios escritos (Clarín, La Nación e Infobae) abrían con un amplio desarrollo sobre la decisión del Presidente de cubrir por decreto las dos vacantes de la Corte Suprema.
Ni la frustración de la mitad más uno de la Argentina futbolera lograba penetrar ese bloque de granito: para encontrar la tempranísima eliminación de Boca de la Copa Libertadores, con la Bombonera reclamando "que se vayan todos" y el DT Fernando Gago haciendo equilibrio en la cuerda floja, había que escrolear varias notas sobre la Cortegate.
Aunque advirtiendo que la movida se inscribe claramente en el Operativo Otro Tema que viene desplegando la Casa Rosada, Letra P claudicaba y relegaba la primera de sus notas sobre el Libragate, un escándalo al que le viene dando carcácter de determinante para la marcha del Gobierno, al séptimo puesto de su portada.
La Corte Suprema, en la cresta de la ola
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Manuel Gacía Mansilla y Ariel Lijo, a la Corte Suprema por decreto.
Cuando se escribían estas líneas, en la mañana del miércoles, quien escroleaba la portada de Clarín debía pasar 14 títulos para encontrar uno que mencionara la estafa alentada por el Presidente, cinco de ellos sobre el affaire Lijo-García Mansilla.
En La Nación, la estafa de $LIBRA aparecía recién en el puesto 35, con diez títulos sobre la Corte.
Infobae ya se había olvidado del tema: la primera nota sobre la criptoestafa aparecía en la posición 66. Antes, un mundo de sensaciones dominado por la designación por decreto de los supremos y, finalmente, por el golpazo que se pegó Boca.
Javier Milei retoma la iniciativa política
Hoy, la información circula por pistas multidimensionales, mucho más complejas que la portada de un sitio de noticias. De todos modos, es evidente que, después de perder el control de la agenda pública y naufragar como nunca antes en las aguas de la peor crisis que sufrió desde que asumió, que parecían una cienaga, Milei recupera la iniciativa y vuelve a marcar el rumbo de la conversación política con una iniciativa que ya venía agitando, pero le cayó ahora como anillo de oro al dedo.
Con todo, ojo: queda Estados Unidos, donde se cocina un huracán judicial de impredecible poder de daño. El Libragate es, en el mejor de los casos para el Presidente, un gigante dormido.